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La piratería y el cine mexicano

Una semana después de la faramalla de los Oscares, leí un artículo en un periódico nacional donde se hablaba acerca del talento mexicano en el cine hollywoodense.

Se criticaba, entre muchas otras cosas, a los mexicanos por su gusto por la piratería. Se hablaba también la falta de apoyo del gobierno mexicano a sus talentos, lo cual provoca su migración hacia los Estados Unidos; de la casi nula inversión privada en la cinematografía y lo que es peor, de la preferencia de los mexicanos a pagar $0.85 USD ($10 pesos) por un DVD pirata frente a los $7.50 ($90.00 pesos) que implica ir al cine.

Yareli Arizmendi es actriz conocida por su desempeño en Como Agua Para Chocolate, Un Día sin Mexicanos y actualmente su participación en el largometraje América. Ha sido productora “no por gusto, sino porque así ha tenido que ser” aclara, y en su experiencia afirma “la piratería es el curso natural del ser humano cuando algo que le gusta mucho le resulta muy difícil de obtener”.

“La industria cinematográfica, Hollywood para ser específicos, se empeña en mostrarle al público cortos, entrevistas, publicidad, espectaculares de las películas y demás, de tal modo que el público las desea, solo para decirles ‘¿sabes qué? No vas a poder pagar la entrada al cine, mucho menos para tu familia entera… y además ¿sabes qué? Tampoco vas a poder pagar el DVD porque te cuesta igual de caro que ir al cine’”.

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Para Arizmendi, los piratas no son “los malos” de la historia, sino simplemente la naturaleza innovadora del ser humano abriéndose paso para satisfacer su necesidad de recreación, a costa de lo que sea.

Ciertamente existen leyes desventajosas e inflexibles para la cinematografía en México; se menciona que su cine está en una crisis desde hace más de una década en la cual tocó fondo para 1998 con tan solo diez producciones.

La Ley de la Industria Cinematográfica en México operó impertubable por 40 años, lo cual la llevó a finales de 1989 a ser una de las más prolíficas de Latinoamérica con 4,609 películas de 1926 a 1989. A partir de 1990 la iniciativa privada dejó de invertir fondos, las pocas empresas que lo hicieron carecieron del apoyo del gobierno, el cual limitó en 50% el tiempo en pantalla del cine nacional. La crisis económica de 1994 devastó la iniciativa privada lo cual se tradujo en el detrimento aún mas pronunciado de la industria del cine. A la fecha se carece de una ley justa, que promulgue la producción de películas de buena calidad en tierras aztecas, por sus nacionales.

Durante mi vida en México, si acaso mi entonces novio y yo podíamos ir al cine (sacrificando el consumo de cerveza por un mes) mínimo nos gastábamos 200  pesos (18.50 dólares), lo que para nosotros era una verdadera fortuna. Y es que la ida al cine no implica solamente el boleto de entrada, ¡eso sería muy lindo! sino que además hay que pagar estacionamiento, propina para el “viene-viene” (muchacho que “cuida” tu auto y que si no le das propina, te raya el móvil y la jefa), palomitas, refresco y al salir una nievecita. ¡Al cine se va uno a olvidar que vive en la miseria!

Con esa talla de gastos para ir a ver una película que quién sabe si esté buena, muchas de mis amistades incurrieron en la compra de cine pirata. Sin duda hay quienes gustan de la piratería, pero la mayoría de mis amigos, aun prefiriendo ir al cine, al ser estudiantes no podían solventar gastos tan elevados.

Las salas de cine reportan ingresos millonarios, y las leyes los protegen. De cada peso que ingresa a una sala de proyección, 13 centavos le corresponden al productor, entre 20 y 25 al distribuidor y 51 al exhibidor, ¡más de la mitad de la taquilla!. Esto, gracias a la Ley de la Industria Cinematográfica mexicana. Además de quedarse con la mitad del ingreso, las salas inflan de una manera escandalosa los precios de los productos que se consumen en sus instalaciones, haciendo realmente imposible que aquellos con ingresos modestos gusten del placer que la clase privilegiada tiene. Son los exhibidores los principales responsables del poco éxito de taquilla, pues prefieren sangrar los bolsillos de unos cuantos, que renunciar a sus ganancias millonarias abriendo sus puertas al público modesto.

Para Arizmendi, el costo del cine en México es digno de controversia “A veces me pregunto cuando estoy en México y sin afán de ofender… ¿en qué país creen que están?” pregunta al aire y continua “120 pesos, 10 dólares, por entrada para ver una película en 3D, 300 pesos por un DVD original… el poder adquisitivo no es el mismo que el de Estados Unidos, sin embargo los precios son los mismos. No conozco a nadie que prefiera comprar el DVD pirata al de la tienda bonita, oficial y elegante, pero la realidad es que no se puede y como artista, yo no condeno esa decisión”

La actriz compartió también que, si el artista tiene un buen representante y logra un buen acuerdo con las casas productoras, podrán entonces acordar una suma fija de ingreso, que no pasa del equivalente al 3% de los ingresos en taquilla. Por lo tanto, al comprar piratería pocas veces el consumidor afecta a su artista, como lo ha querido hacer ver el gobierno mexicano en campañas publicitarias. Las afectadas son las distribuidoras, las salas de exhibición y las grandes casas productoras.

Para quien no conoce el trasfondo de la piratería, le resulta muy sencillo concluír que los mexicanos no valoramos nuestros talentos y que inescrupulosamente acudimos a los clandestinos puestos de piratería tan pronto como el estreno de una película es anunciado, importándonos un comino el éxito de nuestros artistas. La piratería no es una razón, sino una consecuencia de un conjunto de leyes arbitrarias que privilegian a los favorecidos y generan un abuso en el cual los que más ganan son los exhibidores.

 

Autor

  • Mayra Azanza

    Mayra Azanza nació en León, Guanajuato, México. Ahí estudió licenciatura en mercadotecnia en la Universidad de León. El año 2005 la trajo a Los Angeles desde entonces puso en práctica con entrega total sus intereses artísticos. Escultora de alebrijes de papel maché desde la adolescencia, Mayra ha expuesto con éxito su trabajo en museos de prestigio internacional como el Mingei Museum de San Diego y el MOLAA de Long Beach. Combina la escultura con el periodismo, pasión que ejerce como independiente para diversos blogs y publicaciones. Desde hace un año, Mayra también se desempeña en la televisión como productora freelance para diversos canales de habla hispana en Los Angeles.

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3 comentarios

  1. Es una opinión fuera de lo común, quizá atrevida quizá valiente, pero invita a pensar en los varios argumentos de peso que da la actriz.

  2. Mayra, me da mucho gusto leerte en HispanicLA. Sobre el artículo, has tocado un tema muy controversial. Siempre he dudado de la gestión de los intermediarios quien a la corta y a la larga se llevan el mayor porcentaje del pastel. El día que los Cd se vendan a precio razonable dejo de utilizar páginas como Taringa por ej. El día en que el autor, compositor, se lleve el mayor porcentaje de ese pastel, quizá compre Cd y DVD originales. Mientras, viva el taringaso. Sobre la venta de, pues pienso como Yareli Arizmendi. Felicitaciones por la nota.

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