Cuadernos de la Pandemia / Los grabados de Goya en el Norton Simon: Lo que el pintor vería en el siglo XXI

¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!
¡Levantarse del cielo hacia la tierra
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡Más valdría, francamente,
que se lo coman todo y qué más da…!
—César Vallejo, en Y si después de tantas palabras (En Poemas humanos)

Se dice que las coincidencias no existen. Y en este caso parece que fuera verdad. El gran sordo de Fuendetodos vuelve a tener protagonismo más de dos siglos después, como si estuviera dibujando e imprimiendo sus grabados el día de hoy. Como un artista pionero de la crónica visual retratando los desastres de su tiempo, a los que nos seguimos enfrentando con igual o mayor intensidad en nuestros días. El protagonismo se lo dan dos destacados museos, separados por miles de kilómetros, quienes, sin saberlo ni el uno ni el otro, están exhibiendo simultáneamente y por primera vez, la totalidad de los más de 200 grabados que sobreviven de los producidos por Don Francisco de Goya entre 1796 y 1820.

Uno de estos museos es el de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y el otro, el Norton Simon Museum, en Pasadena, California. La exposición en Madrid presenta las placas de cobre originales (muchas de ellas donadas por el propio artista a la institución) junto a una reproducción impresa de cada una de ellas. El Norton Simon, exhibe por su parte una copia de la totalidad de los grabados que el millonario coleccionista y fundador del museo fue adquiriendo a lo largo de su vida. El título de las dos muestras enfatiza su carácter testimonial. En la de San Fernando: Goya. El despertar de la conciencia. En la del Norton Simon: I Saw It!: Francisco de Goya, Printmaker (¡Yo lo vi! Francisco de Goya, grabador).

Goya en el Museo Norton Simon de Pasadena, California. Foto: VGB

La importancia de estas dos exhibiciones simultáneas es que da al gran público la oportunidad de acercarse a cada uno de los grabados de la gran producción calcográfica del artista. A la vez, nos pone frente a la obra de un testigo presencial de primera línea y magnitud que cuestiona a través de su arte el poder despótico de los Borbones, el horror sin límites cometido por los dos bandos durante la guerra de invasión napoleónica y la lucha española por la independencia. O que satiriza de manera descarnada el papel fanatizador y sectario de la religión organizada como instrumento del poder político. O la ignorancia, que va de la mano con la superstición; o bien ya la enorme desigualdad social y de castas que galopaba entre los pueblos y los campos de España. O el protagonismo tenaz de las mujeres (siempre ninguneado) por las causas de la justicia… y hasta la lucha animalista para acabar con la barbarie de las corridas de toros. Los grabados de Goya expresan, de manera brillante y personal, la contraposición entre dicho oscurantismo despótico y el impulso de la ilustración que no llegó a cuajar en España.

Como es sabido, los grabados consisten de cuatro series temáticas: Los desastres de la guerra, Los caprichos, Los disparates y Tauromaquia, y algunas obras sueltas. Pero vistas en su conjunto las cuatro series muestran un solo eje temático: la pugna constante del poder biopolítico, que se manifiesta en el dominio dogmático e ideológico que ejerce la religión sobre las conciencias, y el uso de la fuerza, ante todo militar, que despliegan los estados para silenciar y, llegado el caso, exterminar a los disidentes y desechables. Esto es lo que vio Goya con lucidez en los largos años en que fue ascendiendo de asistente a pintor oficial de la corte de los Borbones, y a cuyas familias y funcionarios retrató en pinturas de gran formato en las que dejó plasmadas con ironía la naturaleza decadente, inestable y peligrosa de quienes ejercían el poder.

