El apocalipsis latente en un mundo condicionado por las armas nucleares

La modernización del arsenal nuclear y el debilitamiento de los acuerdos de control fomentan eficazmente un escenario de gran incertidumbre

Los líderes mundiales, independiente del tono político que les asista, están conscientes de al menos dos tragedias históricas. Son fechas que se espera estén ya superadas, pero su presencia es una lección recurrente: 6 y 9 de agosto de 1945.

Las ciudades de japonesas destruidas con armas de energía nuclear son siempre un signo de alerta particularmente vigente ahora que el armamentismo cobra nuevos estímulos y las amenazas de guerras totales se asoman premonitoriamente.

El mayor poder destructivo y la máxima amenaza

Todos deseamos que los planes de contención, las medidas de disuasión y los programas de distensión puedan contribuir a conformar escenarios con tres rasgos: los pacíficos, los seguros y los estables. Se trata de promover soluciones que afirmen diálogos efectivos.

Si los logros de la paz no llegan a ser permanentes, al menos, dentro de la temporalidad que conlleven, deben tener eficaces períodos de no agresión, mientras los acuerdos más definidos llegan a establecerse.

En todo esto, debemos tener presente que el armamento nuclear constituye hasta ahora la máxima expresión del poder destructivo creado por nosotros, con alcances globales. Hasta ahora, y no obstante los esfuerzos por la no proliferación de este tipo de armamento, de medidas de desarme, los grandes riesgos, la amenaza que va rozando el Apocalipsis, se cierne como una sombra terrible sobre la humanidad y el planeta.

En las actuales condiciones, muchos países se encuentran llevando a cabo una fase de modernización y diversificación de los arsenales nucleares. Al respecto, no debemos perder de vista que existen nueve países con armamento nuclear, siendo ellos: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, Israel, India, Pakistán y Corea del Norte. Existe evidencia que estas naciones están invirtiendo en el desarrollo de nuevas ojivas, innovadores sistemas de lanzamiento y tecnologías que hacen de este tipo de armas, más precisas, más rápidas, e  incluso -aunque no generalizadamente- menos detectables.

Los acuerdos de los poderosos

De todo este club destacan Estados Unidos y Rusia quienes son los poseedores de la mayoría de armas nucleares. Estas potencias han visto cómo los tratados de control de armas han ido disminuyendo su vigencia. Un caso ilustrativo, aunque no el único: en 2019 Washington se retiró del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF).

Además, las evidentes y actuales tensiones relacionadas con la actualización del acuerdo Nuevo START generan incertidumbre sobre el control bilateral, multi-bilateral y multilateral de armas. Se sabe que China como parte de su liderazgo mundial, expande su arsenal armamentista. Desde luego, esto promueve nuevas dinámicas en temas de seguridad y geopolítica internacional desde el epicentro de Asia.

Además de estos datos, la denominada proliferación horizontal de armamento nuclear tiende a expandirse. Dos acontecimientos lo indican claramente:

Uno, existe información según la cual Corea del Norte ha avanzado notablemente en la capacidad de sus armas nucleares y sus misiles balísticos; este país ha hecho pruebas de corto y mediano alcance.

Dos, Irán, con base en el acuerdo de 2015, el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), le habría bajado el ritmo de desarrollo de centrales nucleares, pero los riesgos continúan latentes, aumentado las presiones en Oriente Medio y en el Sur de Asia -recuérdese que tanto la India como Pakistán que tienen el diferendo de Cachemira, poseen armamento nuclear.

Por supuesto que ninguna potencia con armas nucleares reconocerá el motivo exclusivamente bélico. En lugar de ello, se enfatiza que tales armamentos tienen por finalidad la disuasión. Al respecto recuérdese que durante la Guerra Fría (1945-1991) prevalecía la doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada (DMA). El contenido de la misma puntualizaba que un ataque nuclear desembocaría en una represalia devastadora; se hacía inviable cualquier victoria, “en una guerra nuclear, el enemigo genuino, era la guerra misma”.

En la lógica de la Guerra Fría y el principio de disuasión, el equilibrio de las capacidades de armas nucleares se percibe como un elemento vital de seguridad de las potencias. Este tipo de armamento es visto como garantía de soberanía y de protección contra ataques de gran escala.

El gran riesgo latente

Sin embargo, existen planteamientos de doctrina militar que justifican la existencia de armas nucleares “tácticas” o de “bajo rendimiento”, cuya utilidad sería disuadir de ataques convencionales masivos y buscar concluir los enfrentamientos de manera contundente. En este sentido las líneas que separan un conflicto convencional y uno nuclear se hacen cada vez más difusas.

El gran riesgo en esto es que un conflicto limitado pueda salirse de control con facilidad. Relacionadas con estas consideraciones véanse dos obras: Graham, Allison (2004) Nuclear Attacks: The Ultimate Preventable Catastrophe. EEUU, Time Books; y Rhodes, Richard (2002) The Making of the Atomic Bomb. EEUU, Simon & Schuster.

En la actualidad, la modernización del arsenal nuclear y el debilitamiento de los acuerdos de control fomentan eficazmente un escenario de gran incertidumbre. Conviene rescatar el espíritu del Manifiesto Russell-Einstein del 9 de julio de 1955: “los riesgos de un accidente con armas nucleares, una proliferación descontrolada o uso intencional con consecuencias catastróficas para la humanidad, hacen que la eliminación de estas armas siga siendo un imperativo moral y estratégico para el futuro de nuestra civilización”

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