La división en EE.UU. pone en riesgo a la democracia
Aunque el 2021 ya es historia, nos ha dejado, entre muchas otras cosas, dos preocupantes y desalentadores elementos: por una parte, una nueva variante del Covid 19 que está haciendo escantes alrededor del mundo; y, por otra, una nación y un Congreso —aquí en Estados Unidos— peligrosamente divididos, no solo para poder enfrentar efectivamente el virus que llegó para quedarse, sino para poder avanzar una agenda legislativa que nos ayude como país. Una división que sigue poniendo en riesgo los fundamentos democráticos de esta república.
Fue realmente penoso ver cómo al conmemorarse el primer aniversario de la intentona de golpe de estado de los fanáticos de Trump, que resultó en destrucción, caos y muertes en el Capitolio federal, los republicanos brillaron por su ausencia, pues insisten en que hay que pasar la página porque “aquí no ha pasado nada”, como dice la canción.
A un año y dos meses de la elección que ganó el demócrata Joe Biden y que perdió el republicano Donald J. Trump, todavía seguimos escuchando de parte de esos republicanos la gran mentira de que Biden ganó por “fraude” y de que no es el presidente legítimamente electo. Y no es que realmente lo crean, pero lo explotan para mantener el apoyo del segmento cada vez mayor del Partido Republicano que se tornó en un culto a Trump.
Así tenemos a un desacreditado congresista republicano de Florida, Matt Gaetz, explotando otra teoría conspirativa, diciendo que el ataque al Capitolio fue realmente planificado y perpetrado por el propio gobierno federal para desacreditar a Trump.
Para demostrar el grado de división en que nos encontramos como país, fue el ex-vicepresidente republicano, Dick Cheney, el que acompañó a su hija, la congresista Liz Cheney, al acto de conmemoración que llevaron a cabo los demócratas el 6 de enero. Dick Cheney siempre generó críticas demócratas por sus posturas ultraconservadores y su papel central en iniciar una guerra contra Irak, basada en mentiras sobre la existencia de armas de destrucción masiva en ese país. Pero la lucha contra el Trumpismo que ha engullido al Partido Republicano ha colocado a Cheney y a los demócratas en el mismo bando. Si Cheney ya es un aliado demócrata, imagine el grado de extremismo de los trumpistas.
La nación ya estaba dividida antes de la aparición del Covid en nuestras vidas colectivas y personales. Pero no cabe duda de que con la pandemia esas divisiones se han exacerbado en gran medida, porque han sido los republicanos quienes la han explotado políticamente, atacando las medidas de salubridad que han tratado de implementarse para minimizar el impacto del virus, desde la vacuna hasta el uso de mascarillas.
Tras el triunfo de Biden en noviembre de 2020 muchos pensaron que finalmente reinarían la razón y el sentido común. Pero Biden no solo se ha topado con el muro de oposición republicana a su agenda, sino a las propias divisiones internas entre los demócratas que, al final de cuentas, son los que han impedido logros legislativos a todos los niveles, desde programas sociales, hasta infraestructura, protección del derecho al voto e inmigración.
Es decir, que Biden entra a un año de elecciones intermedias sin logros, hasta ahora, que presentar a los electores, con divisiones internas en su partido, con un Partido Republicano que ya se siente seguro de que arrebatarán las mayorías del Congreso a los demócratas, y con una nación con una pandemia que está teniendo secuelas a todos los niveles: personal, colectivo, económico, educativo y político.
Lo más preocupante es que el Partido Demócrata dividido no parece entender la gravedad de lo que está pasando ante sus narices, y el Partido Republicano, una vez más, trata de tener ganancias políticas sustentándose en mentiras, ignorancia, xenofobia, racismo y con el apoyo de un sector electoral que ha probado que no le importa literalmente pisotear la Constitución y las instituciones democráticas.
Visto desde lejos, lo que está ocurriendo en la política de Estados Unidos es inverosímil, pero es muy real. Los demócratas tienen que ponerse las pilas no únicamente para tratar de mantener sus estrechas mayorías en el Congreso este año, o la Casa Blanca en 2024. Se está librando una batalla por la democracia de esta nación; una democracia vapuleada durante la presidencia de Trump y lacerada durante la elección de 2020 y los intentos republicanos de anular la voluntad del pueblo. Biden y su partido van a necesitar mucho más que discursos bonitos y vigilias para hacer frente al virus de odio y el extremismo que ha infectado al Partido Republicano y que, como el Covid, sigue extendiendo sus tentáculos a través de la nación.