Los vértices del triángulo de odio en Estados Unidos

Con el apoyo de millones de estadounidenses, existe en los medios, en las milicias armadas y en los políticos

Históricamente, el nivel de odio imperante actualmente en la derecha estadounidense y su identificación con el supremacismo blanco proviene de la idea prevalente en expertos demográficos de que los blancos dejarán de ser la mayoría de los residentes de Estados Unidos en pocos años. Es decir, que perderían sus privilegios.

Los supremacistas que apoyan soluciones violentas están hoy representados en los gobiernos estatales y el federal, especialmente en el Congreso. En los medios. Son cada vez más poderosos. Y el gobierno federal no ha cumplido su tarea de neutralizarlos, como lo hemos visto en su capacidad de penetrar el Congreso el 6 de enero de 2021. Los enemigos de la democracia han sido relativamente ignorados.

Ante esa inacción son pocas las organizaciones, medios e individuos comprometidos a detenerlos. Y así, la influencia de los promotores del odio es cada vez más poderosa.

Existen en tres ejes, unidos por un apoyo irrestricto de millones de estadounidenses. En los medios, en las organizaciones paramilitares o milicias armadas y en los políticos en el ámbito nacional y estatal. 

Los medios

En nuestro país, los soldados del odio están concentrados en medios de comunicación masivos como la cadena de cable Fox News, especialmente en un grupo minúsculo de comentaristas millonarios como Tucker Carlson y Sean Hannity. Los documentos publicados hace pocas semanas, como parte de la demanda de Dominion contra Fox News –antes de que llegara a un acuerdo que le dio fin– reveló el cinismo de muchos de ellos, que descreían de la afirmación de fraude electoral en 2020 y sentían repulsión por Donald Trump. 

El proceso que protagonizó Fox News hasta el día de hoy tiene sus antecedentes en otros medios creados para generar desinformación y teorías conspirativas, como World Net Daily (WND), fundado en 1997. O el patriarca de las teorías conspirativas, InfoWars, a partir de 1999, de la mano del vendedor de suplementos vitamínicos Alex Jones. 

Los paramilitares

Un segundo lugar origen del odio es en las organizaciones semi y para militares que pululan en todo el país, y que contrariamente a lo que dispone la ley, son tolerados por las autoridades. 

Es un cuadro más complejo que el de los medios, por la diversidad de organizaciones y el diferente grado de coordinación, ya que si no contamos a Trump como potencialmente su comandante, carecen de una estructura de mando única. Merece más detalle.

Son los que aparecen armados hasta los dientes en protestas de las comunidades contra la violencia policial o cualquier otra causa “liberal”. 

Son un ejército en espera. 

Durante el ataque al Congreso del 6 de enero de 2021, algunos de sus efectivos penetraron el recinto armados y con instrucciones de localizar y asesinar al entonces vicepresidente Mike Pence y a la presidenta de la Cámara Baja Nancy Pelosi.

El Servicio Secreto, consciente de lo que pasaba, lo ocultó, aunque algunos agentes trataron de meterlo a un vehículo y retirarlo del recinto, lo que hubiese terminado con el proceso de verificación de los votos y certificación de Biden como ganador de la presidencia. 

Decenas de ellos –miembros de los Oath Keepers en su mayoría– están siendo juzgados por su papel en el ataque. 

Jason Dolan, un ex miembro de los  Oath Keepers –un movimiento calificado por la Liga Contra Difamación (ADL) como “movimiento racista, xenófobo, extremista, antisemita, antiislámico, antiinmigrante y violento”, dio su versión de los eventos del 6 de enero en el actual juicio por conspiración sediciosa del líder de la organización, Stewart Rhodes, y le dijo al jurado que el grupo imaginó una batalla que estallaría en Washington ese día entre las facciones leales a Trump y otras leales a Biden.

Los grupos extremistas son alrededor de 500 –488 detectados en 2021, 566 en 2020– de los cuales aproximadamente un centenar son milicias, unos 75 son grupos de ideología de “ciudadanos soberanos”, que desconocen la autoridad del gobierno federal . El resto son principalmente grupos propagandistas conspirativos. Según el Southern Poverty Law Center, que entrega estos números, el descenso en ellos no significa que se debilitan sino que experimentan movimientos de cohesión y compases de espera. Al contrario, su actividad es cada vez más abierta y enfocada en temas como “las regulaciones de COVID-19, el plan de estudios de las escuelas locales, el fraude electoral de la Gran Mentira, la seguridad fronteriza y varios avances tecnológicos como 5G servicio celular”.

Sus orígenes

Las organizaciones armadas emanan del autodenominado Movimiento Patriota, término iniciado en 1994 en respuesta a medidas de la Administración Clinton para limitar la tenencia de armas de fuego en manos de la población. 

Si bien inicialmente era puramente supremacista blanco, la militarización y el enfoque anfigubernamental incidieron en que gradualmente sus filas han estado abriéndose a miembros de otras razas. 

Un ejemplo de un ideólogo pero no afiliado del movimiento, Stephen Miller, que es judío.  O Enrique Tarrío, el comandante de los Proud Boys, que es afrocubano. 

De las unidades hoy activas destacamos a este último grupo, así como los Oath Keepers, los Three Percenters, United Patriots, y grupos estatales como la Milicia de Michigan, la Milicia de Infantería Liviana de Idaho, la Milicia de Montana. 

