Asesinan en Tijuana y el gobierno qué

En 2011, el entonces gobernador de Chihuahua, César Duarte, dijo algo que me llamó muchísimo la atención:

“He instruido a la Fiscalía General del Estado para que se le otorguen todas las garantías al ciudadano que asume la legítima defensa” (La Jornada, 25 ene 2011).

Lo dijo a propósito del caso de un empresario que mató a tres “hombres armados” que amenazaron a su familia dentro de su casa.

Lo primero que me vino a la mente fue: ¿que la legítima defensa no se encuentra prevista en nuestro Código Penal? ¿Por qué la fiscalía requiere la instrucción del Ejecutivo (el gobernador) para procurar justicia y cumplir la ley?

Leyes y leyes

En vista de todo lo que ha ocurrido desde entonces en México, y específicamente la ausencia de autoridad que imperó en el estado de Chihuahua, acaso el gobernador Duarte, ¿estaba enviando un mensaje de SOS a los ciudadanos, para que nos defendiéramos solos de la delincuencia organizada, pues es más que evidente que el gobierno no podía defendernos?

El caso del empresario que toma las armas para defender a su familia, no es aislado. Pero es casi “sobrenatural” que haya salido ileso tras defenderse de los criminales.

Ya lo vimos con el señor Alejo Garza Támez quien perdió la vida defendiendo su rancho “San José” de sicarios. Durante meses, y como a tantos otros propietarios de ranchos en Tamaulipas, lo habían amenazado de muerte si no abandonaba sus tierras. Fue el primer caso que obtuvo gran eco en los medios y redes sociales.

La valentía de este señor fue épica. Un hombre de 77 años defendiéndose solo de un ejército de sicarios. Don Alejo ya hasta tiene un corrido.

Sin embargo Don Alejo no ha sido el único en batirse en un duelo con criminales. Otros han hecho lo mismo. Defenderse a ellos mismos y a sus familias tras la incapacidad de las autoridades de proteger a sus ciudadanos.

Lo han hecho en el silencio y presionados ante la opacidad originada por la corrupción de las autoridades. Sin los aplausos de los medios ni de las redes sociales. Y mucho menos con un corrido en su honor.

Celso Katzuo Enríquez Nishikawa

En Tijuana se dio en esos días el tristísimo caso de la familia de Celso Katzuo Enríquez Nishikawa. De treinta y cinco años, padre de una niña de cuatro, empresario y para quienes tuvieron la fortuna de conocerle, una gran persona, fue secuestrado. Durante nueve meses, sus secuestradores extorsionaron a la familia sin piedad ni descanso.

La familia Enríquez tuvo que pagar dos veces por la promesa incumplida del retorno de su hijo. Cuando no regresó y los secuestradores exigieron el pago de un tercer rescate, el padre de Celso pidió una prueba de vida. Los secuestradores no solamente se negaron. Amenazaron de muerte a toda la familia, incluyendo a la niña.

Aquella misma noche dos vehículos se detuvieron frente a la casa de los Enríquez Nishikawa. El padre de Celso ya los esperaba. Con la ayuda de un sobrino defendió a su esposa, hija y nieta, respondiendo con sus armas de corto alcance, los potentes disparos de las armas de alto poder de los sicarios.

Se llamó a la policía y no acudió. Se llamó al ejército y nunca aparecieron. Fue hasta que la familia llamó por segunda vez al 066 y le dijo al operador que había un hombre muerto en el jardín de su casa, que el operador de emergencias accedió a enviar “una unidad”.

La unidad apareció 30 minutos después. Los sicarios ya habían escapado en sus camionetas blindadas, sin placas, como fantasmas. Porque nunca nadie los ve y nadie nunca los atrapa.

Celso no regresó a su casa. Su padre murió a los meses de un infarto, aunque quien le conoce asegura que fue de la profunda tristeza causada por el cobarde asesinato de su hijo. Los Enríquez tuvieron que dejar el país. Esta fue la única ayuda que recibieron del gobierno mexicano: una escolta hasta la línea internacional, donde con dos maletas en la mano se exiliaban con sus propios medios a Estados Unidos.

Éxodo a San Diego

El éxodo de familias de Tijuana hacia a San Diego, se ha dado principalmente entre las familias acomodadas de la ciudad. Los que en su momento contaban con los medios suficientes para radicar en San Diego, y en muchos casos continuar trabajando o atendiendo sus negocios en Tijuana.

