Economías latinoamericanas: una recuperación que no llega a los niveles de la prepandemia
Latinoamérica, luego de crecer casi un 3.5% para 2022, tendrá un aumento de producción de tan sólo un 1.3% regional para este año de 2023. En los contextos de producción, la inversión extranjera directa (IED) es muy importante. Se trata de un indicador de la confianza inversionista en la economía real, la que crea empleo productivo, es decir oportunidades para los diferentes sectores sociales. Además, la IED es referencia en función de la recuperación sostenible del crecimiento económico y la capacidad de satisfacción de necesidades de toda sociedad.
De conformidad con datos de organismos internacionales, tales como el Banco Mundial (BM) el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión para América Latina y el Caribe (CEPAL), la inversión extranjera directa (IED) llegó el año pasado a 142,794 millones de dólares. Esto constituye un repunte de 40% sobre los bajos niveles que se tuvo de inversión en el año más severo de la pandemia, 2020. Sin embargo, todavía la región no llega a tener los montos de este indicador que le fueron propios durante los años prepandemia, hasta 2019.
Dos principales razones que preocupan
Por una parte la recuperación económica y productiva de la región estaría dando muestras de que no estaría siendo sostenida mediante círculos virtuosos: mayor inversión, mayor formación de capital fijo, ampliación de la demanda de empleo, recuperación y eventualmente mejora de ingresos, y todo ello desembocando en mayor productividad y demanda efectiva en los mercados internos de los países.
Por otra parte, el análisis -con más detalle- se centraría en economías que de por sí dan evidencia estructural de mercados funcionales. Se reconoce que los montos absolutos de IED se los llevan por lo general las economías grandes de la región -Brasil y México- además de las medianas -Argentina, Colombia, Perú y Chile.
Las economías más vulnerables quedan expuestas, tales los casos de los países caribeños, los centroamericanos y los relativamente pequeños mercados de América del Sur. Con el fin de obtener crecimiento económico, esas economías más pequeñas deben generar mayores aperturas y con ello aumentan sus niveles de vulnerabilidad. Aunque también es de reconocer que es a este grupo donde pertenecen los países más funcionales de la región: Uruguay, Costa Rica y Trinidad Tobago; además de Chile, aunque este último mercado tiene una dimensión mediana en Latinoamérica.
El efecto rebote ante la crisis
Cuando se analiza el aumento de IED en Latinoamérica y el Caribe, se tiene confirmación de la tendencia mundial alcista de este tipo de inversiones en el mundo, luego de los más severos efectos de la pandemia. Efectivamente, a partir del año 2021, la inversión extranjera ha crecido un 64% en todo el planeta. Se puede evidenciar aquí el efecto estadístico de “rebote” dado que los niveles comparativos fueron bajos, a partir de las dos crisis -de oferta y demanda- que experimentaron los mercados como consecuencia del cierre de las economías; lo que fue parte de la respuesta del Covid-19.
Sí, es cierto, se participó de esa tendencia mundial, pero con niveles menores a los que se hicieron presentes en el Sud-Este Asiático y en Europa del Este, por ejemplo. Para el caso de Latinoamérica, los montos llegaron a 9% del gran total mundial; bastante lejos del 14% de participación en la IED planetaria, que se registró entre 2013 y 2014. Este último año, como se recordará fue el último en el cual se tuvo un alto nivel en los precios de las exportaciones de la región. Un ciclo de elevados precios iniciado en 2003, jalonados, en general, por el precio del crudo.
Los repuntes más recientes en inversión en economía real identifican la siguiente clasificación de países receptores, de conformidad con los datos más recientes de la CEPAL: Brasil con un 33% del total regional; México 23%, Chile 11%; Colombia 7%, Perú y Argentina con 5% cada uno. Nótese el caso chileno, mercado que comprende unos 17 millones de habitantes, cifra similar a la población de Guatemala. Sin embargo, mientras la economía del país austral contribuye con un 6% del total de producción latinoamericano, Guatemala sólo lo hace con un 1.6%.
Servicios y recursos naturales
Es también muy importante delimitar cuáles fueron los sectores de producción que se beneficiaron de la IED en la región. En este sentido, el de recursos naturales llegó a acaparar un 62% de toda la inversión. Esto reafirmaría el rasgo tanto de producción como de exportación asociado a bienes que por lo general no tienen mayor valor agregado. Además, se trata de mercados que pueden tener mercados “cautivos”, caso del petróleo; o de manera más generalizada demandas que no son tan elásticas, sino que se centran en cifras por lo general bastante fijas.
Otro sector que captó importantes montos de inversión directa fue el de servicios, con un 39%. En este caso es difícil llegar a establecer inferencias consistentes, toda vez que como parte de los servicios se tienen los sistemas financieros, muchos de subsectores asociados a tecnologías y a servicios más de carácter básico: limpieza y mantenimiento.
Las inversiones y la estabilidad social
En Latinoamérica se pudo observar una baja de 14% de inversión directa en el sector de la industria y las manufacturas. Esto se debió en lo fundamental, al descenso significativo de inversión en el sector secundario de la economía de Brasil.
No obstante que China ha incursionado promoviendo y fortaleciendo nexos comerciales con Latinoamérica, continúan siendo tanto en Europa como Estados Unidos, las dos regiones donde se originan por lo general, los flujos de inversión en economía real, con valores de 36% y 34% respectivamente. La mayor atracción podría reforzarse mediante un marco de funcionamiento institucional más incluyente, lo que redundaría en escenarios socio-políticos más estables.
Obtener crecimientos económicos incluyentes, como todos lo deseamos, esto es, crecimientos que se puedan transformar en procesos de desarrollo sostenibles, con mayores oportunidades para sectores vulnerables, es algo factible en la región. Se requieren para ello políticas de Estado que sean implementadas más allá de las limitaciones de gobiernos específicos. No sólo en el ámbito nacional de los diferentes países, la efectiva institucionalidad es muy favorable. También lo serían procesos de integración eficaz de mercados con un portafolio exportador de mayor valor agregado.