Que termine la ocupación

Un estado palestino fuerte y próspero, un Israel fuerte y seguro son una garantía de paz

Cuando mi hijo falleció en Israel la administración del hospital nos preguntó si estábamos dispuestos a donar sus órganos. Accedimos para que su partida dejara vida.

Entre los que recibieron vida de Adam se encuentran una mujer y un hombre árabes musulmanes israelíes. El me llama como frecuencia y dice que es mi hijo, y me llena de júbilo saber que su salud se mantiene.

Las aristas de la vida en realidades complejas como en el Medio Oriente no pueden explicarse con clichés, consignas simplonas y juicios que no aportan nada. Conduce a error ver el conflicto Israel-palestinos en blanco y negro.

Ni todos los palestinos quieren eliminar a los judíos, ni todos los israelíes sostienen una postura expansionista. En ambos campos hay interesados en la paz y buena convivencia, en ambos lados hay políticos interesados en que continúe el conflicto.

La agenda bélica de Hamas y la Yihad Islámica se le ha impuesto a la sociedad en Gaza. La tratan de expandir al territorio de la Autoridad Palestina. Han logrado incendiar varias ciudades israelíes propiciando el enfrentamiento entre árabes y judíos que han convivido pacíficamente durante décadas.

En esta crisis destaca el silencio del gobierno de la Autoridad Palestina que se beneficia con una derrota de Hamas, quien al parecer carece del apoyo de los jóvenes que están hartos de la guerra, igual de hartos de la guerra están muchos jóvenes israelíes.

La crisis le permite a la OLP posponer elecciones para evitar una derrota y la derecha israelí la usa para aferrarse a un poder que la sociedad le ha cuestionado.

Israel abandonó Gaza en 1994, lo que el pacifista Amos Oz pensó que era un buen paso; 27 años después Gaza se debate ante la corrupción de sus líderes y la pobreza propiciada por el bloqueo resultado de la guerra y un mal uso de los miles de millones de dólares en ayuda internacional. Hamas, en el poder desde 2007, ha destinado fortunas a la construcción de infraestructura de guerra y terror, en lugar de invertir en salud, educación y promoción económica.

El persistente estado de guerra cancela oportunidades de colaboración con Israel, y la lógica de destrucción que incluye envió de globos incendiarios, actos de terror y lanzamiento de misiles crea turbulencia constante. Los ataques sistemáticos disparan fuertes reacciones de Israel y la espiral de violencia no termina.

El reclamo moralino contra la asimetría en la fuerza de la respuesta es falaz. Israel le propuso a Hamas que cesara el lanzamiento de misiles pero Hamas optó por provocar la guerra, ¿por qué? El ejército israelí anuncia sus ataques para que la población civil se ponga a salvo, pero hay civiles muertos debido a que Hamas los usa como escudos, lanza misiles (2,500 en una semana en este mayo de 2021) desde detrás de escuelas y hospitales.

Amos Oz en el libro “Como curar a un fanático” llamó a ambas partes a tratar de entender al otro y emprender el camino de la paz. Esto implica aceptar ganancias y pérdidas en el camino.

Aunque él no lo dice, el elemento fundamental es el reconocimiento mutuo.

Un factor en el camino a la paz es terminar la ocupación. Esto debe resultar de negociaciones de paz, no de cese al fuego. No es posible hablar ni llegar a un acuerdo con quién jura destruirte. Hay familias –y líderes- palestinas atendidas en la infraestructura médica de Israel que regresan curadas y sostienen la consigna de destruir a los que les devolvieron la vida.

La paz es un proceso político que debe terminar la ocupación, establecer fronteras seguras para todos y abrir los cauces de la cooperación.

Hamas leyó mal la inestabilidad del gobierno israelí y aceleró su agresión, buscando una explosión mayor que saboteara el acercamiento de Israel con los países árabes. La razón es que este proceso pacificador y de cooperación económica, los acorrala y les restará fondos a menos que avancen hacia la paz. Esto afecta la narrativa con que se han mantenido en el poder, con totalitarismo por cierto.

No es sencillo resolver un problema que incluye elementos religiosos, políticos, simbólicos y agravios construidos a lo largo de los años. Un tema mayor es la interferencia de gobiernos interesados en la inestabilidad, destacan Irán, Siria, Rusia, Estados Unidos y tal vez otros.

Y se apersona la postura de los judeófobos disfrazados de justicieros y simpatizantes de las víctimas. No dudan en comparar a los judíos con los nazis, y sostener que hay una limpieza étnica dónde no existe.

Con ellos el debate no sirve para nada, porque el racismo es irracional y no le interesa la información.

Mientras no haya posturas sensatas e inclinación hacia la paz, veremos daño, destrucción, perdida de vidas. Requerimos una orientación internacional que apoye la solución de dos Estados, reconstruya la infraestructura económica y sostenga el desarrollo de los palestinos fuera de las manos de los promotores de la destrucción. Un estado palestino fuerte y próspero, un Israel fuerte y seguro son una garantía de paz.

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Autor

  • Samuel Schmidt

    Investigador visitante en UT Austin. Chair, International Advisory Board for Immigration Studies. U.S.-Mexico Research Program. UCLA. Director asociado de la revista Araucaria. Director del semanario El Reto. Testigo experto en juicios de asilo político y para frenar deportación de mexicanos en Estados Unidos. Posdoctorado en Historia, University of California, Los Angeles. Doctor en Ciencias Política (UNAM). 35 libros publicados y más de 1,000 artículos. Traducido al inglés, francés e italiano. Pionero en varias áreas de investigación: análisis de redes políticas, estudios sobre humor político, democratización en México, temas fronterizos (agua, migración y seguridad) y sobre Crimen Autorizado.

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