Llegó el momento de regular Facebook

El 4 de octubre comenzó el testimonio público ante un panel del Senado de Frances Haugen, exdirectora de proyectos de Facebook hoy derivada en denunciante (whistleblower) de sus faltas.
La empresa, dijo Haugen, sabe que está perjudicando a las personas y la responsabilidad final es de Mark Zuckerberg, su fundador y dueño del 55% de sus acciones.

Esta misma semana, una segunda denunciante anunció su testimonio, mientras que Haugen está prestándolo en Europa. Esto no se acaba, pese a los intentos de la administración de la empresa de acallar las voces de protesta.

Tres mil millones de personas usan Facebook activamente. Es la empresa de mayor valor del mundo y la mayor entre los cinco gigantes estadounidenses de la tecnología informática, junto con Google, Apple, Microsoft y Amazon.
Los ingresos mundiales de Facebook ascendieron a casi 86.000 millones de dólares en 2020, 21% más que en 2019 y 53% más que en 2018.
En 2019 pagó una multa sin precedentes, 5,000 millones de dólares, dictada por la Comisión Federal de Comercio (FTC) por engañar a los usuarios sobre su capacidad para controlar la privacidad de su información personal.
Eso no fue suficiente para cambiar la esencia de la empresa.
Haugen ha hecho públicos decenas de miles de documentos que demuestran que la empresa, a través de sus propios investigadores, está al tanto de su daño a niños, mujeres, a la democracia y la coexistencia pacífica y lo ha ocultado.
Facebook tiene que cambiar radicalmente y no lo hará por sí sola.
Durante años, el gigante de los medios sociales, junto con Twitter y otros, ha estado determinando el lenguaje humano. Ha influido en la temática de nuestra comunicación. Con la ayuda del aislamiento impuesto por el COVID-19, se convirtió en elemento indispensable en la existencia social.
En nuestro país cumplió y sigue cumpliendo un rol crucial en la diseminación de falsedades, odio, extremismo, teorías conspirativas e incitación a la violencia. Ha sido, no el motivo, pero sí el facilitador, el orientador y catalizador de las tendencias que hoy amenazan con destruir nuestra democracia, promover el caos e implantar un régimen supremacista y despótico.
Al mismo tiempo, tiene un papel importante en la socialización de nuestros menores; contribuye a la enseñanza, a los conocimientos, reemplazando el papel que tenía antes la correspondencia por correo, el teléfono y hasta el correo electrónico. Es útil e indispensable.
Pero eso mismo le confiere incluso más poder sobre las mentes de nuestros niños, su crecimiento y su visión de lo que es el mundo en donde viven.
No olvidemos que es una empresa privada, cuyo objetivo es ganar dinero para sus propietarios directos y sus accionistas.
Esto es lo que determina sus políticas, sus planes, su filosofía.
Pero no es así como se presenta al mundo. Igual que los otros, pretende ser un adalid de libertades, progreso y enseñanza. No lo es.
Las seis horas de silencio de este lunes, cuando un desperfecto aún no explicado hizo desaparecer a Facebook junto con sus subsidiarias Instagram, Messenger y Whatsapp del internet, fueron emblemáticas tanto de su dominio mundial como de su fragilidad.
Millones en todo el globo sintieron un vacío personal, soledad y angustia. Quizás se vieron obligados a mirar a su derredor y confrontar su realidad.
Porque Facebook no es la realidad. Los “amigos” que por miles tenemos en nuestras cuentas no son amigos, ni siquiera conocidos. Y por lo general, las opiniones que allí leemos son muy similares a las nuestras, porque así está diseñado este sistema.
No en vano la minoría que votó ardientemente por Donald Trump en noviembre pasado está convencida de que su campeón obtuvo una victoria aplastante, porque no conocen a nadie o casi nadie que opine lo contrario. Miles de ellos participaron en enero en el asalto al Congreso para impedir la transición del poder.
Y no son los únicos.
Hay que decirlo. Facebook y sus semejantes no nos unen: nos atomizan. No promueven el diálogo: imponen el monólogo y la intolerancia.
Como dijo la denunciante, las 6 horas de silencio “fueron 6 horas menos de daño”.
Llegó la hora de regulaciones que le obliguen a FB a hacer lo que no hizo por voluntad propia.
En efecto, en agosto, la Comisión Federal de Comercio volvió a presentar un caso antimonopolio contra Facebook, argumentando que la empresa tiene el poder de monopolio en las redes sociales.
«Al carecer de una competencia seria, Facebook ha podido perfeccionar un modelo de publicidad basado en la vigilancia e imponer cargas cada vez mayores a sus usuarios», dijo la FTC. Es un pasó en la dirección correcta.
El Congreso, las Cortes y la Casa Blanca; demócratas y republicanos, deben llegar hasta las últimas consecuencias.
Hay precedentes, el primero en 1911, cuando la Suprema Corte determinó que Standard Oil era un monopolio ilegal, ordenando su división en 34 empresas independientes. En 1982 el Departamento de Justicia hizo lo mismo con AT&T llevando a la división del sistema Bell en nueve empresas de telecomunicaciones regionales.
Podrían ser un buen modelo.
Ya no hay excusas para la inacción.

Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito.
Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio.
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Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then.
Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

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