Los antivacunas, los extremistas, los lunáticos, son una minoría
Los antivacunas, opuestos a las medidas que salvan vidas, que juegan con las vidas de sus prójimos, las turbas armadas que amenazan a médicos y funcionarios, son una minoría
Quienes se oponen a las medidas sanitarias que salvan vidas, en medio de la pandemia del coronavirus; quienes juegan con las vidas de los ciudadanos en los estados que gobiernan, los que se presentan con armas ante funcionarios que quieren ampliar la vacunación, amenazándolos, contrariamente a la impresión que causan, son una minoría del pueblo estadounidense.
Pero son organizados, extremistas y unidos por la falacia de que Donald Trump todavía es presidente y que quien mora en estos días en la Casa Blanca es un usurpador, un don nadie, un dormilón, un traidor a la patria. Son inmunes a la voz de la razón, tal como se ha visto en recientes entrevistas donde se les permitió explicar su ideología, que consta, básicamente, de “tengo derecho a mis hechos, tanto como lo tiene la prensa, los gobiernos, las agencias gubernamentales”. O sea, por difícil que sea concebirlo, reclaman el derecho a su propia realidad, lo cual sería un problema meramente psiquiátrico si no fuese porque pretenden imponer esa visión al resto de nosotros.
Difícilmente sean rescatables a la voz de la razón.
Aunque son una minoría, y aunque hay palpables diferencias entre ellos, ponen en peligro el tejido social de Estados Unidos, la vigencia de la Constitución, la convivencia pacífica entre quienes piensan diferente. Estamos a pocos pasos de que en algún lugar, en algún momento, se desate la violencia.
Aunque cueste creerlo, Estados Unidos, con 54.4%, está hoy en el número 40 entre los países con mayor porcentaje de vacunación. Tres meses atrás estaba en el puesto 18. Los mejores países vacunaron a más del 75% de sus habitantes.
Debemos recordar esto cuando el Presidente Biden ha emitido órdenes ejecutivas para ampliar el caudal de personas vacunadas en ⅔ partes de los trabajadores, única manera de detener en seco la propagación de la pandemia.
Y sucede cuando la enorme mayoría – más del noventa por ciento – de los nuevos casos en los hospitales son de personas no vacunadas, casi siempre porque no quisieron hacerlo, por una u otra excusa.
Lamentablemente tenemos que diferenciar entre ellos dos ramas. Los unos, movidos por el extremismo fascista que se apodera de grandes partes del país. Pero otros son muchos de los afroamericanos – la comunidad con menor porcentaje de vacunación del país – latinos, de los pobres, los que a falta de educación desarrollaron el tribalismo protector y que los consuela de falencias y necesidades no satisfechas.
Sin embargo, una nueva encuesta de la cadena CNN arroja que a pesar de la presión implacable de los anticiencia, cada vez más, los estadounidenses apoyan los mandatos de vacunación para trabajadores, estudiantes y otros grupos de la población.
El sondeo, que fue llevado a cabo antes de la publicación de las nuevas regulaciones de vacunación obligatoria en el gobierno federal, muestra un aumento al apoyo a exigir vacunas para trabajadores de oficina (54%), estudios en persona (55%) y asistencia a eventos deportivos o musicales (55%). El 41% está por requerir prueba de vacunación en tiendas de comestibles. Estos números aumentaron en general en un 20% desde un sondeo similar en abril.
Es más: 63% quiere que los niños usen máscaras faciales en las aulas. Para el 86% la pandemia aún no ha terminado, y Estados Unidos no está en vías de recuperación.
Lo dicho. Los obstinados, los contrarios, los vocingleros, son una minoría que empequeñece.
Este apoyo popular debe fortalecer a quienes como pueden, luchan por reducir la cantidad de contagios, hospitalizaciones y muertes. Son buenas noticias para la lucha contra este terrible mal.