Información, privacidad y redes sociales

Todo lo que escribamos, digamos y hagamos carece absolutamente de privacidad. El FBI y la CIA tienen, cada uno, un sistema de rastreo, el EUROPOL tiene un sistema de rastreo

«Todos tenemos tres vidas, una vida pública, una vida privada y una vida secreta», dijo Gabriel García Márquez al escribir su biografía. Hoy debemos afirmar que las redes sociales las han mezclado, y ya no sabemos cuál es cuál.

Decreto presidencial

El decreto del Presidente Donald Trump queda balanceando entre la libertad de expresión y el derecho a la información. En realidad Trump está molesto porque dos de sus mensajes en Twitter han sido etiquetados como falsos. Entonces, con este decreto, ha iniciado una reforma en las leyes de internet, que en última instancia puede transformar el mundo de esas redes sociales. Trump resaltó que su enojo no es porque etiquetaron su Twitter como falso, sino que no etiquetaron los Twitter falsos de los gobiernos de Rusia, Cuba, Venezuela, Irán o China.

Realmente en el centro de la polémica está la sección 230 de la llamada Ley de Decencia en las Comunicaciones, aprobada en 1996, (la prehistoria de internet), donde explica que: “Ningún proveedor o usuario de un servicio de informática podrá ser tratado como editor o emisor de ninguna información de otro proveedor de contenido”. En jurisprudencia estadounidense, esto significa que las redes sociales no son responsables del contenido que se publica en ellas, por falso, injurioso o delictivo que sea. Cualquiera pueden publicar cualquier cosa, con todos los privilegios y ninguna obligación.

En Silicón Valley existe cierto consenso que una reforma es necesaria, incluso el candidato Joe Biden, en una entrevista con “The New York Times”, afirmó que “A la ciudadanía debería preocuparle la concentración de poder de esas plataformas, y que la sección 230 debe ser revocada”, compartiendo la idea de Trump que hace poco dijo “Un pequeño puñado de poderosos monopolios de redes sociales, controla gran parte de todas las comunicaciones públicas y privadas en EE.UU.”. Ambos apuntan a lo mismo: que las redes sociales sean consideradas, legalmente, como “Editoras de Contenidos”. Si esto ocurre, podrían ser responsables del contenido, impidiendo el anonimato de quienes insultan y/o desinforman.

Coincidencias de Obama-Trump

Donald Trump y Barack Obama coincidieron en calificar a Assange, Snowden y Manning como  traidores a la patria, pero el 70% de los ciudadanos estadounidenses piensa todo lo contrario. Entonces, en otra increíble coincidencia, Trump y Obama volvieron a culpar al periodismo de este mal. Por ejemplo, Obama sostuvo hace cinco años, que “la culpa es de los periodistas, porque en lugar de analizar el tema legal de estos supuestos espías, el periodismo ha iniciado un debate muy apasionado, pero no siempre bien informado sobre la libertad de expresión», frase que Trump repitió en el último año con otras palabras.

Es que gracias al periodismo, que publicó los archivos que le entregaron Julian Assange, Edward Snowden y Bradley E. Manning, nos enteramos que nuestros teléfonos y nuestras computadores son espiados; porque los sucesivos gobiernos utilizan, en forma ilógica, una Ley de Espionaje promulgada en 1917, al comenzar la Revolución Rusa y finalizar la Primer Guerra Mundial.

Todo comenzó en Europa

En realidad la lucha por la censura en Internet comenzó en Europa, el 26 de marzo de 2019, cuando la Unión Europea, en una votación de 348 a favor y 274 en contra, aprueba la Ley de Regulación de Internet. Esta ley, bajo la idea de velar por las violaciones de copyright en las plataformas, permite analizar los contenidos, espiando a todos y cada uno de quienes suben algo a las redes. En Europa, comenzará a regir a partir del 26 de marzo de 2021.

Si creemos que esto no nos afecta a quienes vivimos en otros continentes, no es así. Por ejemplo, quien quiera hacer un video o escribir un texto sobre la obra de Federico García Lorca o Pablo Neruda, y para ello deba recitar o escribir alguno de sus poemas, esto será censurado, ya que la Ley de Copyright no permite copiar o mencionar textos de otros autores, aunque informe su origen. Entonces, estos videos o links no podrán verse en Europa, aislando a la Unión Europea social y culturalmente del resto del mundo.

