Confrontación Rusia-Ucrania: el laberinto geoestratégico

Los hechos se presentan con una dinámica dramática. Las acciones en el terreno parecen avasallantes por parte de Rusia y los acontecimientos cambian a cada momento.

Sin embargo, un análisis más de fondo, pone de manifiesto no sólo las causales de esta guerra sino las motivaciones y perspectivas de los actores contendientes. Tanto los que participan directamente, en lo fundamental Rusia; Ucrania y Bielorrusia, como los que apoyan en los bloques de países como la Unión Europea, Estados Unidos, Turquía y China.

El meollo del asunto geoestratégico ha gravitado en torno a la posición de Rusia, frente a la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Es de recordar que en los tiempos de la extinta Unión Soviética (1922-1991), el equilibrio geoestratégico luego de la Segunda Guerra Mundial, se logró mediante la conformación de dos grupos de naciones.

Por una parte, la OTAN que se constituyó por Europa Occidental y seguía esencialmente las directrices estratégicas de Washington. Es Estados Unidos quien desde entonces coloca los gastos militares, personal respectivo y directrices operacionales. Es un tratado que prosigue su funcionamiento con expansiones al oriente europeo.

Por otro lado, estaba el denominado Pacto de Varsovia. Vigente desde el 14 de mayo de 1955, aglutinando a países que pertenecían a la órbita soviética, tales como Lituania, Letonia, Estonia, Polonia, Hungría, Rumanía, Ucrania.

Los dos bloques entraron a una importante carrera armamentista, hasta la firma de los acuerdos contra la proliferación de armas nucleares; acontecimiento que tuvo como protagonistas, a fines de los años ochenta, a los presidentes Reagan y Gorbachov -Estados Unidos y la Unión Soviética, respectivamente.

Las cosas se desequilibraron cuando ocurrió la desintegración de la Unión Soviética a fines de 1991. Las nuevas condiciones desembocaron en que varias repúblicas con vínculos soviéticos trataron de unirse tanto a la Unión Europea como a la OTAN. De esa cuenta, Lituania, Estonia, Letonia, Polonia, Hungría, Rumania fueron estableciendo lo que Moscú caracteriza como un cerco amenazante.

La cuadratura del círculo de ese “encajonamiento” para Rusia, consistía en que Ucrania también fuera parte de la OTAN. De allí que Moscú insistiera en que necesitaba garantías de que esta situación no ocurriera. En las negociaciones de hecho se habrían planteado dos escenarios no excluyentes: que Ucrania declarara su neutralidad tal y como es el caso de Finlandia y Suecia; y que al menos por ahora, con vigencia de 10 años, Ucrania se comprometiera a no ser parte de la OTAN.

El punto de inflexión en el desencadenamiento de los cruentos acontecimientos que ahora vemos, habría sido la solicitud expresa de Ucrania de unirse al bloque militar occidental. En eso se habría basado Putin para lanzar la ofensiva. No se trata de justificar o no las acciones, situación que pertenecería más al campo de la ética social o política. Se trata de explicar los fenómenos que están detrás de las determinaciones de la gente que maneja el poder. Y en este caso del sufrimiento que en especial debe conllevar el pueblo ucraniano.

Más allá de los factores que presionan la lógica bélica hay otros aspectos.

Uno de ellos muy importante es lo vital que significa Ucrania en términos de las riquezas agrícolas y mineras. Muy importantes para el desarrollo industrial tradicional o clásico. Pero más importantes también en función del desarrollo de tecnologías de punta, circunstancia o condición que se encuentra asociada a la producción de bienes del máximo valor agregado actual.

Otro factor es el posicionamiento geopolítico. Ucrania representa la salida al mar de Azov, al mar Negro y por allí al mar Mediterráneo. Una vía crucial, para llegar también al polvorín y las riquezas petroleras del Medio Oriente. En este punto Rusia no desea ni mucho menos, renunciar a una vía que es su garganta en el sur europeo del país.

Debido a la importancia que Rusia ve en esa ruta es que en 2014 se anexó la península de Crimea. Por las mismas razones -además de las condiciones culturales e históricas- Rusia reconoce como repúblicas independientes a los territorios de Donetsk y Lugansk, áreas geográficas al este en Ucrania. Era por esos dos territorios y Crimea que Rusia tenía la posibilidad de “atenazar” como lo está haciendo, al territorio ucraniano.

Un tercer factor, luego de riquezas y vía al Mediterráneo, se refiere a la conformación de bloques de países. En este aspecto la situación puede ser muy delicada. Como se sabe, por una parte, la OTAN y Estados Unidos; por la otra Rusia, Bielorrusia y hasta ahora y con reservas, la posición de China.

No es de olvidar aquí que se viene conformando el bloque de países conocidos como BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Se trata de economías emergentes que, para fines de esta tercera década del Siglo XXI, tendrán una gran importancia en el mercado mundial. De momento, en todo caso, se impone la guerra y su infernal realidad. Nos lo recuerda siempre el filósofo francés Paul Valéry (1871-1945) “la guerra es una actividad en donde se masacran hombres que no se conocen, en nombre de hombres que, como sí se conocen, no se masacran”.

Autor

  • Giovanni E. Reyes

    Giovanni Efrain Reyes Ortiz, Ph.D. en Economía para el Desarrollo y Relaciones Internacionales, de la Universidad de Pittsburgh, con post-grados de la Escuela de Altos Estudios Comerciales -HEC- en París, Francia, y de la Universidad de Harvard. Ha sido Director de Integración Latinoamericana y del Caribe en el Sistema Económico Latinoamericano y Director de Informe en Naciones Unidas.

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