Ideológicamente, también provienen del Tea Party, organización no vertical creada alrededor de 2006 y que cobró popularidad durante la presidencia de Obama como movimiento contra el primer presidente negro.

Sus motivaciones

Sus principios cambian con el tiempo. Hace pocos años todavía se centraba en que Naciones Unidas prepara un ejército para invadir y ocupar Estados Unidos y esclavizar a sus habitantes. Recordamos entre muchas otras ideas de conspiración la creencia de que la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) construye campos de concentración; rumores de planes encubiertos de México para reconquistar el suroeste de Estados Unidos, o  la ansiedad de que la ley Sharia se convierta en parte del sistema judicial. Su crecimiento fue alimentado por el sitio de la sede irredentista en Waco, Texas, en 1995, por la presidencia del afroamericano Barack Obama a partir de 2008, por el incremento de la inmigración indocumentada de no blancos. 

Y entre 2012 y 2018 pulularon las milicias fronterizas organizadas en el Sur del país dedicadas a documentar, hostigar, detener y perseguir a migrantes indocumentados y grupos de ayuda humanitaria. Lo hicieron con el acuerdo de la Patrulla Fronteriza.

Los políticos 

En febrero de 2022, dos congresistas republicanos, Marjorie Taylor Greene y Paul Gosar, participaron en una conferencia anual de supremacistas blancos y antisemitas.

En esa ocasión, el liderazgo del partido los criticó enérgicamente. 

No hay lugar en el Partido Republicano para los supremacistas blancos o el antisemitismo”, dijo el líder de la minoría del Senado, Mitch McConnell.

Críticas similares vinieron de Kevin McCarthy, entonces el líder de la minoría republicana en la Cámara de Representantes. 

El mismo Steve Scalise, quien 20 años antes asistió a un evento organizado por una organización nacionalista blanca, por lo que poco después se disculpó, los criticó. 

El evento había sido organizado por Nick Fuentes, un neonazi que dirigió la Manifestación de Unite the Right en Charlottesville, Virginia en 2017, y que fue boicoteado por el mundo político estadounidense. 

Después de las elecciones 

Pasaron 14 meses. Hoy, McCarthy es presidente de la Cámara Baja, retomada por su partido. Para lograr su confirmación se alió con el ala extrema del partido, donde además de Gosar y Greene hay 14 miembros de similar ideología. Greene está ahora aliada con McCarthy y es una de las personas más influyentes en el partido. 

A Nick Fuentes, Donald Trump lo invitó a cenar en su mansión de Mar-a-Lago, Florida, junto con otro antisemita declarado, el cantante Kanye West.

Los extremistas que comenzaron a llegar al Congreso hace diez años ahora son legión en Washington. Más todavía en las Legislaturas estatales y las gubernaturas: en Florida, Texas, Arizona y otros. Su caballito de batalla es la crisis migratoria en la frontera, su ofensiva para prohibir el aborto en todo el territorio estadounidense, su reforma “educativa” que hace desaparecer el movimiento por los derechos civiles y su ideario, una fiebre religiosa y más. 

Junto con los medios extremistas y las milicias armadas, son el triángulo de choque de la extrema derecha en Estados Unidos.

Los ausentes federales 

La lógica señala que ante el aluvión de atentados políticos y la multiplicación de unidades subversivas armadas, debería haber un aparato policial federal adecuado dedicado a combatirlos. La lógica dice que defender los derechos civiles de la población debe ser la primera prioridad de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), que es la policía nacional.

La verdad es que para la FBI los crímenes de odio y el resto de las violaciones de derechos civiles están en el sexto lugar de las prioridades, de diez, al cual descendieron hace un par de años para priorizar la lucha contra los crímenes en línea.

Y cuando se inician, las investigaciones tienden a centrarse estrictamente en un ataque o atacante en particular. 

Para empeorar las cosas, el Departamento de Justicia remite la gran mayoría de las investigaciones de delitos de odio a las fuerzas del orden público estatales y locales sin ninguna evaluación federal para determinar si los perpetradores son parte de un grupo violento de extrema derecha más grande, lo cual lo obligaría a encargarse de resolver los crímenes. 

Los que luchan 

Esto deja el combate al extremismo armado en manos de unos pocos, que investigan, publican y denuncian, como la Liga Contra la Difamación (ADL), el Southern Poverty Law Center 

A su vez, tienen aliados inesperados: “desertores” de las milicias que cambiaron a tiempo de idea y ahora las rechazan, como la organización Life After Hate, cuyo sitio razona que “eventualmente aprendimos que esta forma de pensar (extremista) es contraproducente, agotadora y peligrosa. Y nos estaba costando mucho más de lo que estábamos dispuestos a pagar”.

Hay de hecho grupos de apoyo en cada estado. Algunos que confrontan directamente a los ejes del odio. Otros, como este medio, simplemente publican información relevante y fidedigna. 

Están las instituciones académicas que estudian, como si fuese un tratado histórico, a los elementos subversivos. Como la Organización para la Prevención de la Violencia.  O el Instituto de Defensa y Amparo Constitucional en la Facultad de Derecho de Georgetown, que publicó una guía práctica sobre cómo defenderse si aparecen milicias en centros de votación para hostigar a los votantes de color. 

Son pocos e insuficientes. Son una escasa respuesta, ahora que los tres vértices del odio se están uniendo atenazando el cuello de la democracia estadounidense. Coordinando, acercándose, aliándose. 


Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.

Autor

  • Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito. Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio. -- Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then. Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

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