La miopía al migrar

Cuando uno migra se desprende de partes del ser que van abonando los sitios de paso; nos vamos reconstruyendo con lo que encontramos: a veces viento, y otras, hierro. Al final uno llega roto, pero completo. Aunque, vale confesar, que uno nunca se termina de ir.

 

Escultura de Bruno Catalano. Foto: Erwin Verbruggen

Pienso en los muchos que aún tenemos un pie en dos mundos, que hacemos malabares cuando nos sacude la naturaleza, la crisis y la política. Evoco ese sentir que me movió las entrañas con las elecciones de México y las que ahora vuelven a retorcerse de hambre de transparencia en Venezuela. Si se mueven, me convenzo, es porque todavía llevamos alguna versión viva del patriotismo dentro.

¿Qué significa dejar un país ?

La miopía política es uno de los males más comunes de nuestro siglo. Como dijo Karol G en uno de sus éxitos: “es que te alejaste mucho y yo de lejos no veo, bebé”. Tal cual. Eso nos pasa a todos los que migramos y seguimos con el cordón umbilical enterrado en el vientre de nuestras tierras. ¿Nos nubla la añoranza o nos empodera la travesía? ¿Qué significa entonces esta diáspora en la que nos movemos?

No dejo de replanteármelo todo. Veo las fotos de las manifestaciones en las calles de Venezuela y puedo sentir la furia de un pueblo que retrata la resistencia. Veo un despertar colectivo contra el status quo y la exigencia de respuestas. Veo lo que antes vi en mi México, lo que he sentido en Estados Unidos y lo que he leído de todo Latinoamérica. Y siento orgullo de saber que la jornada de migrar no nos ha podrido por dentro. No somos inmunes ni ajenos. Somos, a pesar de donde estemos.

Luego me avergüenzo.

Me da pena esa mala costumbre que tenemos los de lejos de desengancharnos cuando pasa la tormenta; de entibiar el patriotismo; de la resignación anunciada y de la vida que pasa. Les dejamos la carga a los otros, a los que están allá, a los que no han migrado, y probablemente después de esto lo harán. Confundimos, con más frecuencia de la que me gustaría reconocer, la miopía con la empatía o aceptación.

Sabemos que todo siempre pasa, incluso los nuestros, nosotros y ellos. Quizá lo hacemos para no recordar lo que nos obligó a irnos, cuando en realidad no deberíamos nunca olvidarlo. Y así, si tenemos suerte y privilegio, votamos. Y así, si tenemos fuerza y claridad, peleamos. Y así, si no nos falla la memoria ni nos gana la nostalgia, vivimos. Y así, si no nos traiciona la migrada, resistimos.

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