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Reparaciones históricas para los japoneses estadounidenses (Parte 1)

La campaña reclamando reparaciones para los japoneses estadounidenses que habían sido encarcelados en campos de concentración tenía antecedentes históricos

Cuando los japoneses estadounidenses fueron liberados de los campos de concentración, se les dio $25 dólares y un pasaje en tren para que regresaran a sus ciudades.

El retorno fue traumático para muchos. Con los tambores de la Segunda Guerra Mundial todavía sonando en todos los rincones de la nación, la recepción fue más que hostil.

La tarea inmediata era reconstruir lo que perdieron cuando fueron removidos de sus casas y enviados a los campos.

Aunque el trato que habían recibido de la nación a la que habían adoptado como su nueva patria fue injusto e inconstitucional casi nadie se atrevía a denunciar ni organizar campañas reivindicativas. En general había una actitud de resignación y aceptación.

Las voces demandando que se corrigiese el récord histórico, a través de un pedido de disculpas y reparaciones económicas por la exclusión y encarcelamiento inconstitucional de ciudadanos estadounidenses sin causa probable, llegarían años después. Muchos años después.

Antecedentes de reparaciones

Cuando finalmente comenzó la campaña que reclamaba reparaciones para los japoneses estadounidenses que sufrieron las consecuencias de la Orden Ejecutiva 9066, no se estaba transitando un camino desconocido, sino que ya había varios antecedentes históricos. En los Estados Unidos, los nativos americanos habían demandado y obtenido reparaciones. Al igual que los hawaianos.

Los nativos americanos

Los indígenas, que experimentaron un proceso de colonización y explotación que a lo largo de los siglos los llevó a perder sus tierras, su cultura, y que destruyó comunidades enteras, consiguieron ser escuchados y obtuvieron el reconocimiento del estado después de la Segunda Guerra Mundial.

Un factor que contribuyó a que se les preste atención fue que durante la guerra no hubo otro grupo racial que proporcionalmente tuviera tantos soldados enlistados que el de nativos americanos. Se estima que alrededor de nada menos que 13% de toda la población indígena estaba enlistada en operaciones del sistema de códigos secretos.

Mapa de la comisión que analizó la situación territorial de nativos estadounidenses. Foto: Wikipedia

Después de la guerra, en reconocimiento al aporte de la comunidad nativa, se creó la Indian Claims Commission que reclamó, entre otras reivindicaciones, la restitución de las tierras indígenas. La comisión aprobó una serie de medidas restitutivas que incluyeron $1,300 millones de dólares a 176 tribus. De acuerdo a algunos análisis, unos $1,000 dólares por persona. Y recién en 2009, finalmente llegó el pedido oficial de disculpas por lo que se caracterizó como “muchas instancias de violencia, maltrato… infligido a personas nativas por parte de ciudadanos de los Estados Unidos”.

Hawaii

Hawaii es otro antecedente reparatorio. La isla era un país independiente hasta que Estados Unidos, apoyando a hacendados escrupulosos, apoyó un golpe de estado que derrocó a la reina Lili´uokalani en 1893.

Nativos hawaianos en ceremonia tradicional. Foto: Wikipedia

En reconocimiento a la 1920, la Hawaiian Homes Commission Act estableció un sistema por el que se restituyó la tierra a hawaianos que, a lo largo del expansionismo europeo y estadounidense, habían no solo perdido tierras sino que, devastados por enfermedades, se habían visto reducidos de 690,000 en 1778 a solo 22,600 en 1920. En 1993, el gobierno estadounidense emitió un pedido de disculpas histórico por la forma en que habían tratado a los nativos hawaianos.

