México Político: Diez años que conmovieron a México

***En esta entrega de cierre de año 2010, me permito el atrevimiento de parafrasear aquel titulo de la gran crónica de John Silas Reed Los diez días que conmovieron al mundo (texto que por cierto fue prologado por el propio Vladimir Ilyich Ulyanov, Nikolay Lenin), para hacer una reflexión sobre los diez fatídicos años que hemos padecido en México con los dos gobiernos panistas encabezados primero, por Vicente Fox y después, por Felipe Calderón.

Sin duda, el evento que más conmovió a México en este último decenio, fue el incendio de la Guardería ABC en el estado de Sonora, con el terrible resultado de 49 niños inocentes muertos por asfixia y quemaduras, y otro tanto más, que quedaron con lesiones que perdurarán toda su vida.

Este asesinato de 49 criaturas no tuvo justicia, el gobierno federal encabezado por Felipe Calderón, hizo caso omiso a la justicia reclamada por los padres de los infantes y por la sociedad misma y el silencio prevaleció en todo momento porque el señor de los Pinos, siempre estuvo más preocupado por jugar al “G.I. Joe”, que por salvaguardar el bienestar de las familias mexicanas.

La complicidad y el cinismo fueron los principales elementos de respuesta a esta triste tragedia. Más de una ocasión, las lágrimas brotaron de las personas que se solidarizaron con el reclamo de justicia, justicia que por cierto nunca llegó…

La herida de los 49 infantes muertos por la negligencia y cobijo de un gobierno corrupto marcarán los diez primeros años de este México.

Pero también, recientemente la madre de una hija asesinada en agosto de 2008, Marisela Escobedo, fue ejecutada de un tiro en la cabeza frente al palacio de gobierno de Chihuahua; días antes doña Marisela había expresado que no cesaría su reclamo de justicia, sólo podrían acallarla quitándole la vida, pero eso tendría que ser frente a la casa de gobierno para que así, las autoridades sintieran vergüenza; sin embargo, la muerte la alcanzó y las autoridades (local, estatal y federal) no se inmutaron en lo más mínimo y mucho menos sintieron vergüenza, al contario, dejaron al resto de la familia de doña Marisela, vulnerable a las amenazas de muerte en su contra, tanto así, que tuvieron que migrar (huir) hacia los Estados Unidos para encontrar la protección que su país no es incapaz de brindar.

Sin duda, la sangre, el dolor y la insensatez marcarán el sexenio de Felipe Calderón; pero no olvidemos que en el año 2000 llegó a la presidencia un hombre al cual se le confió el rumbo del país bajo el amparo de haber logrado echar a la calle al PRI, Vicente Fox Quezada, primer presidente de México que no venía de las filas del partido hegemónico.

Así, el año 2000 queda en la historia como el año que determina un paso importantísimo hacia la madurez política de nuestro país; sin embargo, pocos imaginaron que sería el mismo Fox el encargado de echar por la borda todos los triunfos democráticos para fortalecer las estructuras añejas y retrogradas del priísmo tradicional.

El sexenio de Vicente Fox es notorio por su primitivismo y salvajismo mezclados. La ignorancia política de Fox, sembró las semillas de lo que sería diez años después este país: el México de nadie, el México del crimen organizado.

Fox nunca se bajó del papel de candidato, nadie lo enteró que era el presidente de México, cometió pifias como dotar de computadoras a escuelas que no contaban con energía eléctrica, mandar a un “chiquillo” a la escuela en una población donde no había escuelas, en fin… pero lo más grave fue que debilitó y corrompió las estructuras de seguridad del país y prostituyó el sistema electoral.

Joaquín Guzmán Loera conocido como “El Chapo” fue mañosamente liberado del penal donde se encontraba recluido, a la fecha (por alguna extraña razón) “no han querido recapturarlo”. Vicente Fox desdeñó el poder del crimen organizado y se beneficio de él.

Del “Chapo” se dijo que ya era leyenda, que era un narcotraficante sin poder, sin embargo, al tiempo, la revista FORBES lo colocaba como uno de los hombres más ricos de México, mientras que el gobierno de Estados Unidos ofrecía una jugosa recompensa por su captura.

Fox simplemente ignoró los hechos, manteniendo en sus cargos a Medina-Mora y al temible García Luna, este último tejiendo desde aquel tiempo su telaraña de corrupción.

Los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez se dieron en abundancia en el sexenio del salvaje y torpe Fox, quien por supuesto no prestó atención a los feminicidios ya que más tarde lo entendimos, para Vicente Fox la mujeres no tenían más valor que el ser “unas lavadoras de dos patas”, o también recordar que Fox sostenía que los ciudadanos no deberíamos leer periódicos, él mismo reconoció que no lo hacía. Después conocimos su nivel de ignorancia confundiendo nombres de escritores, tocando monumentos históricos y sagrados en China, etc., etc., etc.