En sus años de madurez, a la edad de 46 años, cuando una sordera progresiva empieza a sumergirlo en el mundo del silencio, el artista habría de encontrar la libertad de expresión para reproducir las imágenes perturbadoras que pueblan muchas de sus obras, y en particular de sus pinturas negras y grabados. Y es aquí, con las diversas técnicas del grabado como el aguafuerte, el aguatinta, la punta seca y el buril, en las que dejó sus crónicas literarias-pictóricas que pueden verse como un antecedente del periodismo gráfico de crítica social que habría de surgir poco después de sus grabados en la primera parte del siglo XIX. Este arte, ligado con el momento histórico de España, de Europa y de las revoluciones por la independencia de las naciones de América Latina, buscaba entonces, como ahora, visibilizar y nombrar el problema tal como lo viven las víctimas y desde ahí impulsar movimientos de cambio y reordenamiento social.

Refiriéndose a la serie de Los desastres de la guerra, que es la que nos interesa destacar en estas notas, el historiador de arte Robert Hughes, comenta: “[l]as imágenes de Goya son incomparablemente las más dramáticas y variadas en su narrativa, más punzantes en su poder documental, más salvajemente bellas y en todo aspecto, más humanamente conmovedoras: nada que pueda rivalizar con ellas ha sido hecho desde entonces y son los verdaderos ancestros de todo gran reportaje visual de guerra” (1). Las guerras de entonces y las de ahora, que se enlazan con la misma urgencia de conquista, despojo y dominación, por los medios que sean necesarios.

Goya en el Museo Norton Simon de Pasadena, California. Foto: VGB

Tres décadas después de los últimos grabados de Goya, las fotografías del inglés Roger Fenton sobre la Guerra de Crimea estuvieron entre las primeras en la historia en documentar la depravación humana de todo conflicto bélico. Poco después el fotógrafo Matthew Brady permitió a los lectores de la prensa ver las imágenes de la violencia devastadora de la Guerra Civil estadounidense. En el área del testimonio social, el periodista y fotógrafo danés-estadounidense Jacob Riis, exhibió las terribles condiciones en que vivía la gente en los barrios pobres de Nueva York. Otro tanto logró Lewis Hine, quien con su cámara mostró a niños trabajando en fábricas, minas y campos y toda forma de explotación laboral infantil en los Estados Unidos a comienzos del siglo XX. Explotación que sigue ocurriendo todavía en este país, sobre todo con niños migrantes que entran solos por la frontera sur, a pesar de que numerosos estados tienen leyes para proteger a los menores de estos abusos.

Los sucesores de Goya incluyen también a los fotógrafos Robert Capa y Margaret Bourke-White, quienes con sus fotodocumentales de crudo realismo durante la Segunda Guerra Mundial, contribuyeron al repudio entre una parte de la población ante los horrores de la guerra. En las décadas de los 50 y los 60, Charles Moore consagró sus esfuerzos no solo a publicar fotos de las protestas del movimiento por los derechos civiles en los EE UU, sino también a mostrar las condiciones inhumanas en que vivían las víctimas de la segregación y el racismo. El periódico chicano La Raza, de Los Ángeles, Calif., se mantuvo en operación de 1967 a 1977, y fue el principal medio de autorrepresentación y empoderamiento de la población mexico-estadounidense. Sus fotógrafos dejaron un testimono visual de las luchas sociales que la comunidad enfrentaba en esa década y desde siempre hasta nuestros días.

Goya en el Museo Norton Simon de Pasadena, California. Foto: VGB

Pero si bien los grabados de Goya son un antecedente vital de los reporteros gráficos orientados a las luchas sociales, también son sus herederos los artistas plásticos que han dedicado su arte a visibilizar y denunciar los atropellos del poder donde quiera que se produzcan. El arte plástico de protesta en América Latina y de artistas latinos en los EE UU, tiene una de las tradiciones más largas y vigorosas del mundo, generalmente conectada con la denuncia histórica de los poderes coloniales e imperialistas que ha padecido la región por más de 500 años. Entre ellos, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Frida Khalo, Rufino Tamayo, José Luis Cuevas, Francisco Toledo, Wifredo Lam, Ana Mendieta, Cándido Portinari, Oswaldo Guayasamin, Antonio Berni, Antonio Caro, Fernando Botero, Tarsila do Amaral, León Ferrari y Alfredo Rostgaard, por citar solo unos cuantos. Todos ellos, en diversos grados y momentos de su trayectoria artística dedicaron parte o la totalidad de su trabajo creativo a dar voz a los sin voz y combatir toda forma de injusticia social, política y económica.

