Dos poemas de Ramiro Lagos en el Día de la Madre
Madre cósmica
Me asomo a las palabras liminares
para ahuyentar las sombras invasoras,
al ver parpadear estrellas pías
que me miran de lejos con nostalgias.
¡Cuantos ojos me miran rutilantes
más allá de la tierra con reflejos
que al corazón despiertan sus miradas!
¡Cuántos rayos penetran en mi pecho
y me trazan senderos luminosos
bajo un cielo que miro ensimismado!
Y alcanzo a ver en la palabra espejo
un desborrado rostro que se asoma
y se le ve en la nube, en el ocaso
y en un amanecer de mi poema:
en cada flor astral, en cada palpito
del pájaro solar y en los reflejos
del ente de razón, y sin razón con vida,
más allá donde late la energía
del corazón universal del cosmos.
Su latido es palabra, verbo eterno
y yo la oigo vibrar con ojos claros
cuando me compenetro con sus rayos,
y me siento vibrar con sus reflejos
despertando a la vida de los astros,
para ver esa estrella que me mira,
y me hace pensar, tan compasiva,
que ya no estoy, y no estaré tan solo
en esta vida ni estaré en la otra.
Criatura que soy de sus reflejos,
se que con ella está el creador
creando estrellas.
***
Madre de eternos fulgores
Al trasluz de tu mirada cósmica
desde tus siemprevivas siderales,
un íntimo fulgor me abre caminos
regresándome a tus ojos tiernos:
¡Oh, madre de lagos siderales
con su bajel cargado de añoranzas,
¡oh, Mirami!, devoto espejo
del tiempo telepático
en que los dos intercambiamos lampos.
Tiempo del más allá, el reloj se duerme
y está dormido en mi muñeca, a veces.
Sólo quisiera despertarse, sólo,
para auscultar tus pálpitos,
¡Oh, madre de todas las miradas,
de todas las encrucijadas del silencio,
que sólo miras cuando más palpitan
tus eternos fulgores.
Los ojos de tu tiempo pestañean
hasta que al fin se abren entre nubes
de recuerdos y olvidos aún sonámbulos.
En todas mis andanzas tras tus huellas,
con ellas voy de rumbo a la otra patria
que se dice celeste y genealógica,
donde el padre de todos los luceros
nos alumbra hasta el redil de astros.
Con ellos voy y hacia tus ojos giro,
des-rompiendo mis rotos calendarios,
para verte de nuevo en el connubio
heredado de tus ojos estelares,
¡oh, Mirami del alma!
En el Día de la Madre
Una lágrima por las madres refugiadas de la Caravana Centroamericana