Tel Aviv on Fire: Judíos y musulmanes en Beverly Hills
Tel Aviv on Fire es una comedia sobria que evita los exabruptos y discursos incendiarios. Ha sido premiada en varios festivales y Luxemburgo la introdujo como candidata al Oscar, donde puede irle bien por su calidad y por la política
Entramos a la sala y Umansky y Zoabi se fundieron en un abrazo muy afectuoso. Un judío y un musulmán refrendaban su afecto. Pero más que nada reconocían que en el arte se pueden crear amistades y lograr colaboraciones de largo alcance.
Se trataba de una exhibición privada en Beverly Hills de la película Tel Aviv on Fire dirigida por Sameh Zoabi y coescrita por él con Dan Kleinman. La película es una adaptación al Medio Oriente de la película de Sergio Umansky, Mejor es que Gabriela no se muera. Umansky y Zoabi son excompañeros de Columbia University y buenos amigos.
Arde Tel Aviv
Tel Aviv on Fire es una comedia sobria que evita los exabruptos y discursos incendiarios. Ha sido premiada en varios festivales y Luxemburgo la introdujo como candidata al Oscar, donde puede irle bien por su calidad y por la política.
La película trata sobre la filmación de una telenovela dónde una actriz tiene que robar secretos militares israelíes y asesinar a un general del que se enamora. En el transcurso de la película encontramos los problemas para cruzar la frontera entre Israel y los territorios palestinos. Asimismo, el discurso radical y la visión de una nueva generación que ya ve al mundo de otra manera, inclusive al conflicto israelí-palestino.
La película presenta el sufrimiento generado por un conflicto que no se ha resuelto por la necedad de líderes políticos que entienden que ganan más peleando que firmando la paz. El Medio Oriente tendría una cara distinta si los guerreros hubieran aprovechado las oportunidades que se les dieron para acercarse. Hubieran podido darse la mano y firmar un entendimiento que conduzca hacia la paz, como el acuerdo de Oslo mencionado en la película.
Una película cuidadosa
El director de la película, Zoabi, se encuentra a dos o más fuegos. Ya una amiga le ha retirado la palabra porque aceptó “dinero israelí’. La película fue financiada mayormente por el Israel Film Fund, YES Israeli Films, Gesher Multicultural Film Fund y Mifal Hapais), así como por el Luxembourg Film Fund. Siendo israelí parecería adecuado que acudiera ante las oportunidades en su país para hacer su película. Dudo mucho que hubiera tenido apoyo de la Autoridad Palestina o de Hamas. Pero más dudo que hubieran autorizado ese guión.
La película evita los tonos de odio racial a que nos tienen acostumbrados algunas instituciones. Estas que prefieren derramar sangre y causar sufrimiento. Aborda con cuidado los elementos críticos que debían estar en la película, como una visita del protagonista al muro que separa a Israel de los territorios palestinos y que debería desaparecer de la mano con la paz.
El desenlace de la película se da con una metáfora de manos estrechadas, cuando un palestino y un israelí se sientan a comer humus.
El palestino se había rehusado a comer humus después que la primera intifada lo forzó a comerlo todo un mes por no poder salir de casa. Mientras, el israelí, un militar, lo había forzado a entregarle humus a cambio de ayudarlo a escribir el guión de la novela.
Meter la pita en el plato y llevarse el primer bocado a la boca, es tal vez la señal de que en algún momento tendrá que romperse el hilo de la violencia y la agresión, con un apretón de manos o compartiendo una buena comida.
Mientras veía la película Hamas bombardeaba Sderot e Israel respondía bombardeando Gaza. El ciclo de la violencia y la destrucción que parece no tener fin.
Parecería que llegó el momento en que ambas partes vean la película, tal vez así se les calienta el corazón y se dan la mano.