Liberación a los cubanos de la Isla
Mucha gente no conoce el drama de los cubanos, cantidades de personas en el mundo no tienen ni idea de lo que se ha pasado y se sigue pasando allí. Y cuando lo expresamos, algunos, fundamentalmente de izquierda y sin mala intención, quiero pensarlo así, piensan que nosotros siempre remarcamos lo mismo, como una cantaleta que no tiene más imaginación que insistir con lo mismo una y otra vez. Pero es que ello es una verdad de 53 años; una dura y descarnada verdad que hay que repetir y repetir para contrarrestar la mentira que el Dictador y su séquito de históricos… rufianes, claro, han divulgado y machacado durante estos 53 años, convenciendo a miles y miles que no han visto o no han querido ver cuál es la verdadera esencia de lo que ha estado pasando en mi país. No lo han querido ver ni aun después de la caída de la Unión Soviética. Por esta razón crucial es que tenemos que reproducir y renovar sin descanso la experiencia de cada uno de los cubanos, de los millones de cubanos que permanecen en Cuba y de los que nos hemos podido marchar.
Por eso tenemos (tengo) que alegar que, por ejemplo, en mi caso, yo, un simple mortal de esa Isla, que no llegué a estar en prisión ni que —por suerte— le interesé al régimen como enemigo; yo que casi a los 50 años pude marcharme, porque conseguí un permiso de salida para ausentarme un mes, autorizado por el Departamento de Inmigración (cuando debe ser Emigración), del Ministerio del Interior, y me pude quedar en España en casa de mi familia; yo, repito, que aun pude obtener esta forma de escapar que otros miles y miles no han podido hacerlo, sí, yo, mi persona en lo más íntimo, he sufrido, y lo digo sin ningún tipo de melodrama. Y pienso, y me pregunto, cuánto no habrán pasado y sentido los que han estado (y todavía están) presos durante años y años, que han sido torturados, vejados, humillados; que han perdido hijos, padres, parientes y amigos en el mar, o en cualquier otra forma de salida clandestina de la Isla, y que han vivido divididos en el mismo seno de su hogar, ¡cuánto no habrán pasado estos cientos, miles y hasta millones de cubanos!, y en la gran mayoría de los casos, sólo por defender los derechos humanos y, principalmente, la libertad.
Y he padecido, por supuesto, porque lo perdí todo; perdí el derecho a mi casa, a mi pensión (dejé un poco más de 30 años de trabajo); mi derecho de entrar y salir de mi propio país; mi derecho al trabajo en el lugar donde nací, me crié y viví; perdí el derecho de ver a la familia y a los amigos que me quedan allí; perdí el derecho que me da la vida y Dios y la libertad de visitar y recordar, con mi presencia en la Isla, toda la historia de mi vida.
Me robaron la tranquilidad, la paz y la libertad de expresarme en mi nación; me robaron la juventud, porque fue de miedo y prohibiciones; me robaron el derecho a la religión y pretendieron que dejara de creer; me prohibieron entrar en los hoteles, en las playas, en los lugares residenciales donde ellos mismos viven a toda leche; me robaron muchos, muchos años, de conocer la realidad del mundo; me robaron, incluso, décadas de escuchar y sentir la música que yo hubiera querido: el rock and roll, el jazz, el twist, las canciones de Celia Cruz, de Gloria Estefan y de Willy Chirino, entre tantas cosas más. Y lo peor de todo para mí fue que me robaron el derecho a leer lo que yo quería y a escribir lo que yo sentía.
Me quisieron también robar el alma pero no pudieron. Y fue con el alma, mis creencias, mis pensamientos y mi imaginación que los combatí en silencio para hoy en día —aun cuando fuera de Cuba— poder dormir tranquilo y saber que mi hija y mis nietos ya tienen un presente y un futuro; para saber que, junto a mi esposa y otros familiares, soy libre en mis acciones (aunque interiormente siempre lo fui); para saber que pude rehacerme sin olvidar mi cultura ni los bellos momentos que pasé con los míos y mis amigos, con la gente de la calle que conocí; para saber que he podido trabajar y moverme a donde he querido, viajar a donde he podido sin que nadie me lo impida, a no ser los recursos económicos.
Para saber —en este momento de hoy en día— que mi memoria está intacta, fresca, y pienso, imagino y escribo, para que mi alma poco a poco se funda con mi ego; para saber que, al menos, recuperé el derecho a la vida y a la esperanza de un ser humano posible; este mismo ser que tengo ahora y que quiere ser, cada día y cada año, más humano, ante Dios y el prójimo, y más libre.
