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Recuerdo mínimo de Botero en una plaza de Oviedo

El año pasado, temprano en la madrugada de un día de mayo, siendo aún oscuro, y justo en el momento de empezar el recorrido del Camino Primitivo de Santiago desde Oviedo, capital de Asturias, España, nos despidió la escultura en bronce “Maternidad”, de Fernando Botero, instalada en la Plaza Escandalera de la ciudad. Fue grato toparme allí con esta obra del pintor y escultor colombiano, que tiene también esculturas gigantes como esta en lugares públicos de Nueva York, París, Madrid, Barcelona, Santiago de Chile y Medellín, Colombia, entre otras ciudades del mundo.

Despedimos a esta figura central del arte colombiano

Un creador enormemente productivo y comercial, con un obra que se convirtió en una marca registrada. Hubo una época en que fue uno de los artistas plásticos más ricos del mundo. Se equivocan por desconocimiento del conjunto de su obra, quienes piensan que fue solo un artista decorativo o, en el otro extremo, que sea el artista más importante que haya dado Colombia hasta el momento. Colombia es un país de artistas extraordinarios como Beatríz González, Eduardo Ramírez Villamizar, Alejandro Obregón, Oscar Muñoz, Antonio Caro, Luis Caballero, Olga Amaral, Ana Mercedes Hoyos, Omar Rayo, para citar unos poquísimos contemporáneos de Botero, o de una generación inmediata posterior.

Botero, sin embargo, debe ser visto, como ya lo han hecho tantos libros e incontables exposiciones en museos y galerías del mundo, como un artista de compleja diversidad, a la vez que fácilmente reconocible. Disloca a quienes lo ven como un creador fácil y repetitivo, enfrentarse con obras donde aborda de manera cruda la violencia en Colombia y las torturas y abusos cometidos por personal militar de los Estados Unidos contra prisioneros iraquíes en la cárcel Abu Ghraib durante la invasión a Iraq en 2003.

Mucho del trabajo de Botero es también un retrato, plagado de gracia e ironía, de personajes de la fauna política y social colombiana. A sus 91 años, deja el planeta lleno de su obra en muchos lugares inesperados, incluyendo aquella plaza en la ciudad de Ovideo que atravesé una madrugada para empezar el Camino de Santiago.

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