Mirando al Sur: ¡Arriba las manos!

No terminaba de disiparse el humo de las balas disparadas por un enajenado en Tucson cuando en las mentes de muchos se aceleraba la idea de comprar un arma… ¡exactamente igual a la usada por el asesino! Una nota informativa nos dijo, unos cuantos días después, lo siguiente:

“En ese territorio (Arizona) dos días después del tiroteo se vendió un 60 por ciento más de armas de fuego en comparación con igual jornada del 2010, mientras la media nacional fue un aumento del 5 por ciento. Michael Swanson, vendedor de armas en Tucson, dijo que uno de los modelos por el que más han preguntado es la pistola semiautomática Glock 9 mm, la misma que, de acuerdo con el FBI, fue usada por Jared Lee Loughner para disparar a las personas que se encontraban en el evento”.

Y ese mismo comerciante también informó que varios de sus clientes le dijeron que se apresuraban a comprar un arma ante el temor de que la tragedia fuera motivo de una restricción del gobierno federal en la venta de armas de alto poder.

Ese “temor” viene de un supuesto deseo de Barack Obama y algunos legisladores demócratas de revivir la prohibición de vender y usar armas de asalto que impuso el presidente Bill Clinton en 1994 y que diez años después el peor habitante de la Casa Blanca que hayamos podido imaginar, George W. Bush, dejó que expirara ante, primero, las presiones y después los aplausos de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), que aporta enormes cantidades de dinero a las campañas electorales de candidatos, especialmente del Partido Republicano.

Las armas de asalto son, sobre todo, fusiles militares como el estadounidense M-16 o el ruso Kalashnikov, conocido también como AK-47, entre otras. En su versión civil, son modificados para que no sean totalmente automáticos, sino semiautomáticos, es decir, que no disparen ráfagas sino un tiro a la vez.

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Pero, como para compensar esa restricción, no se limita la venta de cargadores de alta capacidad. El arma que usó el asesino de Tucson es una pistola, pero la usó con un cargador que almacena hasta 33 balas 9mm. Con un solo cargador asesinó a seis e hirió a catorce.

Clinton impuso, con una orden ejecutiva, un veto a 19 tipos de armas de alto poder como respuesta a varios tiroteos sangrientos con estos fusiles, entre ellos uno en un edificio público de San Francisco en 1993 que mató a 8 personas y dejó heridas a otras 6 y a varias masacres en escuelas, cometidas por menores de edad con ese tipo de armas.

Aun así, la medida de Clinton no evitó la peor tragedia de este tipo sucedida en una escuela, la secundaria Columbine en Colorado; fue uno de los casos más sonados pues en él dos adolescentes, de 18 y 17 años de edad, armados con dos escopetas, una de ellas recortada, una carabina Hi-Point 995 semiautomática de calibre 9 mm, una pistola Tec 9 semiautomática de calibre 9 mm y varios dispositivos explosivos caseros, asesinaron a 15 personas (12 alumnos y un profesor) e hirieron a 24 alumnos, antes de suicidarse allí mismo.

Empatados con México en ajusticiados

Según los que han estado contando los muertos que ha causado la lucha del presidente mexicano Felipe Calderón contra el crimen organizado, ya han muerto 35 mil personas en menos de cuatro años. Eso a todos nos parece monstruoso y de inmediato concluimos que en pocos países pasa tamaña barbaridad. Si, en pocos, pero entre ellos está el civilizado, moderno y democrático Estados Unidos. De hecho, podríamos declarar un empate en cantidad de muertos en ambos países vecinos. Veamos:

La “Brady Campaign to Prevent Gun Violence” informa en su página Web que en Estados Unidos mueren cada año 9,484 personas a causa de las armas de fuego, lo cual nos da un total de 37,936 muertos en los últimos cuatro años. Creo que hasta es posible que Calderón quede en segundo lugar.

Como dato comparativo, la misma fuente cita que anualmente mueren 17 personas -¡diecisiete!- en Finlandia, 35 en Australia, 39 en Inglaterra, 60 en España, 194 en Alemania y 200 en Canadá.