Que este año 2011 le traiga la liberación a los cubanos de la Isla; y les traiga el amor, la salud, la paz y el progreso a todos los hombres de buena voluntad.
Don Manuel, me presento, soy chileno, derechista extremo pero de la libertad de decir, pensar y creer. Me gusta escribir lo que siento más que lo que pienso, puesto que supongo de esa manera me conecto con el alma de las personas más que con la razón, la cual siempre está empañada por las creencias religiosas, políticas y otras barbaries más que los hombres hemos creado para distinguirnos de los animales y la verdad es que no ha resultado. En cambio el alma, como nadie ha visto ninguna da lo mismo…
Me tocó vivir de joven la visita a Chile de Fidel Castro. Tuve la ocasión de verlo pasar a unos 40 kilómetros por hora frente a mí. La verdad le ví la barba, con suerte. Pero sufrí con sus eternos discursos y mi país tuvo que alimentarlo por un tiempo más largo que lo prudente o lo que las simples normas de convivencia recomendarían.
Eran los tiempos en que Chile era socialista, donde teníamos tarjeta de racionamiento de alimentos y donde el obrero creía que había nacido para gerente y que el camino era dar una patada en la puerta del ejecutivo y hacerse cargo. Yo era niño, pero siempre miré el mundo con ojos de adulto. Y me maravillaba esto del pueblo en armas, el camino de la revolución y esa historia del David comunista que le ganaba al Goliat gringo imperialista mata bebés y violador de criollas latinas.
Pero el libro que nos leyeron, el cuento que nos contaron se ha ido cayendo a pedazos como pared vieja para terremoto. Cuba es una especie de paraíso tropical para algunos y una cárcel para otros. Por cierto con la mejor medicina y la educación según nos contaba la expresidenta chilena señora Bachelet…
Algunos chilenos dicen que Pinochet nos libró de ser otro paraíso socialista, yo pienso que nos escapamos de ser un teatro de guerra.
Interesante leerlo Manuel.
Me gustaría escuchar como sueña a su país, más que como lo dejó…
Gracias, amigos míos, el Quiño, cará, y el grande de Julio Benítez, sé que muchas de las cosas que, creo, logré decir es el sentir de miles y quizás hasta millones de cubanos. Les juro que esto fue espontáneo, inspirado en unas palabras que me escribió la escritora y perdurable dominicana, mi amiga, Ligia Minaya. Y supongo que la clave de este escrito mío ha sido la expresión «me robaron»; porque es que realmente eso es lo que ha sucedido: «nos robaron el país». Porque lo hemos hablado muchas veces, en esencia, estos Castro y sus «históricos» la malaentrañísima habilidad —como nueva manera de hacer en la historia de los dictadores— que tuvieron fue la de disfrazar el robo no sólo de todo un país, sino que además convirtieron en zombis a ingenuos y desmadrados, disfrazándolo todo, repito, como si fuera la gesta de dos mitos llevados a la realidad: el de Robin Hood y el de David contra Goliat. Pero detrás de este Espejismo, que ha durado muchos años y que ya hoy echa la podredumbre de una fétida luz oscura, queda no más el hecho de no haber sido sino el robo mas descomunal de la historia. Gracias por sus palabras, el Mano
Quiero felicitar de todo corazon a mi amigo Gayol por esta extraordinaria y emotiva confesion escrita (en voz alta escrita), ANTOLOGICA, que sintetiza de manera brillante la dramatica realidad cubana de los ultimos 52 anos . No creo haber leido en tan pocas lineas algo mas desgarrador y hermoso a la vez sobre la ya eterna pesadilla castrista. Me veo de pies a cabeza inmerso en esta confesion, y creo le debe ocurrir lo mismo a la ya demasiado ancha diaspora cubana en su conjunto. Gracias, Mano.
Ah. Hermano. Cuánto dolor expresan tus palabras. Qué decirte sino coincidir contigo que nos quitaron la patria física porque la de espíritu la tenemos dentro. Mi Cuba que es la de todos los que vivimos acá o se quedaron allá, despojada de su azúcar, de su café, de sus grandes obras para ser una nación pequeña. Y lo peor, crearon un mito de progreso frente a un pasado que negaron. Durante estos años los hombres y mujeres de la tierra de Martí y de Maceo han visto sus vidas envilecidas. Y no lo digo por rabia. Yo sí estuve preso en 1992 por mi asociación «ilegal» con el Comité CUbano de Derechos Humanos. Lo digo porque esa pena, ese clavo en el alma se agranda en la distancia. Manuel. Prefiero decir que gracias por seguir con un granito de arena abriendo paso a la verdad.