Cómo educar a un antisemita

La judeofobia no se puede debatir racionalmente

Llegue un día a la Facultad de Ciencias Políticas en la UNAM y del pequeño círculo de amigos me lanzaron una mirada entre expectante y ansiosa. Uno de ellos, por cierto, el menos respetado de todos, les había dicho que ahora si se iba a chingar a Schmidt.

Me uní al grupo y él me dijo: “Leí un libro donde esta la verdad sobre los judíos”.
Como el no era muy dado a la lectura adiviné de inmediato que había leído Los Protocolos de los Sabios de Sion. La biblia de los antisemitas.

Y siguió: “Ustedes los judíos controlan los bancos y se quieren apoderar del mundo”.
Mi instinto en ese entonces me dijo que la argumentación formal no serviría de mucho:

“De querer podemos pero no queremos, que flojera tener que manejar el mundo”.
Poco después, él generó un nuevo argumento: “Tu padre es un explotador como todos los judíos”.

Cuando el odio se disfraza de discusión filosófica

Era claro en una facultad muy influida por el marxismo, que me tildaba de burgués y según la teoría de que todos los burgueses son explotadores.

Le pregunté: “¿Qué negocio tiene tu papá?”

“Una fábrica de ropa”

“Según Marx tu papá explota la plusvalía de los trabajadores, mi papá es un pequeño burgués que tiene una tienda, y no explota la plusvalía. Tu papá es el explotador”. Eso cambiaba la narrativa.

La discusión pudo haber tomado tintes interesantes, pero el rescató de Marx solo lo suficiente para alimentar su judeofobia, termino por cierto más preciso que antisemita.

Ya había yo pasado por la supuesta broma de que nos iban a hacer jabón.

Tiempo después era contertulio de un grupo de empresarios en Ciudad Juárez, al que llegó un judío secreto, uno de los muchos que guardaron su judaísmo en secreto para eludir la persecución de la iglesia católica. Y varios creyeron que era divertido decirle “pinche judío”. Él, que se sentía en desventaja en el grupo optó por alejarse, pero en una ocasión al despedirme les espeté dirigiéndole la mirada a uno de ellos:
Adiós pinche católico”.
Muy molesto se levantó para decir: “Yo no soy pinche católico”, a lo que respondí: “Ni yo soy pinche judío”. Al parecer espetar a los judíos como pinche es un detalle ligero y hasta divertido de desprecio.

En otra ocasión a media comida me dijeron: “Los judíos mataron a Cristo” y solamente respondí:

“Claro, para que sepan con quién se meten”.

La juedeofobia, un sentimiento arraigado

La experiencia ya me había enseñado que no se puede razonar o informar sobre circunstancias históricas. En ese entonces había leído el gran libro de Haim Cohn, The death and trial of Jesus, el que con erudición demuestra por qué los judíos no pudieron haber matado a Cristo y por qué el gobernador romano no pudo haber seguido instrucciones de los colonizados, entre otras cosas, porque el derecho romano –de aquella época- castigaba eso con la muerte.

Para qué informarle que el deicidio lo crearon los cristianos en Roma para congraciarse con los romanos, circunstancia que explotaron al lograr que su dios “matara” a los dioses (Kirsch dixit) y el monoteísmo se convirtió en la verdad universal (de occidente). Su ignorancia hubiera rechazado el argumento histórico-filosófico.

Ni hablar de disertar con los argumentos de Cohn a quién cree que en las manos de los judíos, 21 siglos después, están manchadas con la sangre de Cristo y que seguimos siendo deicidas.

Cuando uno confronta a los judeofobos, recibe respuestas como: “¿Cómo crees que soy antisemita si algunos de mis mejores amigos son judíos?” Uno hasta me recordó que en alguna ocasión lo invite a la casa familiar a una cena de shabat.

Otros, los que se sienten más sofisticados argumentan: “¿Cómo crees que soy antisemita -y te nombran algunos de los grandes pensadores que fueron judíos, “hasta Marx fue judío”; lo que es falso, porque aunque hasta muchos judíos ponen al pensador entre los grandes de la humanidad, lo que es correcto, no consideran que los padres de Marx se convirtieron al protestantismo, Marx nunca profeso ni la fe ni la identidad judía. Su escrito más importante sobre “la cuestión judía” es de la autoría del rabino rojo Mosés Hess.

El odio a los judíos no se puede debatir racionalmente, es un sentimiento arraigado profundamente y no cambia ni siquiera con el cambio de postura de un Papa. Se insertó en las religiones y psique. Casi hasta ser parte del DNA del fanático que teme a la palabra judío y usa la de israelita, que históricamente se refiere a los que vivían en el reino de Israel, luego convertido en Judea.

Católicos e islam por igual odian a los judíos, a los creadores del monoteísmo en el que creen. Muchos hasta los cristianos, creen que el fin de los judíos debe ser desaparecer, algunos por la fuerza como los fanáticos musulmanes, otros porque creen que la conversión nos llevará a ver la verdad verdadera (simplifico por cuestión de espacio).

Al antisemita no se le puede educar, pero hay que confrontarlo y tratar de neutralizar el daño de sus prejuicios, aunque la tarea sea hercúlea.

Mostrar más

Samuel Schmidt

SAMUEL SCHMIDT. Research Fellow en LLILAS, University of Texas, Austin. Miembro fundador del Instituto para Estudios del Futuro. Pos doctorado en Historia Latinoamericana por la Universidad de California en Los Angeles, Dr. En Ciencia política por la UNAM. Maestría en Ciencias Sociales, Universidad Hebrea de Jerusalén. Autor de 52 libros, más de 1,000 artículos. Creador de los conceptos crimen autorizado, tejido político, estado suplantado. Experto en humor político, análisis de redes políticas y crimen autorizado o la relación entre crimen y política.
Botón volver arriba