Trump, Putin y Milei: el populismo como fenómeno contemporáneo

El populismo ha sido objeto de estudio desde diversas perspectivas, y las figuras de Vladimir Putin, Donald Trump y Javier Milei ofrecen ejemplos contemporáneos de cómo este fenómeno se manifiesta en contextos políticos y culturales diversos.

Definiciones

Aunque los tres presidentes – de Rusia, Estados Unidos y la Argentina respectivamente – comparten elementos comunes del populismo, sus diferencias reflejan adaptaciones a las realidades históricas, sociales y culturales en las que emergen.

Ernesto Laclau, en «La razón populista», sostiene que el populismo se define por la construcción de una frontera dicotómica entre el «pueblo» y las «élites». Por ello, el líder populista actúa como un significante vacío que encarna las demandas heterogéneas de una sociedad fragmentada, unificando simbólicamente al pueblo.

En este sentido, los tres configuran su liderazgo en torno a esta dicotomía, por ejemplo:

Putin apela al nacionalismo ruso y al rechazo de la influencia occidental, donde el «otro» para Putin son las élites globalistas y los enemigos históricos de Rusia, a quienes culpa de intentar desestabilizar su país.

Trump, al igual que Putin, construye al «otro» en términos de amenazas internas y externas, por eso toma a los inmigrantes, la prensa liberal y los «políticos corruptos» del establishment como sus blancos preferidos.

Milei redefine al «otro» como «la casta política», una entidad que engloba a todos los sectores del poder que, según él, han llevado a la decadencia económica y social de Argentina.

Desde esta perspectiva, Laclau explicaría cómo estos líderes capitalizan el malestar social para posicionarse como salvadores, sin embargo, Hannah Arendt, en «Los orígenes del totalitarismo», advierte que esta lógica puede derivar en un régimen autoritario si el líder logra consolidar un poder ilimitado al destruir las estructuras democráticas que limitan su autoridad.

El papel del carisma

Ucrania La tentación euroasiática de vladimir vladimirovich putin
Vladimir Putin

Desde la legitimidad carismática y el culto al líder, Max Weber, en su teoría sobre la legitimidad, distingue entre la autoridad tradicional, la racional-legal y la carismática, donde el populismo, en gran medida, se sostiene sobre esta última. La figura del líder carismático es esencial para unir a una masa diversa bajo una narrativa común.

En este caso, Putin, Trump y Milei utilizan el carisma de maneras diferentes:

Putin se presenta como el «padre protector» de la nación rusa, cuya autoridad emana de su capacidad para restaurar el orgullo nacional y mantener el orden. Su imagen se refuerza con un control casi total de los medios de comunicación y con la proyección de un liderazgo infalible.

Trump encarna el “carisma disruptivo”, su estilo de comunicación directa, a menudo a través de redes sociales, lo muestra como un político ajeno a las normas tradicionales, en términos de Weber, su carisma reside en su capacidad para movilizar emociones en lugar de argumentos racionales.

Milei, con su retórica vehemente y su estilo de confrontación, utiliza su carisma para atraer a sectores desencantados con la política tradicional. Su rechazo explícito a los protocolos institucionales le otorga una autenticidad percibida por sus seguidores como un rasgo positivo. Sin embargo, Pierre Bourdieu podría interpretar este carisma como un capital simbólico que acumula al posicionarse como una voz auténtica frente a un sistema que los ciudadanos consideran corrupto o ineficaz. Para Bourdieu este tipo de autoridad puede ser frágil, ya que depende de la continua reafirmación del vínculo emocional con las masas.

El papel del miedo

El plan maquiavélico de trump apenas comienza
Caricatura de Donald Trump: Flickr

El miedo es una herramienta central del populismo. Como señala Zygmunt Bauman, en «Miedo líquido», en las sociedades contemporáneas, la inseguridad se ha convertido en una constante que los líderes populistas explotan para movilizar apoyo.

Putin, Trump y Milei han utilizado esta estrategia de diferentes maneras, por ejemplo:

Putin recurre al miedo a la desestabilización interna y externa, presentándose como el único capaz de garantizar la seguridad y la soberanía de Rusia. Este discurso justifica sus políticas represivas y su proyección militar en el extranjero.

Trump explota el miedo a la inmigración, al terrorismo y a la pérdida de identidad cultural estadounidense, prometiendo construir muros físicos y simbólicos para proteger a su nación.

Milei utiliza el miedo al colapso económico y la decadencia institucional, apelando a la necesidad de medidas drásticas para «salvar» al país.

Siguiendo a René Girard, en «El chivo expiatorio», podemos ver cómo estos líderes canalizan el miedo hacia un «otro» que funciona como un enemigo colectivo.

Esta estrategia no solo legitima su liderazgo, sino que también refuerza la cohesión de sus bases de apoyo al ofrecer un sentido de propósito compartido.

El papel de los medios de comunicación

Jean Baudrillard, en «La sociedad de consumo», describe cómo los medios de comunicación amplifican y transforman los mensajes populistas.

Trump explotó magistralmente las redes sociales para evadir los filtros de los medios tradicionales, logrando una conexión directa con su base. Putin utiliza un aparato mediático estatal para construir una narrativa uniforme y suprimir las voces disidentes. Y Milei aprovecha plataformas como YouTube y TikTok para atraer a audiencias jóvenes.

En términos de Guy Devorad, en «La sociedad del espectáculo», el populismo de estos líderes convierte la política en un espectáculo en el que la imagen del líder se convierte en el centro del discurso, desplazando las discusiones de fondo sobre políticas públicas o valores democráticos.

Autoritarismo versus democracia

A pesar de las similitudes, los contextos de cada líder marcan diferencias fundamentales:

Putin gobierna en un sistema autoritario donde el poder está centralizado y la oposición está severamente restringida.

Trump, aunque desafió las normas democráticas, opera dentro de un sistema con contrapesos institucionales más sólidos.

Milei, en un contexto democrático y con una economía en crisis, plantea reformas radicales que aún están por ser evaluadas en su viabilidad e impacto.

Siguiendo a Alexis de Tocqueville en «La democracia en América», podemos argumentar que las democracias más consolidadas tienen mayor capacidad para resistir las tendencias autoritarias que suelen acompañar al populismo. Sin embargo incluso estas democracias no están exentas de riesgos cuando el populismo erosiona la confianza en las instituciones.

Líder emancipador o autoritario

El populismo de Putin, Trump y Milei representa una respuesta a las crisis contemporáneas de legitimidad, desigualdad y globalización. Algunos ven en el populismo una oportunidad para democratizar la política y devolver el poder al «pueblo». Otros advierten que puede convertirse en un vehículo para la concentración del poder y la erosión de las instituciones democráticas.

Entonces, estos liderazgos reflejan la ambigüedad inherente al populismo, una tensión constante entre su potencial emancipador y su tendencia hacia el autoritarismo, donde la reflexión crítica sobre estos fenómenos resulta indispensable para comprender no solo sus similitudes y diferencias, sino también los desafíos que plantean para el futuro de las democracias contemporáneas.

Autor

  • Cesar Leo Marcus, nació en Buenos Aires, Argentina. Doctor (PhD) en Logistica Internacional y Comercio Exterior, y Máster (MBA) en Sociología Económica, fue profesor de ambas cátedras en las Universidades de Madrid (España) y Cordoba (Argentina). Periodista, publica en periódicos de California, Miami y New York. Escritor, publico 12 libros, y editor literario, director de Windmills Editions. Actualmente reside en California.

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