La idea de hacer una semblanza de cada uno de los diez países latinoamericanos en Sudamérica es presentar al lector la posibilidad de hacer un estudio comparado que facilite la comprensión de la actual realidad política, social y económica de la región en general y de cada estado en particular.
Pretendemos ser lo más objetivos posibles en la narración de los hechos pero es imposible serlo completamente con los criterios de análisis y las conclusiones y, menos aún, en las opiniones que inevitablemente se nos escapan.
Lee la segunda parte: 2020 Sudamérica en la nueva década:
Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay
Rogamos al lector sepa disculpar cualquier exceso en que hayamos incurrido.
Argentina
Colonizada por el Reino de España a partir de 1512. Primero formó parte del Virreinato del Perú y en 1776 pasó al recién creado Virreinato del Río de La Plata. Obtiene de hecho su independencia el 25 de mayo de 1810, cuando expulsan al Virrey Baltazar Hidalgo Cisneros y forman una Junta de Gobierno. El 9 de julio de 1816 proclama oficialmente su independencia de España. Fueron años de lucha para vencer definitivamente al ejército realista.
Después, la República Argentina ha transitado por numerosas dificultades internas por el caudillismo militar que azotó casi por igual a los jóvenes estados que daban forma a las naciones Sudamericanas.
Quizás una de las más oscuras y terribles experiencias fue la dictadura militar que se instaló en el país desde 1970 hasta 1983 que dejó una secuela de traumas sociales que aún perduran y que algunos olvidan o pretenden olvidar. Sólo podemos sustraer de este lapso al único año que mandó Perón después de ganar las elecciones de 1973 porque muere en julio de 1974. Cae el gobierno en manos de su vicepresidenta y esposa, María Estela Martínez de Perón, quien conduce un mandato de represión y terror, asistida por el siniestro López Rega, hasta que una junta militar comandada por el general Jorge Rafael Videla la derroca para instaurar las aludida serie de gobiernos militares cuya máxima “proeza” fue la despiadada “Guerra Sucia” con su saldo de decenas de miles de desaparecidos asesinados.
Luego vinieron una serie de gobiernos democráticamente electos (Alfonsín, Menem, de La Rúa) que instalaron el neoliberalismo apadrinado por el Consenso de Washington que provocó caos económico y un desastre social en el país. En ese ambiente gana las elecciones (2003) el peronista Néstor Kirchner que lleva adelante un gobierno que trae orden a la economía y da paso al gasto social para aliviar las necesidades de las mayorías excluidas y sin trabajo. Había retornado el peronismo y comenzaba la era de los Kirchner, pues también su esposa Cristina Fernández de Kirchner fue electa presidenta en dos ocasiones, 2007 y 2011.
En el segundo gobierno de Cristina Fernández abundaron las denuncias de corrupción y, grosso modo, podemos afirmar que ello fue clave para la perdida de las elecciones. Fue así como asumió la presidencia el ingeniero Mauricio Macri que recientemente entregó la banda y el bastón de mando presidencial al peronista Alberto Fernández el 10 de diciembre de 2019 en una ceremonia civilizada y democrática.
La nota discordante la dio Mauricio Clavier, asesor de seguridad de la Casa Blanca, quien se retiró por la presencia del enviado del Gobierno de Venezuela, Jorge Rodríguez, como si con el desaire que hizo a quien lo invitó, Alberto Fernández, fuese a preocupar mucho al Sr. Rodríguez. El Subsecretario de Estado Michael Kozac, con una actitud más madura, se quedó y mantuvo su agenda de reuniones con el gobierno que se inauguraba.
Las elecciones fueron adversas a Macri porque tampoco le fue bien en el gobierno. Las fórmulas neoliberales no son la panacea que algunos creen. El mercado no es autosuficiente y algo de intervención estatal hay que aplicar. ¿O es que cuando el gobierno de los EEUU dice a sus empresarios que sancionó a Cuba, Corea del Norte o Venezuela y no pueden negociar con ellos a riesgo de multas u otros castigos no está interviniendo en la economía?
