La naturaleza de la democracia hoy
El que las recientes elecciones de Brasil y Estados Unidos hayan terminado prácticamente en empate nos lleva a concluir que, aparte de elegir representantes, un efecto indeseado es la formación de dos bloques antagónicos enlatados a presión.
Si no se modifica el espíritu de las votaciones, la colisión político-tectónica está servida. ¿Pero de qué polvos provienen estos lodos?, porque el clima electoral, como el otro, es poco halagüeño.
Vencedores y vencidos
Una de las primeras polarizaciones es “la del bien y del mal”: maniqueísmo puro. Puestos a tomar partido, a nadie le gusta hacer de “malo de la película” ni, en clave del “salvaje oeste”, ser “más lento que el caballo del malo”. El cristianismo lo representa así: San Miguel Arcángel blandiendo su espada flamígera mientras posa su pie victorioso sobre el Ángel caído. Otros hay que se aprestan a escoger de compañero de viaje al mismísimo “Dios”, como si se tratara de un partido de dobles. Sería como apostar a caballo ganador.
Otros más modestos se limitan a un “o conmigo o contra mí”: el presidente Bush Jr. “Vencedores y vencidos” es lenguaje hostil propio del recuento de votos. A los vencidos, al final, les toca bajar la testuz, transformándose la democracia en una forma civilizada de imponerse unos a otros la razón.
La precarización de la economía
El intento de asalto a la Casa Blanca las pasadas elecciones presidenciales presagia un futuro en el cual los votos solo se respetarán cuando el viento sople favorable. Cuando no, se procederá a romper la baraja.
Es un completo disparate pensar que los pobres votan “demócrata” y los ricos “republicano”, porque la mitad de los estadounidenses no son ricos. Tampoco debe producir sorpresa que los emigrantes latinos simpaticen con opositores capitalistas de sus países. Estados Unidos está plagado de emigrantes que lo hacen. Váyanse a Florida y compruébenlo. La polarización pesa más que la precaria economía.
Los políticos con más votos tienen ahora la obligación de contener la inflación y los precios. Con esta premisa, si una mitad ha votado “demócrata” y otra “republicano”, ambas mitades deberán competir por demostrar “de qué cuero salen más correas”.
Algunos creen que nuestro planeta es plano como su nombre indica, hay otros que no. ¿Podría la democracia resolver esta disyuntiva a partir de “¿estar conmigo o contra mí?” o de “si Dios conmigo, ¿quién contra mí?”? Aunque parezca irreal, el planeta Tierra sería redondo solo si una mayoría lo votase democráticamente.
Mientras estemos amenazados por una marea tempestuosa que ni Moisés pueda detener estamos condenados a vivir entre dos aguas. Algo anda mal si los voluntarios que te visitan en periodo electoral se circunscriben a ciudadanos registrados de su propio partido. ¿Habrá que registrarse en dos?