La niña Fatima, el espejo de México
México es víctima de un inicio de descomposición social por la violencia del crimen organizado. Por la pérdida de los lazos afectivos y sociales que provoca la pobreza. Por la cultura de la impunidad
Cuando parecía que habíamos sobrepasado el umbral del horror, vino el asesinato de la niña Fatima Aldrighett Antón, de 7 años, en la delegación Xochimilco, México, y sacudió a la opinión pública.
Pérdida de valores
Y si bien los sospechosos de secuestro agravado y feminicidio están tras las rejas, está suelta la profunda crisis de pérdida de valores que permite tal barbaridad. Es decir, está suelta la maldad y su hermana tarada, la indiferencia.
Porque en el secuestro, tortura y asesinato macabro de la niñita han convergido muchos de los males que aquejan hoy a México y otros países del hemisferio.
Alguien tiene que prestar cuentas de su negligencia: la escuela dejó ir a la niña con una desconocida. La Fiscalía retrasó la denuncia por más de 24 horas. La familia de la «tuvo que dar toda la información e investigar para hallar el cuerpo de la niña y no las autoridades«, dijo una tía.
La desconfianza, apatía y el «valemadrismo» contaminaron la investigación. Y hay más.
Un zumbido maligno nos indica que cunde esa indiferencia al dolor ajeno, que la solidaridad ya no vende y que la simple decencia básica de la piedad es un anacronismo.
AMLO la «regó»
La respuesta del presidente López Obrador, quien achacó la desaparición de las normas humanas al neoliberalismo, falló. Pero no por equivocarse en su análisis, sino por no expresar su horror humano ante el crimen. Podía haber anunciado su apoyo a la familia. O su determinación de castigar a los culpables. O declarado que no descansará hasta que cesen los feminicidios en México. No lo hizo así.
E independientemente de cuál fue el caldo de cultivo de esta tragedia, en México mueren asesinadas cada día diez mujeres, a manos de parejas, padres, novios o extraños, por su condición de mujeres. A la violencia dentro del hogar se agrega implacable la violencia del narco.
El país vecino está desbordado por los crímenes más funestos, abyectos e indignantes, aquellos ejercidos contra mujeres y niños.
Se trata de una emergencia nacional que requiere utilizar todos sus recursos en contra del feminicidio. Para que se prevenga, solucione y castigue ese crimen.
El que mató a Fátima no sería tan frecuente si las instituciones, incluyendo las policías, le diesen la debida prioridad. Su ausencia significa que quienes pueden combatir la maldad se hacen a un lado, ignorándola.
Un fenómeno internacional
Es cierto que la violencia contra mujeres no es un fenómeno mexicano, sino internacional. Es una demostración de la barbarie a la que ingresamos como sociedad.
Más y más mujeres se están organizando y protestando contra los feminicidios en todo el continente. Es gracias a su acción de protesta y reivindicación que se incrementó la presión para que se destinen los recursos, para que los gobernantes pasen de la protesta de palabra a la lucha en los hechos. Se necesita más presión. Incesante.
Porque esto pareciera un torrente de noticias desesperantes. Una semana atrás, Ingrid Escamilla, de 25 años fue asesinada por su pareja, quien lo confesó en un brutal video dado a conocer, todo ello difundido en los medios con truculencia e insensibilidad por el dolor del prójimo.
Cada caso tiene cara de mujer
Poco antes, Abril Pérez Sagaón fue asesinada a tiros después de de que ella y su hija denunciaron a su marido por intentar matarla con un bate de béisbol. El juez lo dejó libre porque se trataba de violencia doméstica.
México es víctima de un inicio de descomposición social por la violencia del crimen organizado. Por la pérdida de los lazos afectivos y sociales que provoca la pobreza. Por la cultura de la impunidad, por la cual ocho de cada 10 delitos no reciben una sentencia condenatoria.
De ahí que el país se ahoga en violencia y que esta ya es tolerada, soportada o aceptada. Pero eso tiene que cambiar.
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