Ucrania, Rusia, Estados Unidos: un apocalipsis programado

La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca significa un cambio de rumbo de la geopolítica de Estados Unidos (EE.UU.), en relación a Rusia. También un cambio de guión en política internacional, respecto a la Unión Europea (UE), la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN), Latinoamérica, China, Ucrania, el mundo árabe e Israel.  

Si la Administración Trump se destacó por el uso excesivo de la retórica y la amenaza, esta Administración demócrata se centra en acciones concretas dentro de su política. A  diferencia de la anterior gestión republicana, sí pueden llevar a una conflagración directa con Rusia, China, Irán o Corea del Norte.

Hay que tener como marco de referencia que el mundo se ha vuelto multipolar y que la hegemonía económica y militar de EE.UU. es cuestionada por China, prácticamente la primera potencia económica del mundo, y Rusia, que con su armamento nuclear y tecnología de punta, está en capacidad de borrar literalmente del mapa el territorio de Estados Unidos y de Europa Occidental en 15 minutos, según apreciaciones de la misma Agencia Central de Inteligencia (CIA) desde 1992.

Desde la administración de Barack Obama, Joe Biden como Vicepresidente fue el encargado de atender el problema de Ucrania. Esto sucedió luego de los eventos de la revolución naranja del Euromaidán de Kiev, que culminaron con la expulsión del presidente prorruso Víktor Janukóvich, en 2014. Posteriormente, con la anexión de la Península de Crimea por Rusia ese mismo año y la autoproclamación de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, en el Donbáss oriental  ucraniano. Un  territorio donde predomina población, idioma, religión y cultura rusas.

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Al contrario de Donald Trump, que se alejó de la Unión Europea  y la OTAN debido al enorme costo en dinero y hombres que significa ser su aliado, la Administración Biden ha propugnado desde su asunción al poder por un acercamiento estratégico a dichas estructuras, con el objetivo de estrechar el cerco a Rusia, por un lado, y de bloquear los megaproyectos económicos ruso-europeos, como el Nord-Stream 2, un oleoducto que transportará gas natural desde Rusia, pasando por el Mar Báltico, hasta llegar a Alemania, a precios bajos, de gran calidad y en tiempo récord. 

La princesa en disputa en la actual geopolítica europea es Ucrania, exmiembro de la extinta URSS, que ha solicitado su ingreso a la OTAN.

Luego de la caída del muro de Berlín en 1989, hubo garantías occidentales de que la OTAN no se ampliaría hacia el Este, a cambio del plácet soviético a la reunificación alemana. Hubo promesas formales de EE.UU. a la URSS de que la OTAN no se expandiría hacia el Este a cambio de la retirada de 400,000 efectivos del Ejército Rojo y armamento atómico de Alemania Oriental. 

Esto se ha incumplido, pues casi todos los países del Este ingresaron a la OTAN. 

El peligro que Rusia avizora con una posible prolongación de la OTAN hasta sus fronteras con Ucrania, es que el cerco militar de la OTAN se estreche sobre su territorio. Innumerables veces, el Presidente Putin ha expresado que esta acción sería tomada como un casus belli, que encendería la llama de un polvorín apocalíptico en Europa Central. 

David Hernández, Novelista y PhD por la Universidad Libre de Berlin, Alemania, escribe desde El Salvador.

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Autor

  • David Hernández

    David Hernández (1955). Poeta, escritor y periodista salvadoreño. Formó parte del grupo literario “La Cebolla Púrpura”, fundado por jóvenes escritores de El Salvador.

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