En el 2006 era hasta cómico ver la cantidad de coches estacionados en doble fila, esperando “al patrón” para escoltarlo a la oficina y notar que de pronto los Mercedes Benz y BMW se transformaron en Nissan y VW, dizque para procurar mantener un perfil bajo, eso si, con el guarura en la retaguardia del sedan.

Otra buena parte de estas familias, lo hicieron con muchos sacrificios y por encontrarse bajo amenazas. O como en el caso de la Familia Enríquez, tras la traumática y extenuante experiencia de la extorsión a largo plazo y la profunda pena de saber perdida la vida de su ser querido.

Para nuestra mala suerte en México  los secuestradores ampliaron su mercado. Vieron que era más fácil secuestrar al taquero que al banquero. Pusieron a los mexicanos en otra categoría: la de mercancía para el crimen organizado. Ello coincidió con el preludio de la gran crisis financiera en Estados Unidos. En Tijuana, vimos a muchos partir en 2006 y regresar en 2009, porque no hubo dinero que alcanzara a pagar esas propiedades sobrevaluadas.

Algunos que dejando sus propiedades de cinco recamaras en Tijuana, en pro de su seguridad, se mudaron a departamentos de dos habitaciones en San Diego. Pronto no pudieron sostenerse en su oasis de tranquilidad, La economía fue el factor que hizo volver a muchos, pese a las amenazas, a la boca del lobo.

Un crisol de violencia

Este es un lado de los muchos en el crisol de la violencia que se vive en México, y el latente estado de indefensión en el que se encuentran muchos mexicanos, sin más alternativas que dejar el país.

Doce mil solicitudes de asilo de mexicanos se encuentran acumuladas en algún escritorio de un burócrata de inmigración norteamericana.

Cada año Estados Unidos recibe más de 3,000 solicitudes de asilo por parte de mexicanos. Otorga asilo unicamente al 2% de las solicitudes entrantes, unos 252 casos.

Para los mexicanos es muy difícil conseguir el estatus de refugiado. Tienen que demostrar que está en riesgo la vida de uno. También que se pertenece a un grupo que está siendo objeto de persecución.

Las leyes de inmigración en Estados Unidos respecto al asilo no contemplan como causal el infierno que comunidades enteras viven en algunas regiones de México. Tampoco es de su interés comprender que la persecución no se debe necesariamente a raza, religión, sexo o ideología. Es porque esos grupos criminales que secuestran, amenazan y matan, pueden hacerlo con toda impunidad. Porque vivimos en un estado en el que todo falla.

Fracaso del gobierno

En medio del ambiente de violencia que se vive en México, con la cantidad de personas que han tenido que dejar sus hogares, las muchísimas que han perdido a miembros de su familia, el evidente fracaso de la estrategia del gobierno y encima con una crisis económica a la que no se le ve un fin inmediato, resulta irónico que nuestro principal socio comercial venga a decirnos que “hay que seguir aguantando mexicanos”, “este es el camino correcto” y ahí les van otros “500 millones de dólares”.

Me pregunto que pensarán los funcionarios estadounidenses cuando vienen a México en apoyo de un “fracasado de facto”. A un país con 30,000 muertos y contando. Mientras la Secretaría de Estado emite alertas a sus ciudadanos de no viajar a distintas ciudades de México, por la violencia que en ellas impera.

Me llama la atención que la Estados Unidos reconozca que estamos en medio de una guerra, la apoye, y no diga ni pío acerca de las probabilidades tan cortas que tiene un mexicano de ser aceptado como refugiado en Estados Unidos, aún en las peores de las circunstancias.

La ayuda que requiere México en estos momentos es de índole humanitaria, no militar. Mientras sus jueces de migración sigan buscando “faltas de ortografía” en los expedientes de quienes buscan asilo, con el afán de continuar en su 2% de aceptación de solicitudes.

Mientras se continúe con la persecución de indocumentados con el fin de realizar las deportaciones masivas, creo que palabras como “ayuda” y “cooperación” deben ser eliminadas del discurso binacional, para efectos de claridad.

Por lo pronto, habrá que ver cuántos gobernadores seguirán los pasos de César Duarte, y ante la insoportable levedad de la justicia mexicana, promuevan la ley del Talión como medida de seguridad. ¡Cómo extraño a John Wayne!

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Un comentario

  1. Marga, he quedado pasmado con tu texto. Me pregunto en qué lugar perdimos la condición humana. Es lamentable y vergonzoso conocer historias como la de Celso Katzuo Enríquez Nishikawa, ¿cuántas más habrá que no sepamos? Creo que por esas muertes tenemos que seguir luchando por este México.
    Gracias por tu texto…

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