Rusia y Ucrania, más de mil años de historia
La posible invasión de Rusia a Ucrania despertó viejos rencores.
Desde hace tiempo que Rusia no quiere que su vecino se acerque a Europa y mucho menos a la OTAN. Recordemos que el territorio ucraniano es estratégico, ya que comparte fronteras, de un lado con la Unión Europea y por el otro con Rusia.
Muchos creían que al formar parte de la antigua URSS, su cultura sería más cercana a Rusia, idea que fue descartada cuando los ucranianos depusieron a su presidente prorruso en el 2014, cuando Rusia anexó la península de Crimea, en el sur de Ucrania, y respaldó a los separatistas que capturaron grandes extensiones del este de Ucrania.
Desde ese momento los rebeldes prorrusos han luchado contra el ejército ucraniano, en un conflicto que lleva más de 15,000 muertos, con la esperanza de que Rusia invada Ucrania o vuelva a instalar a un presidente prorruso, o ambos.
El temor real de Rusia es que, si Ucrania forma parte de la OTAN, podrían colocar misiles en un territorio muy cercano al suyo. Por esa razón el viceministro de Relaciones Exteriores Ruso, Sergei Ryabkov. declaró que «hay que garantizar que Ucrania nunca, nunca, se convierta en miembro de la OTAN”.
Hasta ahora son solo gritos, donde los luchadores muestran sus músculos y nada más. Por un lado Biden amenazó con medidas «que nunca haya visto». Según algunos datos, la idea es desconectar el sistema bancario de Rusia del sistema internacional, es decir, ahogar a Rusia económicamente. Por su parte Putin amenaza con cerrar el gasoducto que alimenta a Europa, en medio de un invierno extremadamente frio, creando pánico entre los lideres europeos
Unidos, pero no revueltos
Rusia y Ucrania son viejos conocidos.
Nacieron juntos a fines del siglo IX, año 882, cuando tribus bálticas, finesas y eslavas, al mando de su líder Riúrik, formaron la dinastía Rus. Crearon la ciudad de Rus de Kiev, con el objetivo de controlar las rutas del valle del río Dniéper, para iniciar su expansión territorial hacia el valle del Volga, la estepa del Caspio y los Balcanes, luchando contra los Jázaros y el Primer Imperio Búlgaro.
Lo que fue una confederación de tribus orientales, acabó convirtiendo en una gran potencia comercial, que logró acercarse a la poderosa Constantinopla, capital del Imperio Bizantino. Incluso casó al hijo de su rey con la hija del rey bizantino, culminado con la cristianización de Rus de Kiev. Esto permitió acercar la cultura y religión griega a toda la región.
En medio del Cisma de Oriente, en el año 1054, que separó las Iglesias de Roma y Constantinopla, Rus de Kiev alcanzó su máxima expansión. Se extendió desde el Báltico hasta el mar Negro, creando alianzas por medio de casamientos: princesas de Kiev fueron desposadas con reyes y príncipes, como el Rey Casimiro I de Polonia, el Rey Harald III de Noruega, el Príncipe Andrés I de Hungría, el Rey Enrique I de Francia y Eduardo el Exiliado Rey de Inglaterra.
Pero a pesar del esplendor alcanzado, el saqueo de Constantinopla en 1204 por un ejército cruzado, arrastró a la caída de Rus de Kiev. Se desencadenó una severa crisis que terminó en luchas internas, de la que surgieron gobiernos autónomos, como Vladimir, Galitzia, Nóvgorod y Polotsk, que continuaron compartiendo lengua, cultura y religión comunes, por ser principados de Rus de Kiev.
Solo habían pasado pocos años cuando llegaron las hordas mongolas buscando nuevos territorios. Derrotaron a Kiev y sus principados, en las batallas del río Kalka en 1223 y el río Sit en 1238, y ocuparon el territorio por los próximos años.
A su vez, la caída de los mongoles fue en el siglo XIV, gracias a la intervención del príncipe Alexander Nevsky de Kiev (Ucrania) con el apoyo del príncipe Dmitri Donskói, de Moscú (Rusia), erigiéndose como las nuevas potencias de la región, a pesar la caída de Constantinopla, su exsocio, a manos del Imperio Otomano en el año 1453.
Como observamos, Rusia y Ucrania tuvieron su origen hace 1140 años, en la Rus de Kiev, uno de los estados medievales más importantes de Europa del este, en iguales condiciones e idéntica soberanía.