Latinx en Arkansas, por Henrik Rehbinder

Era difícil de imaginar al estado de Arkansas citando a la Real Academia en una defensa de la pureza del idioma español. La gobernadora republicana Sarah Huckabee Sanders explicó su acción en una proclama oficial diciendo que “desde Madrid…(se) ha rechazado oficialmente el uso de la ‘x’ como alternativa a la ‘o’ y la ‘a’ en español”.

La motivación oficial de Sanders es proteger al 8% de la población de la “insensibilidad ética” y de términos “peyorativos”. “No es más fácil eliminar el género del español y de otras lenguas romances que eliminar las vocales y los verbos del inglés,” continúa la lección idiomática en la orden de la gobernadora.

De seguro que los hispanos del estado sureño hoy no se sienten hoy más respetados y más cobijados por sus autoridades que antes de la acción de Sanders.

Quizás sería más útil en un estado con las características de Arkansas – uno de los estados con menor nivel educativo del país- mejorar las oportunidades educativas y pagar más a los maestros. Los que no entienden español también se lo van a agradecer.

Por otra parte, el argumento de acusar al “latinx” de insensibilidad es irónico porque precisamente surge por la necesidad de resolver esa falta de tacto.

La palabra es el resultado de una generación de estadounidenses que se siente excluida por las reglas estrictas de un idioma que declara lo masculino como una definición universal. Ya no hay paciencia para el machismo idiomático ni echándole la culpa a Cervantes .

Ellos quieren que una identidad diversa y fluida esté reflejada en un léxico que por su naturaleza carece de toda flexibilidad y ambivalencia en cuanto a género. Hay un conflicto natural que se resuelve con una invención.

Pero el blanco de Sanders no es la palabra inventada, sino las personas que ven la necesidad de usarla. La eliminación de “latinx” es parte de una narrativa delirante contra amenazas inexistentes – tal como la Teoría Racial Crítica – a lo que consideran “valores americanos.”

La republicana representa una intolerancia recalcitrante contra todo tipo de diversidad que no quepa en su cosmovisión de evangelista ultraconservadora. Su papel destacado como portavoz de la presidencia de Donald Trump la coloca en un extremismo inescrupuloso carente de toda humanidad.

¿Será que el “latinx” tiene un aura de elitismo al no ser usado popularmente en los hogares latinos estadounidenses? Por eso es vulnerable a una crítica que suena razonable, pero que en el caso de Sanders es un uso bastardo con propósitos extralingüísticos infames.

Confieso que ver y escuchar “latinx” lo siento como una agresión a los sentidos. Igual que los «amigues” tan en boga en un sector de la juventud latinoamericana y en los mayores que quieren ser inclusivos. Aunque aceptó el Spanglish porque el idioma lo hace la gente que lo habla en la calle y no un grupo de individuos en una torre de marfil.

El español no tiene la flexibilidad del inglés. El reto es amoldar la cabeza propia para que al menos el rechazo visceral al término “latinx” sea acompañado de la comprensión de las circunstancias en que esta palabra es hasta imprescindible.

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