Pero hoy se sabe que el verdadero poder lo ostentaba su esposa, la ambiciosa Marta Sahagún, era ella quien recibía a los secretarios, atendía las solicitudes de audiencia, decidía quien podía entrevistarse con el presidente, etcétera. En resumen, Marta Sahagún era quien tomaba las decisiones de gobierno y de Estado.

Fox sólo fue un mandilón de pacotilla que en todo momento vivía (o dormía) balo los efectos de Prozac. Mientras tanto el país comenzaba a derruirse gradualmente.

A diez años del primer gobierno panista, todo parece indicar que Fox y Calderón le temen a la izquierda, pero más al poder de los ciudadanos. Quizá porque siguen pensando que la izquierda es aquella nostalgia marxista mal enfocada por los gobiernos de la guerra fría. Tanto Fox como Calderón, le han hecho un daño irreparable a la estructura democrática del México.

El primero recientemente reconoció que cargó los dados en su sucesión presidencial. Primero quiso aniquilar a Andrés Manuel López Obrador con el desafuero el cual tuvo que recular, y el segundo, corrompiendo al principal partido político de izquierda y dejando todo en bandeja de oro para que regrese el PRI.

Pero en suma, a ninguno de los dos gobiernos se les puede reconocer beneficio alguno para el país. No hay absolutamente nada.

Aquellos mexicanos que sentimos júbilo la noche del 2 de julio de 2000 porque se había terminado la era del PRI, nos cegamos y no vimos que pasamos de lo malo a lo peor, a lo nefasto, a lo podrido.

En diez años no hemos podido crecer, no tenemos ningún logro que presumir. La madurez electoral hoy es cuestionada en todo momento por la parcialidad de acción del IFE. La Suprema Corte de Justicia nos ha dado lecciones de cómo proteger a gobernadores pederastas.

El periodismo que se supone tiene mayores niveles de libertad de expresión, hoy paradójicamente tiene a México como uno de los países más peligrosos para ejercer la profesión periodística. La violencia es el pan nuestro de cada día, todos los mexicanos –todos– tienen un crimen que contar, nadie está seguro ni en su propia casa. Mientras tanto en las esferas de poder nos quieren convencer de un país mágico y distinto a México.

El 24 de diciembre Felipe Calderón transmitió un mensaje televisivo a nivel nacional, donde lejos de desear parabienes, se mofaba de los ciudadanos mexicanos, deseaba alegría y felicidad, pero dudo mucho que estuviera pensando en los padres de los niños muertos en la guardería ABC, en los padres y familiares de los estudiantes muertos en la entrada del Tec de Monterrey, en la familia de los mineros que no quisieron rescatar, en los padres de los niños Almazán, en los miles de trabajadores de Luz y Fuerza del Centro que perdieron su trabajo, en los trabajadores de Mexicana de Aviación, en las familias de San Martín Texmelucan que perdieron su casa por una explosión de PEMEX, en las familias de migrantes centroamericanos que se convierten en esclavos al ingresar a nuestro país, en la familia de doña Marisela Escobedo, en la señora Wallace de Miranda que les tuvo que hacer su tarea y a la fecha no encuentra el cadáver de su hijo, en los miles de ciudadanos secuestrados por su mafioso secretario de seguridad pública García Luna, en todos los “ponchis” del país producto de su estúpida guerra…

Pero no hay respuesta… y lo más seguro es que no la haya.

Por lo pronto los ciudadanos tenemos frente a nosotros mismos el reto de organizarnos (si el gobierno no se organiza nosotros sí lo haremos). Comencemos por fortalecer nuestra educación, nuestra participación política, nuestro seguimiento a la finanzas públicas, nuestra obligación de respetar los derechos fundamentales. Los mexicanos tenemos la oportunidad de comenzar a corregir una década de estupidez e ignorancia.

Basta ya de partidos políticos abusivos y corruptos, basta ya de una planilla de 500 diputados que no asisten a las sesiones y cobran como reyes del Medioevo, basta ya de diputados delincuentes, basta ya de secretarios corruptos y mafiosos, basta ya de jueces corruptos, basta ya de la malversación de fondos, basta ya de finanzas vulnerables, basta ya de tanto miedo, basta ya de tanta violencia, basta ya de tanto robo de autos y casas, basta ya de presidentes tontos y mediocres… basta ya.

