Cuento: Manu Stuprare

 

Los momentos más dichosos de mi vida los pasé abofeteando al payaso, necio payaso enhiesto y erguido, que me miraba sarcástico con una lágrima sempiterna brotando desde su único ojo.

El payaso tenía una vitalidad demencial, recuerdo como si fuera ayer los momentos felices de la pubertad, cuando con su cráneo calvo, sonreíamos al ver pasar a las muchachas, las bellas muchachas en flor.
El siempre pensaba en ellas, desde que era un payasito, cuando creció y alcanzo un tamaño bastante respetable, se dejó crecer una larga barba, rebelde y ensortijada, negra, con la textura áspera del alambre, que le daba un aspecto a la vez majestuoso y grotesco.

A veces no sé quien está a cargo, si yo o él, muchas veces su vitalidad indomable se rebela, y pugna por salir, quiere conocer el mundo, tiene especial predilección por las cavernas y los lugares cálidos y húmedos.
Así es que juntos hemos llevado una vida aventurera, a salto de mata, héroes románticos, héroes malditos; hemos recorrido el mundo y penetrados secretos ignotos, en bóvedas ocultas.
Aunque no todo ha sido color de rosa, payaso ciclotímico varía sus estados de ánimo, y cuando le entra la melancolía se transforma en un ser risible empequeñecido, arrugado, oculto en su orfandad.

Y en momentos en que teníamos una increíble empresa que afrontar, mi amigo incondicional me ha fallado, he intentado en vano despertarle de su letargo y nada, en algunos momentos cruciales, una tragedia que gracias a Dios no ha pasado a menudo.

Cuando estamos a solas y tenemos tiempo en nuestras manos, hablamos de cosas en común, de lo que nos une. Hablamos de la piernas fabulosas de la muchacha que vimos en el supermercado, o de esa película porno que nos encantó a los dos. A veces soñadores, pensamos en lo que pudimos haber hecho y no pasó, y él me lo recrimina, y yo no tengo otra cosa que hacer que darle la razón. ¡Cómo quisiera que todo para mí fuera tan sencillo como lo es para el payaso! Después de todo, yo soy el cerebro del equipo, ¿Quién lo diría? Y me imagino qué pensará cuando me mira con su cabezota sin sesos.
Y

a a solas lo estrujo, lo palmoteo, le froto la cabeza calva, y cuando él lo decide, escupe al mundo su rabia y su vitalidad, su deseo de ser más que mi apéndice, como reivindicando su poder maravilloso y lo importante que es en este dúo dinámico.

Yo estoy pensando en ti, yo se que tú lo sabes, y la idea no te agrada, pero también el está pensando en ti.
Y la primera vez que te vimos, el salió de su apatía y su mutismo, irguiéndose orgulloso, listo para la función. ¡Es el circo! Con su cabezota torpe y graciosísima, el quería bailar, el baile sinuoso del lingam de los hindúes, alegre como un fauno.

Mi amor, quiero llevarte a conocer la Arcadia.

¡Es el circo! Suena una fanfarria y las trompetillas, saltan los equilibristas, el hombre musculoso y la mujer barbuda. Y él te quería hacer reír, quería que contemples todo lo que existe como una broma absurda y feliz; quería que te revolcaras, de jolgorio y carcajadas. Era un circo, y en mi vientre además había fuegos artificiales, acróbatas con su vértigo, y en mi corazón fieras salvajes saltaban en medio de aros de fuego.
Era la furia incontenible de Eros, el sentido de la vida, alegría y tristeza entremezcladas en un carnaval de emoción. El payaso me dijo que todo eso eran mariconadas… El sólo quería descubrir tu gruta ignota, quería conocerla profundamente.

Y yo también, amada mía, yo quisiera tocar tus sueños secretos.

Pero la realidad te estrella de cara contra las rocas de la rutina, y mi incapacidad nos hizo recluirnos. Nos hizo regresar a la tibieza de la gruta conocida, en la que mi fiel amigo ya no tenía nada que descubrir. Así pasamos muchos años más juntos, conversando de vez en cuando, contándonos nuestros sueños no realizados, él recriminándome mi falta de coraje, yo amansándole con mano caritativa, pensando en otro día que sería mejor, tal vez.

Estuvimos muy cerca de ser felices, cuando un día estuvimos a punto de decidir quién llevaría el control de nuestra sociedad, y estuve a punto de dejarle tomar las riendas para siempre. Porque para el payaso la melancolía sólo es su debilidad física; ni apenas se repone, la fiesta vital empieza de nuevo; si hubiera seguido su consejo; si hubiera dejado su vitalidad orientarnos, tal vez todo pudo haber sido distinto.

¡Ah! ¡Cuántas mujeres hermosas! ¡Cuánto vino! ¡ Cuántas camas desconocidas! ¡Cuántos placeres exquisitos! ¡La furia de los miembros trenzados! ¡Pechos y nalgas ubérrimos! ¡Orgasmos que muerden la teta izquierda de Dios! ¡Rabia, sexo, rabia! ¡Si sólo pudiéramos morir de esta manera! ¡Toda la filosofía y la literatura serían un polvo infinito, lanzado hacia el rostro del universo! ¡A ver, límpiate la cara concha de tu madre! ¡Ja ja ja!

Mi yo feble y dubitativo tomó el control, y así hemos sido razonablemente… No sé si felices, pero al menos hemos llevado una vida calmada y predecible, llena de coloquios sordos en la penumbra de nuestra habitación.

Los años pasaron y se hicieron sentir en nuestras cuerpos, un día mi amigo cedió al absurdo de la vida, y se replegó en su propia miseria añosa para nunca más despertar. Los años han hecho mella en mi también, muy pronto tendré que hacer el gran viaje, pero no me iré solo: me llevaré el cuerpo lánguido de mi amigo entre las piernas.

 

Autor

  • Enrique Navas Ampuero

    Enrique Navas Ampuero. Nació en Lima, Perú, el 12 de abril de 1975. En 1991 ganó el concurso de poesía Poetas jóvenes del Perú, realizado por la hoy desaparecida Editorial Cambio. Estudió filosofía en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima y en La Universidad Nacional Federico Villareal. Ha escrito y dirigido la obra de teatro Las Trampas de la Soledad, puesta en escena en el Instituto Araoz Pinto, en Lima, y trabajó por breve tiempo en escritura de guiones para el programa radial Avanzada Cultural Católica, en Radio Omega, Lima, Perú. Actualmente cuenta con un libro de relatos inédito, titulado Obsceno. Asimismo se encuentra trabajando en una novela ambientada en los años del terrorismo en Perú. Reside en Long Beach, California, desde el año 2001.

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5 comentarios

  1. bueno, tenes razón, voy a saludar de mano a mi gran pequeño amigo… jeje

  2. Buen cuento Enrrique, la nostalgia y el cariño para un buen amigo, a veces vilipendiado por la vida y la culpa.
    felicitaciones

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