Las Diez Plagas de Los Angeles
¿Sintió el temblor del domingo? Una de las plagas de Los Angeles.
Yo no lo sentí, pero Celia y mis hijos Mark y Jeremy sí. Inmediatamente nos enteramos que es de magnitud 5.7. El epicentro fue en Ocotillo, a 85 millas de San Diego. Llamamos a mi hijo Uri que estudia allí; un espejo colgado de la pared se había movido, dijo, pero nada más. Luego nos enteramos que el partido de los Padres con los Blue Jays tuvo que interrumpirse brevemente.
Réplica de otro temblor
Fue una réplica del terremoto de 7.2 en Mexicali que en abril sacudió el rascacielos donde reside La Opinión como un junco.
Alguien escribe en Twitter : «Por favor, basta de moverse… Me tengo que ir de California’… ¡me tengo que ir de California!»
Pero un minuto después volvemos a nuestras rutinas. Si ha temblado no me acuerdo. Que la vida continúa, que no se puede hacer nada…
Un vistazo de último momento en el sitio de internet del Servicio Geológico nacional es sucinto: hace 11 horas, otro de 4.5; otro de 4.3 puntos. En la última hora hubo 22, y revoloteando por encima de los datos está la advertencia de los geólogos sobre la inevitabilidad del «Big One».
Y entonces, los incendios
Y cuando no es un terremoto, son incendios forestales en el verano, y deslizamientos de lodo, árboles, rocas, y a veces casas y la gente que vive adentro, en invierno.
En julio de 2006 más de 140 personas murieron como consecuencia de la ola de calor. En febrero del año anterior, nueve fallecieron por las tormentas y deslaves; el 10 de enero de 2005, 10 murieron en La Conchita, al norte de Los Angeles, y en octubre de 2003, 15 murieron en el incendio Cedar y 2,200 casas fueron destruidas.
Es que, como dice el tango, vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos». El Gran Merengue se llama el sur de California, con sus no-sé-cuantos millones de residentes en una franja contínua de urbanizaciones que es, de lejos, la más extensa del mundo, y justo sobre una falla telúrica.
Además, una ola de calor
Parecería que las Diez Plagas se juntaron sobre Los Angeles, pero no de una sola vez como las bíblicas, sino de manera permanente. Están para quedarse.
La lista de grandes desastres de FEMA en California parece una enumeración del Apocalispsis: el 8 de marzo, «severas tormentas, inundaciones, corrimientos de detritus y lodo»; el 18 de noviembre del 2008, incendios forestales, al igual que el 24 de octubre del año anterior, y una «severa helada» en marzo del 2007.
Y frente a esto surge la pregunta ineludible: sabiendo que los desastres están para quedarse ¿por qué no nos preparamos mejor?
Porque, preparados, no estamos. Aunque tenemos como en el cuento de Poe, un péndulo afilado que nos empuja a un pozo, que levante la mano quien tiene un equipo de supervivenci. Muy pocos.
Por qué no nos preparamos
Según una encuesta de Trusted Choice del 05/28 los estadounidenses están pobremente preparados. Sólo el 22% lo están. El 68% no hizo un inventario ni sacó fotos de sus pertenencias. Dos de cada tres propietarios no reforzaron las estructuras de sus residencias.
Cal EMA, la agencia estatal para preparativos de emergencia, se queja de que pocos hacen de los tres galones de agua por persona por día recomendados.
Según otra encuesta, en enero, de CBS, el 59% de los californianos cree que el gobierno no está listo para un desastre mayor, y que es muy probable que éste sobrevenga pronto.
Las cosas no cambian por más plagas de Los Angeles que nos azoten. Un estudio de 2006 del Insurance Information Network of California sobre los californianos arroja que su motivación para confrontar los desastres es casi nula: 22%.
Con la acumulación de información, uno pensaría que los gobiernos locales harían absolutamente todo para garantizar las vidas de los habitantes.
Las próximas plagas de Los Angeles
Pero parecería que sucede lo contrario. En vez de subir, el presupuesto estatal de emergencias, de $1,400 millones, baja. Y los intentos del gobernador Schwarzenegger de aumentar tarifas para financiar el rubro carecen de apoyo. Los ruegos de jefes de departamentos de Bomberos a los legisladores no los impresionaron.
Sabiendo que una calamidad es no sólo posible sino probable, sería bueno que le prestáramos atención, que nos enteráramos y demandáramos de nuestros gobiernos hacer lo propio. Después de todo, lo último que nos podrán decir es que fueron sorprendidos.
En la foto: Vehículos atrapados en el freeway 5 al norte de Sylmar, 1994. / Foto: Brant Ward