Hiram Ruvalcaba: nuestro escritor invitado a nuestro Fogón Virtual

Charlaremos de su última novela "Todo pueblo es cicatriz"

Hiram Ruvalcaba, nació en Ciudad Guzmán, Jalisco, en 1988. Es escritor, profesor de literatura y también padre, una actividad que le gusta destacar con mucho orgullo. Es licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara e Ingeniero Ambiental por el Instituto Tecnológico de Ciudad Guzmán. Asimismo es maestro en Estudios de Asia y África por el Colegio de México.

Publicó los libros de cuentos El Espectador (2013), Me negarás tres veces (2017), La noche sin nombre ( 2018), Padres sin hijos (2021), De cerca nadie es normal ( 2022) y el libro de crónicas Los niños del agua, en el año 2021.
Su última novela, Todo pueblo es cicatriz, fue publicada en septiembre del 2013. Es una autoficcción donde Hiram nos lleva desde su mirada de niño hasta su adultez,  por los hechos de violencia que marcaron su vida. Una radiografía por la anatomía física y emocional de la violencia que nos sacude para poder cuestionarnos qué sucede con nuestras existencias cuando nos toca de cerca. Esta novela nos lleva a pensar hasta  qué punto somos también nosotros partes de los mecanismos violentos a los que estamos expuestos de manera asidua desde la educación, las relaciones sociales crueles y aprendidas y los discursos de odio que se traducen en constantes crímenes como los femicidios y los asesinatos y en este caso, envuelven a un familiar cercano.

Mi aproximación a este autor fue por recomendación de otra escritora mexicana, Lola Ancira, a quien también admiro muchísimo.

Esta novela me atrapó desde su inicio y lejos estoy de intentar hacer una reseña, sólo quiero invitarles, como lectora ávida y fascinada con esta nueva generación de escritores, a una charla con Hiram para conocer mucho más de su obra, de sus procesos creativos y también saber sobre su mirada a México, su país.

A continuación, les comparto el inicio de uno de los capítulos de «Todo pueblo es cicatriz».

Norte, 1999

La única mascota que tuve fue una perra llamada Sapuca. Mis padres no la querían: nuestra casa era pequeña y Sapuca demasiado grande para convivir con una familia de cuatro. Pero yo la había encontrado en la calle. O no. Ella me había encontrado a mí. Ella me había seguido desde una colonia aledaña y había movido la cola y lamido mis manos y lavado mi corazón. Así que me arriesgué a llevarla a casa, a pesar de que sabía que papá estaría molesto y, apenas al verla, me obligaría a deshacerme de ella sin importar mis ruegos o mi llanto.
Tuvimos suerte. De alguna manera, aquel encuentro fortuito convenció a papá de que “el pinche animal” – como la llamó durante los meses que pasamos juntos- sería ideal para enseñarle a su hijo de once años sobre responsabilidad , palabra que se iría dilatando como una letanía alrededor de nosotros. Sapuca estaría en casa mientras yo limpiara sus cagadas. Sapuca estaría en casa mientras yo me hiciera responsable de que no destruyera nada o hiciera cualquier cosa que le ganara el exilio.
Y durante un tiempo estuvimos bien: por la tarde jugábamos con los niños del barrio quienes, liderados por el Vampi – un muchacho de quince años, a quien todos veíamos ya como un adulto que salía a jugar con nosotros, la perseguían arrojándole piedras o se dejaban perseguir por ella. Niños que le regalaban restos de comida, galletas o tortillas cuando la veían afuera de sus casas, o la miraban fascinados cuando copulaba con otros perros de la calle, que la montaban siempre en grupo hasta que uno de ellos se quedaba pegado. Entonces, los vecinitos atacaban nuevamente con palos y piedras a aquella quimera de dos cuerpos que en vano trataba de huir en direcciones opuestas.
En aquella libertad canina yo la veía ser feliz, más perro de lo que sería nunca en el pequeño patio de nuestra casa. Así que, a pesar de estos maltratos, la dejaba salir por las tardes, y la esperaba al oscurecer cuando, sin falta, regresaba a nuestro portón y lo arañaba con sus patas para volver a mi lado. Pasados unos meses, aquella rutina se vio interrumpida por lo inevitable: Sapuca terminó por embarazarse de alguno de aquellos perros callejeros y a mí no me quedó más remedio que separarme de ella. (página 60).

Los esperamos.

Este viernes 7 de junio tendremos la enorme alegría de escuchar y charlar con el escritor Hiram Ruvalcaba en EL FOGÓN DE LOS ÁNGELES . Un encuentro de amigos de todos los rincones de las Américas interesados en explorar temas de política, sociedad y literatura patrocinado por Hispanic LA. El encuentro se realiza en zoom todos los primeros viernes de cada mes, a las 5:00 pm de Los Ángeles, EE.UU. Está abierto al público. Pedir información y enlace de zoom a nestor@hispanicla.com. Los esperamos!

Autor

  • Adriana Briff

    Adriana es educadora en el Distrito de San Carlos, California.Tiene una licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Ciencias Políticas, de la Universidad Nacional de Rosario. Madre de Dante, un joven autista de 23 años, Adriana disfruta en escribir crónicas diarias, que ella ha titulado "Fotos con palabras". Sus textos pueden verse en Facebook. También ha publicado en las revistas Urbanave y en Brando, del Diario Nación y Página 12 Rosario.

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Adriana Briff

Adriana es educadora en el Distrito de San Carlos, California.Tiene una licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Ciencias Políticas, de la Universidad Nacional de Rosario. Madre de Dante, un joven autista de 23 años, Adriana disfruta en escribir crónicas diarias, que ella ha titulado "Fotos con palabras". Sus textos pueden verse en Facebook. También ha publicado en las revistas Urbanave y en Brando, del Diario Nación y Página 12 Rosario.

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