Volviendo a  Estados Unidos, hay que aclarar que si en México la gran mayoría de los muertos son criminales y no pocos son policías y militares, en Estados Unidos, en cambio, la inmensa mayoría son civiles que fallecen a tiros “nomás porque sí”. En esos 37 mil muertos no hay militares porque Estados Unidos manda a sus soldados a morir pisando suelo ajeno.

No tengo a la mano el dato de cuántos heridos ha dejado la misma guerra calderoniana. Pero en Estados Unidos la “Brady Campaign” nos dice que la sagrada libertad constitucional estadounidense de usar las armas que a cada quien se le antoje provoca un total de, léanlo ustedes despacio para que lo asimilen: 97,820 personas heridas cada año, cuyas secuelas físicas, morales y económicas son muy difíciles de evaluar.

En Estados Unidos, la posesión y uso de armas es un derecho constitucional y una característica de la sociedad estadounidense que se parece mucho a un dogma. ¡Ay de aquel que se atreva a cuestionarlo! Y tal vez no sea necesario llegar tan lejos. El asunto podría ser tan simple como pensar que no estamos en 1787, cuando se promulgó la Constitución de Estados Unidos, y pensar con una mente del siglo XXI… y, sobre todo, sacudirse la influencia de la Asociación Nacional del Rifle y de las poderosísimas industrias fabricantes de armamento.

Que dice la Constitución

La controversia no radica en lo que dice la Segunda Enmienda de la Constitucion de Estados Unidos, sino en lo que quiere decir:

A well regulated militia being necessary to the security of a free State, the right of the People to keep and bear arms, shall not be infringed.

Traducida al español, la Segunda Enmienda nos dice que «Siendo que una milicia bien preparada es necesaria para la seguridad de un estado libre, el derecho del Pueblo a tener y portar armas no será vulnerado».

Quienes defienden el derecho a “tener y portar armas” sin ninguna limitación entienden que el texto se refiere a una facultad que se le concede a los habitantes. Así y nada más.

Pero hay quienes piensan que “una milicia bien preparada” se refiere a un ejército al servicio del pueblo que requiere de armas para la defensa de los habitantes de la nación. Estos son los que creen –como yo- que sin coartar el derecho a poseer un arma, debe haber ciertos reglamentos limitantes.

Si el derecho a la posesión de armas según la mentalidad que imperaba en los nacientes Estados Unidos, consistía en la libertad irrestricta de los individuos para poseer y usar armas con fines defensivos, deportivos y de cacería como medio de supervivencia, ¿es lógico pensar que hoy en Estados Unidos se necesita sobrevivir por medio de la cacería? El mundo de hoy no es como el de antes, y en Estados Unidos aún menos.

¿Es lógico pensar que un arma “para cacería” puede ser comprada por un desquiciado que no está registrado en ningún club de caza o de tiro al blanco? ¿Es lógico pensar que una enmienda constitucional pensada para un mejor vivir sirva para un mejor morir de miles de inocentes?

Los partidarios de las armas no dan respuesta a lo anterior y simplemente siguen adelante en su enfermiza posición.

Así como aumentaron las ventas de armas en Arizona después de la matanza de Tucson increíblemente también aumentaron las disposiciones para hacer todavía más libre y fácil la compra y posesión de armas de fuego en el estado.

Colección de absurdos

Lean esta lista de absurdos para que vean hasta donde llega la cerrazón mental de estos individuos:

Absurdo 1: El obsesivo autor de la Ley Arizona SB1070, Russell Pearce, envió un memorándum en su calidad de nuevo presidente del Senado estatal, autorizando a todos los senadores a portar armas en el interior del recinto durante las sesiones legislativas. Le vale que exista una prohibición oficial de portar armas en lugares públicos y oficinas de gobierno.

Absurdo 2: El legislador republicano Jack Harper acaba de proponer una nueva ley para que los maestros de universidades y colegios de educación superior puedan portar armas en los salones de clases.

Absurdo 3: Los sucesos recientes reabrieron debates acerca de dos leyes aprobadas por los legisladores de Arizona el año pasado: la que permite a mayores de 18 años portar armas a la vista y eliminó la obligación de recibir entrenamiento para autorizar su compra y la que autoriza a los departamentos de policía municipales a revender las armas de fuego que confisquen (ambas de la autoría del señor Pearce).