Hoy, en la era digital y de la inteligencia artificial, los medios de comunicación independientes y progresistas y las redes sociales latinas y chicanas han transformado el fotoperiodismo activista, y dado nueva agencia a los artivistas para proveer una visión alternativa antiguerrista y humana ante la imparable destrucción del planeta por los poderes dominantes.

En ese y en todos los sentidos, Goya se anticipó en ver las tragedias del siglo XXI, que no se diferencian ni en forma ni en contenido a las de los siglos XVIII y XIX. Hoy los grabados de Goya retratarían las escenas sangrientas y deshumanizadoras de 76 años de colonización por parte del gobierno sionista israelí en los territorios asignados por las Naciones Unidas en 1948 para la creación del estado palestino. Retrataría el ataque horrendo de Hamás contra la población judía en octubre pasado que asesinó a más de 1,200 personas, incluyendo niños y niñas y tomando como rehenes a más de 200. Retrataría al mismo tiempo la respuesta devastadora inmediata del ejército israelí, que en cuestión de unos meses ha borrado del mapa la mayoría de las ciudades de la Franja de Gaza a punta de bombardeos e incursiones militares terrestres, asesinando hasta ahora a más de 35 mil palestinos, la mitad de ellos niños, mujeres y población civil, desplazando a casi la totalidad de la población palestina de la zona, destruyendo o causando graves daños a once universidades e instituciones de educación superior palestinas, la mayoría de las escuelas y hospitales, asesinando a decenas de periodistas y del personal de las agencias de ayuda humanitaria, y llevando a la hambruna a la mayor parte de la población palestina al impedir la entrada de alimentos y de ayuda vital. Retrataría también las acciones bélicas entre Israel y Hezbolá, en el sur del Líbano, que han vuelto a escalar tenebrosamente entre los dos bandos en días recientes. Y retrataría quizás a las decenas de miles de judíos en Israel y alrededor del mundo que se oponen y no se ven representados en lo que el gobierno actual de Israel está haciendo en el exterminio de la población palestina del Medio Oriente.

Goya en el Museo Norton Simon de Pasadena, California. Foto: VGB

Todo este despliegue destructivo del gobierno de ultraderecha de Netanyahu ha sido y sigue siendo respaldado con el apoyo militar, económico y logístico incondicional de los Estados Unidos y de una buena parte de los países europeos, cuyo interés fundamental es mantener el control geopolítico de la región, y no el sufrimiento, la muerte y la deshumanización absoluta a que está sometida la población civil palestina, con la complicidad de los grandes medios de comunicación que distorsionan la verdadera dimensión de la catastrofe en Gaza. Como dijo Joe Biden siendo senador en 1986, y lo volvió a repetir como vicepresidente durante el gobierno de Obama y como presidente en estos días, “Si no existiera Israel, los Estados Unidos, tendría que inventar un Israel para proteger nuestros intereses en la región… A los Estados Unidos de América les conviene abrumadoramente tener un amigo democrático y seguro, un socio estratégico como Israel. Como dije, no es un favor. Es una obligación, pero también una necesidad estratégica” (2).

