Trump: el fenómeno temporal
No afloja, no se deja vencer, no aminora el paso, no concede ni retrocede… como el huracán que es, solo aumenta de categoría
Acreditaciones negadas. Esa era la línea del asunto en el correo electrónico que recibí de la campaña de Donald Trump para su visita a Arizona esta semana. Tardaron apenas unos minutos en rechazar mi solicitud de cobertura la primera vez; la segunda se tomaron un par de horas y en la tercera ni siquiera han respondido.
Mientras a los periodistas locales que trabajamos en español nos cierran la puerta, al electorado latino lo bombardean en Facebook para regalarles los boletos que en tres días no han podido agotarse. Irónico.
Trump: el temporal que ya no arrasa
Trump llega a Arizona justo cuando se celebra la Convención Nacional Demócrata en Chicago, un evento que cobró una fuerza que era imposible imaginar hace apenas un mes cuando Biden todavía era el candidato. Planea el mitin pensando en todos aquellos republicanos que están asqueados por la popularidad y el ascenso de Kamala Harris en las encuestas electorales. Lo hace aquí, en este estado péndulo que pesa 11 votos electorales, porque no lo ha dado por perdido, porque en el fondo sabe que aún no es demasiado tarde.
Para el evento escoge la misma arena que Harris y su compañero de fórmula, Tim Walz, abarrotaron hace tan solo un par de semanas. Los demócratas agotaron las entradas en menos de 24 horas y el republicano sigue pagando publicidad en las redes para pedirle al público que le acepte un boleto regalado. ¿Será este uno de los mensajes más claros?
No se puede predecir qué es lo que pasará en noviembre. Las encuestas están demasiado cerradas y el votante, al menos aquí, sigue volátil.
Arizona es, por definición y afiliación, un estado en su mayoría republicano y conservador, con una tendencia independiente. Los demócratas ocupan siempre el tercer sitio, pero aun así han ganado un terreno que les ha asegurado los puestos más importantes del estado, como la Gubernatura, el Congreso y la Secretaría de Estado. Además, en el 2020, eligió a Biden. Sin embargo, Trump se saborea aquí su tercer aire. No afloja, no se deja vencer, no aminora el paso, no concede ni retrocede… como el huracán que es, solo aumenta de categoría. ¿Qué será cuando toque tierra?
Trump está en un parteaguas de una contienda que pensaba ganada. La tuvo muy fácil por demasiado tiempo. Ahora no quiere que nadie lo cuestione, lo verifique o lo critique, es por eso por lo que quizá nos ha negado la acreditación. Quiere un estadio lleno de aliados, pero es posible que no haya ya suficiente de ellos. Tal vez Trump a estas alturas, con todo lo que ha dicho, hecho e inventado, ya no es un huracán; pero tampoco es -aún- un temporal. Ya no arrasa, pero tiene una fuerza que no se puede minimizar y si cambian los aires, todavía puede convertirse en un ciclón electoral.