juanjosesoliss@gmail.com

Autor

  • Juan Jose Solis

    Juan José Solis Delgado (Ciudad de México, 1973) Es licenciado en Comunicación Social por la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco. Cursó estudios de Economía en la UAM-I. Tiene un diplomado en creación literaria por la Universidad del Claustro de Sor Juana. Cuenta con una especialidad en Desarrollo de Habilidades Docentes por la Universidad Tecnológica de México y cursó la maestría en Comunicación en la Universidad Iberoamericana, especializándose en la comunicación política. Por más de 12 años ha trabajado como productor y locutor de radio en emisoras como Radiofórmula, Cambio 1440, Radio Capital, Radiorama y ABC Radio. Ha sido coordinador de producción en programas de televisión en las empresas Televisa y Tv Azteca. Ha sido responsable de la Comunicación Social de la Subprocuraduría de Justiticia del Estado de México sede en Tlalnepantla. Fue coordinador de comunicación social en campañas políticas en las elecciones federales intermedias del 2003. En el campo editorial, se desempeñó como Director Editorial y editor responsable de la revista Alas de papel de Editorial Noctua. También ha laborado como docente en diversas instituciones de educación superior, como la Universidad de la Comunicación, la Universidad del Claustro de Sor Juana, la Universidad Tecnológica de México y actualmente en Escuela de Periodismo "Carlos Septién García" y en la Universidad Iberoamericana. Su principal afición es la lectura y en particular las novelas de escritores iberoamericanos. Sus autores favoritos son Mario Vargas Llosa y Juan Carlos Onetti. Actualmente está encargado de la difusión de la investigación en la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.

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15 comentarios

  1. Recuerdo que en el 2006, previo a las elecciones presidenciales platicábamos en algunas clases de corte sociológico y político, sobre la falta de sangre que le hacía falta a México. Nuestro argumento fantasioso y sarcástico se refería a que los países (no todos) que se vieron involucrados en Guerras Mundiales y conflictos bélicos similares, lograron un equilibrio democrático, una ideología de consciencia cívica en sus habitantes, un criterio más amplio ante las situaciones donde la unión ciudadana y la voz del pueblo si son escuchados y en algunos casos el patriotismo puede más que los desmedidos vicios del hampa.

    Al parecer nuestro deseo de ver sangre en México se hizo realidad, pero por desgracia no fue por defender nuestra soberanía y luchar por ser independientes ni por un desastre natural como el sismo de 1985, ni por pelear la tierra que sigue sin ser de quien la trabaja.

    En el último capítulo del año que se emitió del programa «Tercer Grado», uno de los comunicadores, no recuerdo si fue la muñequita Loret de Mola, dijo que «Afortunadamente no se había cumplido la profecía ‘1810/1910/2010’. Yo diría que si. Sólo que esta vez no ha sido una lucha cuyo objetivo involucre a los intereses del pueblo, como seguramente no lo fueron las luchas anteriores. Probablemente la diferencia es que hace cien y doscientos años la historia la escribían unos cuantos a su modo y conveniencia. Hoy día la historia la redactamos todos (a nuestro modo y conveniencia también) pero la gran diferencia radica en que esa información está al alcance de más personas. Lo que permitirá que se repita el capítulo de los movimientos armados cíclicos es la conformidad con la que ha sido contaminado el pensar del pueblo mexicano. La pérdida del patriotismo cuyo desvanecimiento se lo debemos al arduo trabajo que Vicente Fox emprendió con aquellas dosis de «humor involuntario» con las que convirtió la investidura presidencial solemne y respetada en un traje de bufón. Y en Estados Unidos a pesar de que George Walker Bush hizo algo similar con el puesto, gracias a lo bien afianzado que ha estado el patriotismo de los gabachos, Barack Obama sólo tendrá gente que no coincidirá con sus ideas, pero jamás gente que le odie tanto como se lo ha ganado a pulso Felipe Calderón.

    Al final la sangre sigue corriendo a chorros y no deseo ver qué sucederá cuando en la Capital, mi querido D.F., cuando las balaceras entre «narcos» y federales (o militares) comiencen a ser pan de cada día, como por desgracia lo es la inseguridad (delincuencia «común» como asaltos y esas cosas…) como parte de una rutina que nos ha invadido cual virus sin cura.

    Antes se hablaba de que el cambio está en nosotros, pero a estas alturas ese cambio de mentalidad puede ser truncado por una bala disparada por ese alguien a quien el cambio le viene valiendo madre, siempre y cuando tenga una buena troca, corridos a todo volumen y un par de ‘viejas’ en cada lado.

    Ese es el México del Bicentenarco. Donde lo que hace 6 años nos pudo haber arrojado resultados con mayor profundidad (Un proyecto alternativo de nación) nos va a costar (sin tomar en cuenta los caídos que van y se siguen sumando) el cuádruple para lograr tan siquiera sembrar la semilla en la mente de las generaciones que ya crecen con un contexto rojo sangre.

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