Absurdo 4: A mediados de enero de este año, la policía desbarató una banda de traficantes de armas que se dedicaban a surtir a los cárteles de las drogas mexicanos. Las compras las hacían, una por una, en armerías de Arizona con absoluta libertad diciendo que eran para su uso personal. De ese tamaño es la falta de control en la venta de armas.

Según la “Brady Campaign to Prevent Gun Violence”, en Estados Unidos se venden cada año unos 4.5 millones de armas nuevas, de las que dos millones son pistolas y revólveres y los demás son rifles y fusiles. Además, se venden anualmente unos dos millones de armas usadas. A más de ese comercio constante se calcula que existen unos 283 millones de armas en manos de civiles en Estados Unidos. Y el control y supervisión sobre esas armas nuevas y existentes es prácticamente nulo.

El sitio equivocado de Calderón

En mayo de 2010, Felipe Calderón leyó un discurso en el Congreso de Estados Unidos y dijo que de las 75 mil armas que se habían incautado a los criminales en los dos años anteriores el 80 por ciento procedía de Estados Unidos. Luego se le pasó la mano al mandatario mexicano, no porque sea impropio lo que dijo sino por el lugar que escogió para decirlo:

«Respeto y admiro la Constitución estadounidense y comprendo que el propósito de la Segunda Enmienda es garantizar que los ciudadanos puedan defenderse a sí mismos y a su nación, pero muchas de esas armas de asalto no están llegando a manos de estadounidenses honestos, miles están acabando en las manos de criminales», dijo y remachó:

«Quisiera pedir al Congreso que nos ayuden y que entiendan lo importante que es para nosotros que apliquen la legislación para detener el abastecimiento de este tipo de armas a los criminales. Les pediría que consideren la restitución de la prohibición de la venta de armas de alto poder».

Si Calderón y sus asesores pensaron que iban a ablandar el orgullo y la soberbia estadounidenses en lo relacionado con las armas, se equivocaron. Lo único que consiguieron fueron críticas y reclamos por ir a decirles cuáles leyes quiten o pongan.

Esta patética realidad del uso de armas en Estados Unidos, de sus consecuencias y del obsesivo proceder de algunos políticos no muestra una probabilidad de cambio. Quienes creímos que la llegada de Obama, como fue la de Clinton, a la presidencia anunciaba un cambio de rumbo nos equivocamos. Y el periódico The Washington Post se ha encargado de recordárnoslo al criticar a Obama por omitir el tema de los controles de armas de fuego en su informe sobre el Estado de la Unión el pasado 25 de enero, sobre todo al abrir el discurso mencionando la tragedia de Tucson.

El diario dijo que el presidente ha eludido la pregunta sobre la regulación de las armas de fuego desde que asumió la presidencia y con ello pasó a sumarse a “la larga línea de demócratas que se han acobardado a la mención del tema por temor a acabar con su carrera política”.

“Cuántas tragedias más deberán ocurrir antes que el presidente actúe. Cuántas familias más serán obligadas a ser espectadores de ceremonias en Washington mientras que aquellos con el poder para contener la violencia no hacen nada”, cuestionó el periódico.

Y yo comparto esas frases; no tengo nada más que agregar.

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(Las columnas de este autor puede ser leídas en los sitios de Internet: Peregrinos y sus Letras.com, hispanicla.com, Dossier Politico.com, Termometroenlínea.com y Culturadoor.com, así como la Revista Siempre!, entre otras publicaciones impresas y digitales).

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Autor

  • Luis Manuel Ortiz

    Luis Manuel Ortiz: nativo de Caborca, Sonora, México, inició su carrera de periodismo en la Ciudad de México, en la Revista Contenido. Posteriormente trabajó en los periódicos Novedades, El Heraldo de México y El Universal de la capital mexicana. En 1984 y 1988, respectivamente, fundó y dirigió en Phoenix, Arizona, las revistas Unidos y Cambio. En noviembre de 1999 dio comienzo al proyecto de La Voz, como editor fundador. Actualmente es Director Editorial de La Voz y de la revista TV y Más. En octubre de 2006, Luis Manuel Ortiz se convirtió en el primer periodista hispano (e inmigrante latinoamericano) en Arizona en formar parte del Salón de la Fama del periodismo de la “Arizona Newspaper Association”. Luis Manuel Ortiz falleció en 2017 en Arizona.

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