Conflictos armados: lecciones políticas desde la Primera Guerra Mundial

Aunque desde luego no se desea, existe el peligro terrible de una generalización
subregional de los diferentes conflictos, ya sea que se trate de Medio Oriente como de otros focos no menos preocupantes: Rusia-Ucrania; Sudán.
Fuera de toda duda, se trata de fenómenos complejos con variables políticas -grupos de presión nacionales o subsistémicos, e internacionales o sistémicos- sociales, de influencia étnica, de índole económica.
Recuerdo, como parte de los cursos de relaciones internacionales de la Universidad
de Pittsburgh, que uno de los aspectos más llamativos de la Primera Guerra Mundial (IGM) o Gran
Guerra, había sido el hecho de que los diferentes países que formaron bloques enfrentados, habían asumido que la confrontación sería breve. Quizá de unos tres o a lo sumo cinco meses.
La evidencia demuestra que el disparo que mata al Archiduque Fernando el 28 de
junio de 1914 y que desencadena la IGM se llegó a resolver de manera definitiva con la
firma del Tratado Final en el Salón de los Espejos de Versalles, Francia, el 28 de junio de
1919. Es decir, fueron cinco años en total con una mortandad de unos 12 millones de personas.
No obstante, hay que considerar las lecciones de esa primera gran guerra que son valiosas como experiencias en función de las dinámicas bélicas y trágicas que tenemos actualmente en el Siglo XXI.
Al respecto véanse notables obras de análisis sobre esta IGM, tales como: (i) McMillan, Margaret (2013) La Guerra que terminó con la Paz: La Ruta hacia 1914, (Random House, EEUU); Clark, Christopher (2012) How Europe Went to War in 1914 (Penguin, U.K.); Tooze, Adam (2014) The Great War and the Remaking of Global Order, 1916-1931 (Viking, EEUU).
Fundamentado, principalmente, en estas obras, es posible identificar varias lecciones que en varios contextos también pueden ser presentados como aspectos de aprendizaje de la también horrenda Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Un primer aspecto, el peligro de generalización y con ello, de involucramiento de varios actores en el conflicto bélico. Este rasgo es esencial para entender la extensión, profundidad y alcances de la IGM. Se disparan los aumentos de gasto militar, muchas economías pueden verse reactivadas a raíz del “keynesianismo bélico o militar” y se van modificando las fronteras y con ello, la apropiación de elementos económicos.
Estos últimos pueden ser reservas de gas, crudo, energéticos en general o bien -en
las condiciones actuales- tierras raras. Es claro que la IGM implicó una intrincada red de
alianzas, ambiciones de diferentes naciones y un efecto dominó de eventos que al final
repercutieron, como externalidades, en dinámicas propias de los ámbitos social, político,
económico y militar.
Conviene tener en mente que la misma región del Medio Oriente, tuvo como antecedentes históricos, delimitaciones y fronteras a raíz de la Primera Guerra Mundial. En esto influyó, como parte de las causales, la desintegración del Imperio Otomano y la posterior delineación de fronteras y establecimiento de rivalidades irreconciliables en esa amplia zona que se ha constituido en un foco constante de tensiones.
Otro aspecto vital que dejó la IGM fue el saldo de millones de muertos, heridos, desplazados. Dejó una generación marcada por el trauma y grandes pérdidas. En esto, uno de los más grandes riesgos es lo que se conoce como «la deshumanización del enemigo».
Este factor es un ingrediente que actúa como fuerzas de tensión a fin de asegurar futuros
enfrentamientos. Se trata de cicatrices históricas que afectan a las diferentes sociedades.
Es aceptado como normal, que las partes beligerantes utilicen narrativas que crean
ambientes propicios para escaladas futuras de violencia, lo que se constituye en formidables obstáculos para el diálogo y la implementación de procesos que puedan asegurar una paz estable, duradera.
Es generalizado que son las sociedades civiles, las que sufren graves consecuencias a partir del escalamiento de los conflictos; además de víctimas humanas, hay grandes pérdidas materiales, de infraestructura, de desgarramientos del tejido tanto social como productivo.
Siguiendo los textos y argumentos de Tooze (2014), es posible puntualizar que la
IGM fue, en Europa, el “resultado de una compleja red de alianzas que se activaron en
cascada tras el asesinato del Archiduque Francisco Fernando”. Es posible advertir que las
potencias del Viejo Continente se encontraban atrapadas en un sistema de seguridad
colectiva que, paradójicamente, las arrastró a un conflicto de proporciones que desde un
inicio fueron poco predecibles. Además, y como anteriormente se ha mencionado, hubo una clara subestimación de la duración y la ferocidad de la guerra, con líderes que creían que sería un conflicto rápido y decisivo.
En un sentido más bien económico, la IGM devastó a las economías europeas. La
producción industrial dio énfasis al conflicto armado, la agricultura se vio restringida, el
comercio decayó notablemente y los países acumularon deudas masivas. La posguerra trajo consigo inflación, desempleo y una profunda crisis económica que sentó las bases, en varios casos, para el ascenso de posiciones políticas extremas, que darían paso a la Segunda Guerra Mundial, con alcances aún más trágicos.
Como parte de las lecciones que se pueden aprender de la Primera Guerra Mundial, la activación de canales diplomáticos, la desescalada de conflictos y la búsqueda de soluciones políticas -por difíciles o casi imposibles que se puedan mostrar- son vías factibles que pueden permitir contener confrontaciones y evitar con ello desastres de proporciones mayores; todo ello, especialmente en una región particularmente volátil y por ello inestable. Propensa siempre a crecientes costos humanos y materiales.