Goya retrataría también la invasión criminal e imperialista de Rusia a Ucrania y el apoyo con armamento, miles de millones de dólares y asistencia técnica de Estados Unidos y de los países europeos miembros de la OTAN a Ucrania, en una guerra en la cual los jóvenes soldados del pueblo ucranio y ruso son, como en todas las guerras, la carne de cañón, las víctimas propiciatorias de los intereses geopolíticos y económicos de las grandes potencias que solo conocen el lenguaje de la guerra. Y Goya retrataría las otras guerras ignoradas por no ser parte de los ejes del poder, como son las guerras actuales en Sudán, Birmania y Etiopía, entre otras. En esencia, Goya retrataría la estupidez destructiva de la guerra que muestra nuestra absoluta incapacidad para vivir en paz unos con otros en la Casa que tenemos en común.

Las dos grandes exhibiciones de la totalidad de los grabados de Goya no son una coincidencia sino un llamado de los tiempos. Una alerta contra el espíritu belicista que domina los foros internacionales, aún aquellos como la Cumbre por la Paz en Ucrania, que acaba de tener lugar en Suiza, y que en realidad tenía como objetivo fortalecer las alianzas militares occidentales a favor de Ucrania y en contra Rusia (3). Los deslumbrantes grabados de Goya expuestos en su totalidad en Madrid y Pasadena, son una invitación a vernos en el espejo de lo que hemos sido los humanos desde siempre, lo que somos y lo que deberíamos dejar de ser si queremos sobrevivir en el planeta. O simplemente sumirnos en el pesimismo realista del poeta Vallejo, tan cercano en espíritu a Goya, y decirnos después de todo: “¡Más valdría, francamente, / que se lo coman todo y qué más da…!”

Fuentes citadas:

1) Goya, por Robert Hughes. Alfred A. Knopf, 2003.
2) “Remarks by Vice President Joe Biden to the 2014 Saban Forum”. The White House. December 07, 2014.
3) “La gran cumbre de Ucrania concluye con un nuevo llamado a la paz y el rechazo de las principales potencias a un acuerdo final”, por Joshua Berlinger, Niamh Kennedy. CNN, 16 de junio, 2024.

Nota: La exhibición de los grabados de Goya en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, ha ido del 22 de marzo al 23 de junio de 2024. La del Norton Simon Museum, en Pasadena, California, va del 19 de abril al 5 de agosto de 2024.

Este artículo está respaldado en su totalidad o en parte por fondos proporcionados por el Estado de California, administrado por la Biblioteca del Estado de California en asociación con el Departamento de Servicios Sociales de California y la Comisión de California sobre Asuntos Estadounidenses Asiáticos e Isleños del Pacífico como parte del programa Stop the Hate. Para denunciar un incidente de odio o un delito de odio y obtener apoyo, vaya a CA vs Hate.

This article is supported in whole or in part by funding provided by the State of California, administered by the California State Library in partnership with the California Department of Social Services and the California Commission on Asian and Pacific Islander American Affairs as part of the Stop the Hate program. To report a hate incident or hate crime and get support, go to CA vs Hate.

Autor

  • Valentín González-Bohórquez

    Valentin González-Bohórquez es columnista de HispanicLA. Es un periodista cultural, poeta y profesor colombiano radicado en Los Ángeles, California. En su país natal escribió sobre temas culturales (literatura, arte, teatro, música) en el diario El Espectador, de Bogotá. Fue editor en Barcelona, España, de la revista literaria Página Abierta. Es autor, entre otros libros, de Exilio en Babilonia y otros cuentos; Historia de un rechazo; la colección de poemas Árbol temprano; La palabra en el camino; Patricio Symes, vida y obra de un pionero; y Una audiencia con el rey, publicados por distintas editoriales de Colombia, España y los Estados Unidos. Ha publicado numerosos ensayos sobre literatura y es co-autor, entre otros libros, de Otras voces. Nuevas identidades en la frontera sur de California (Editorial A Contracorriente, North Carolina State University, 2011), The Reptant Eagle. Essays on Carlos Fuentes and the Art of the Novel (Cambridge Scholars Publishing, 2015) y A History of Colombian Literature (Cambridge University Press, 2017). Es profesor de lengua y literaturas hispánicas en Pasadena City College, Calif.

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