Esperanzas y riesgos de la inteligencia artificial
Recientemente ha causado sensación el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) y sus aplicaciones. ChatGPT, el programa que se lanzó hace exactamente un año para generar textos a pedido, es la aplicación de internet con más rápido crecimiento de la historia, cinco veces más que la siguiente, Tik Tok. Sus aplicaciones brotan en casi todos los ámbitos de nuestra vida, incluyendo comunicación en línea, producción, relaciones públicas, economía y seguridad nacional. Ayuda al Servicio Meteorológico Nacional a predecir eventos climáticos, diseña los mapas camineros en los mapas en línea y mucho más.
La nueva orden ejecutiva emitida este lunes por el presidente Joe Biden sobre el desarrollo de los usos de IA es un intento histórico para prevenir que esta tendencia sea incontrolable.
Dijo el lunes el Presidente que: «vamos a ver más cambios tecnológicos en los próximos 10 años, tal vez en los próximos 5 años, que los que hemos visto en los últimos 50 años, y eso es un hecho».
Esta “Declaración de Derechos de la IA”, dijo Biden, reunirá “a las principales empresas de IA que aceptaron voluntariamente ciertos compromisos para garantizar que sea segura y el sistema esté protegido” en torno a un proyecto del futuro.
La orden ejecutiva organiza la investigación de esta tecnología bajo el liderazgo del gobierno a través del nuevo Recurso Nacional de Investigación de IA, o NAIRR por sus siglas en inglés.
Así, el gobierno impone la incorporación del llamado Marco de gestión de riesgos de IA en el plano de la ciberseguridad tanto en las redes sociales, los servidores gigantescos como los de Amazon y Microsoft y los principales bancos.
Entre otros efectos, la orden agilizará la inmigración altamente calificada de expertos en IA, estudiantes y graduados en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, y habilitará el uso de IA en casi todas las facetas de la actividad federal: atención médica, educación, comercio, vivienda y por supuesto, seguridad.
Al mismo tiempo, el gobierno estadounidense debe ponerse al frente de los esfuerzos para prevenir usos descontrolados de esta tecnología, que ya hacen estragos en la comunicación en línea y en otras manifestaciones de la sociedad. La orden pretende hacer precisamente eso.
Estos usos incluyen, reza la orden, “fraude, discriminación, parcialidad y desinformación; desplazar y quitar poder a los trabajadores, reprimir la competencia y posar riesgos para la seguridad nacional”. Respecto a esto último, las amenazas se dan en los campos de la biotecnología, ciberseguridad, infraestructura crítica y otros.
Para confrontarlo, el gobierno quiere expandir el uso de los poderes de las agencias federales, tanto en el ámbito de su autoridad legal como en su poder adquisitivo.
La orden ejecutiva enfrenta un momento crucial y concordamos en que es necesario imponer el orden a nivel nacional de una tecnología que todavía nos tiene asombrados por su ritmo de crecimiento. Se da mientras la Cámara Baja pasó largas semanas paralizada y acéfala y resulta poco creíble que su nuevo “Speaker” sepa buscar el consenso necesario, mientras que en el Senado el líder demócrata Chuck Schumer reconocía que no habría una iniciativa legislativa este año en torno a la IA.
Sin embargo, recordemos que no basta con el gobierno federal para operar un cambio tan importante en nuestra cultura y economía. Es necesario que compartan esta misión las organizaciones comunitarias, el sector privado, las universidades y los gobiernos locales.
No queremos que en el afán de prevenir el desarrollo incontrolable de la Inteligencia Artificial el gobierno se adjudique poderes que no le corresponden y que puedan infringir en nuestra libertades ciudadanas.
La inteligencia artificial está aquí y no se va. Para que sirva a la población, para que no avance la desestabilización social, su uso debe ser seguro y protegido, ético y legal. Las organizaciones civiles deben ser líderes en determinar las pautas de su desarrollo.