“El Congreso… pide disculpas a los nativos hawaianos en nombre del pueblo de los Estados Unidos por el derrocamiento del Reino de Hawaii el 17 de enero de 1893 con la participación de agentes y ciudadanos de los Estados Unidos, y la privación de los derechos de los nativos hawaianos a su autodeterminación…”

Otros países

Después del caso de los japoneses estadounidenses han surgido otros en diferentes partes del mundo. Uno significativo por su alcance es el de Argentina donde se aprobaron una serie de leyes reparatorias por crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura militar de la década de 1970 que beneficiaron a los familiares de personas ejecutadas extrajudicialmente y detenidos políticos que, incluso, recibieron una pensión vitalicia. Y en 2004, el presidente Néstor Kirchner  pidió “perdón en nombre del Estado” por los crímenes de lesa humanidad cometidos por las fuerzas de seguridad.

Campaña por reparaciones para japoneses estadounidenses

El tema de las reparaciones de los japoneses estadounidenses no surge en un vacío social y político. Todo lo contrario, surge en el contexto de un Estados Unidos que experimentaba los reclamos del Movimiento de Derechos Civiles de la década de 1950 y el surgimiento de un nuevo discurso en el que se rechazan valores tradicionales y se articulan demandas de justicia social.

El senador Daniel K. Inouye (D-Hawaii) con el presidente John F. Kennedy, en 1962. Foto: Wikipedia

Es en ese clima político que llegará al Senado Nacional Daniel K. Inouye representando al recién incorporado estado de Hawaii. El senador Inouye era un japonés estadounidense que fue soldado en el famoso Regimiento 442, una unidad constituida exclusivamente por soldados japoneses estadounidenses que peleó heroicamente en la Segunda Guerra Mundial y ganó más medallas por valentía que cualquier otra.

La presencia en el piso del Senado Nacional de ese ex soldado de ascendencia japonesa, que perdió un brazo en la guerra, era un recordatorio diario de la lealtad de la comunidad japonesa estadounidense y una validación de la necesidad de revisar la historia de la injusta exclusión y encarcelamiento durante la guerra de más de cien mil hombres, mujeres y niños cuyo único ´crimen´ era ser de ascendencia japonesa. Había llegado el momento y el senador Inouye cumpliría un papel clave.

(Continúa en Parte 2)

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Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.

Autor

  • Néstor M. Fantini

    Nestor M. Fantini, M.A., Ph.D. (ABD), is an Argentine-American journalist, educator, and human rights activist based in California. Since 2018, Fantini has been co-editor of the online magazine HispanicLA.com. Between 2005 and 2015 he was the main coordinator of the Peña Literaria La Luciérnaga. He is the author of ´De mi abuela, soldados y Arminda´ (2015), his stories appear in ´Mirando hacia el sur´ (1997) and he is co-editor of the ´Antología de La Luciérnaga´ (2010). He is currently an adjunct professor of sociology at Rio Hondo College, Whittier, California. As a refugee and former political prisoner who was adopted as a Prisoner of Conscience by Amnesty International, Fantini has dedicated his life to promoting the memory of the victims of state terrorism of the Argentine civil-military dictatorship of the 1970s and is currently coordinator of Amnesty International San Fernando Valley. Fantini graduated from Woodsworth College and the University of Toronto. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Néstor M. Fantini , M.A., Ph.D. (ABD), es un periodista, educador y activista de derechos humanos argentino-estadounidense que reside en California. Desde 2018, Fantini es coeditor de la revista online HispanicLA.com. Entre 2005 y 2015 fue el coordinador principal de la Peña Literaria La Luciérnaga. Es autor de De mi abuela, soldados y Arminda (2015), sus cuentos aparecen en Mirando hacia el sur (1997) y es coeditor de la Antología de La Luciérnaga (2010). Actualmente es profesor adjunto de sociología, en Rio Hondo College, Whittier, California. Como refugiado y ex prisionero político que fuera adoptado como Prisionero de Conciencia por Amnistía Internacional, Fantini ha dedicado su vida a promover la memoria de las víctimas del terrorismo de estado de la dictadura cívico-militar argentina de la década de 1970 y actualmente es coordinador de Amnesty International San Fernando Valley. Fantini se graduó de Woodsworth College y de la Universidad de Toronto.

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