Espías y espiados

No hace falta repetir que en el siglo XXI no existen los secretos públicos o publicados, porque todo lo que escribamos, digamos y hagamos carece absolutamente de privacidad. De ahora en más, hay que tenerlo en cuenta. El FBI y la CIA estadounidense tienen, cada uno, un sistema de rastreo, el EUROPOL europeo tiene un sistema de rastreo, el MI5 de Inglaterra tiene un sistema de rastreo, el SVR de Rusia tiene un sistema de rastreo, el Mossad de Israel tiene un sistema de rastreo, el BND de Alemania tiene un sistema de rastreo, las fuerzas independentistas de izquierda o de derecha tienen un sistema de rastreo, incluso los narcotraficantes, los sicarios y los mercenarios también tienen, cada uno, sus propios sistemas de rastreos.

Secretos Revelados

Gabriel García Márquez decía que “todos escondemos algunos secretos bajo la alfombra”. El problema es que cuando comenzamos a levantar la alfombra frente a Facebook, Instagram, YouTube o Twitter, nuestros secretos quedan expuestos al mundo. Y luego no podemos denunciar la falta de privacidad en que nos dejan las redes sociales, cuando realmente somos nosotros quienes ventilamos nuestras miserias.

Debemos recordar que cada vez que interactuamos en las redes sociales dejamos rastros de nuestra forma de ser. Es imposible no hacerlo. Quienes nos leen sabrán si tenemos ideas conservadoras o liberales, si nos gusta bailar o caminar, si preferimos la literatura o el deporte, si amamos a un hombre o una mujer, si creemos en Dios o en el Diablo, o en ambos. Todo quedará reflejado en la red y no podremos borrarlo fácilmente, porque si las arañas de Google, Yahoo o Bing  lo “levantaron”, quedará navegando en la red por mucho tiempo. Este desliz puede costar muy caro, ya que afectará dramáticamente a la familia o la continuidad laboral, porque la «desnudez» de la red, en un momento de euforia, puede marcar para toda la vida. Por eso se debe tener cuidado con lo que se escribe o se sube a nuestros perfiles sino queremos arrepentirnos más tarde.

Todos somos espiados mediante redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram y otros mecanismos electrónicos, incluso somos seguidos y manipulados por nuestros celulares, para saber los productos y servicios que compramos, que comemos, a quién visitamos o quienes son nuestros amigos o enemigos. El Ojo del Gran Hermano nos vigila a todos por igual.

Pos-verdad

El gran Groucho Marx decía: “Usted no puede dudar de mi palabra para creerle a sus ojos”.

En el siglo XXI la verdad pasó a segundo plano, la pos-verdad o el relato es más importante. Tomará tiempo, pero será necesario analizar la información consistente y veraz, para separarla de la desinformación inescrupulosa que no tiene asidero en datos reales, sino que forma parte del relato.

Hoy está en juego algo muy importante: la ética de cada medio de información. Porque el gran público no diferencia entre las revelaciones de fondo o las fábulas que no superan el nivel de chimento, que sólo alimentan el morbo pero desinforman, en lugar de informar.

La información y el sistema capitalista, como los conocemos, está muriendo. El 2020, entre todos sus legados, nos deja dos pandemias mucho más atroces que el Corona Virus.

Por un lado la pos-verdad, tanto en el relato de las derechas o las izquierdas, que son más convincentes mediante incursiones en redes sociales, atrayendo con verdades a medias, armadas con profesionalismo.

Por otro lado el Capitalismo Salvaje, que impera en las redes, donde los grandes grupos acaparan el negocio, dejando las sobras para los pequeños vendedores, que bajan sus precios con tal de comer algunas migajas de la torta… pero ese es otro tema.

Perfil del autor

Cesar Leo Marcus, nació en Buenos Aires, Argentina.
Doctor (PhD) en Logistica Internacional y Comercio Exterior, y Máster (MBA) en Sociología Económica, fue profesor de ambas cátedras en las Universidades de Madrid (España) y Cordoba (Argentina).
Periodista, publica en periódicos de California, Miami y New York. Escritor, publico 12 libros, y editor literario, director de Windmills Editions. Actualmente reside en California.

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