Alguien debió decirle al Ingeniero Macri que, además de dedicar dinero a tratar de contener la devaluación del peso, hubiese sido útil también dirigirlo a animar la producción y la exportación que es generadora de divisas para el país. Argentina tiene una importante industria manufacturera, así como una producción rural que llegó a alimentar a buena parte del mundo durante la Segunda Guerra Mundial.
Los subsidios bien utilizados estimulan la oferta de bienes y servicios, lo que crea empleo y ayuda a que la economía crezca, no hay que dejarse impresionar por los gobiernos que los pervierten. Los comicios los ganó ese fenómeno sociológico argentino que se llama Peronismo que se unió para salir victorioso y llegó con afán de hacer las cosas bien. El presidente Alberto Fernández es una persona preparada, conocedora de las potencialidades de la economía de mercado, con sensibilidad social, con sentido práctico de las cosas y no pareciera ser que se deje engañar y mucho menos ningunear por nadie.
Tengamos en cuenta también que ha sido política de estado sostener el gasto educativo que en el momento es del 5.1%, y que existen en el país altos niveles de investigación y desarrollo en ciencias puras, lo que aproxima las posibilidades del país para crear tecnología propia. Con 45 millones de habitantes no es un mercado pequeño. Argentina, diseña, produce y exporta satélites, construye reactores nucleares, naves y aeronaves. Es el país de América Latina que más premios Nobel ha ganado. Hay muchas potencialidades en la Argentina. Apuntan mejor las cosas para esta gran nación que es mucho más que fútbol y tango.
Bolivia
A partir del 22 de enero del 2006 cuando tomó posesión de la presidencia Evo Morales, comenzó una nueva era en este país que al lado de Haití compartían el último escalón del subdesarrollo en América Latina.
Funcionaba con un presupuesto semejante al de un pequeño estado centroamericano, suficiente para tener un gobierno y unas fuerzas armadas que sirvieran a una minoría blanca que dominaba a la población indígena boliviana.
Esta minoría blanca se asociaba al capital extranjero que explotaba sus riquezas naturales.
El experimento de Evo funcionó. Una nueva Constitución fundó el Estado Multinacional de Bolivia y los integrantes de más de 45 etnias indígenas encabezadas por Quechuas, Aymaras, Bullyways, Wullyways y Guaraníes ya no tenían que bajarse de las aceras cuando se topaban con un blanco. Además, podían estudiar y aumentar el número de profesionales universitarios, ocupar ministerios, embajadas y cargos técnicos en multilaterales. Todo ello lo tenían acaparado los blancos supremacistas locales que se fortalecieron con el aporte de ideas de extrema derecha de una inmigración de alemanes, croatas y serbios que llego después de la Segunda Guerra Mundial.
No toleraron que los indígenas que son el 60% de la población con sus faldas coloridas, chalecos y sombreros tomasen el protagonismo que siempre les había pertenecido. Conspiraron y con el apoyo financiero, diplomático y propagandístico de la primera potencia militar del planeta dieron al traste con el experimento político más auténtico y hermoso de Latinoamérica.
Naturalmente que la insistencia inconstitucional, antidemocrática y dictatorial (esto último porque obligó al Poder Judicial a sentenciar en su favor) de Evo para ser candidato por cuarta vez fue la causa eficiente que esperaba la ultraderecha blanca para poner en marcha su plan golpista.
Poco sabemos de lo que sucede en estos momentos en Bolivia. Hay un apagón informativo de los grandes medios. Por las redes sabemos de la gran represión que existe y de las órdenes que emanan del Ejecutivo acompañada con una prometida amnistía para los excesos en que pudiere incurrir el ejército y la policía. También apreciamos los actos de propaganda que hacen organizaciones de blancos supremacistas en la OEA. En ellas abundan las narraciones épicas de cómo valientemente combatían la dictadura de Evo desde el comienzo. No dejan de llamarlo dictador y achacarle muertes y otros males.
Además se quejan de cómo era posible que constantemente entrevistaban al “autócrata y no a ellos que son blancos y bonitos”. En la OEA mostraron a una hermosa chica que habla, es una modelo blanca y bien maquillada que tímidamente se enjuga las lágrimas que asoman para adornar su narrativa.
Pensamos que no todo está concluido en Bolivia.
La mayoritaria población indígena que ya supo lo que era tener y ejercer derechos y obligaciones ciudadanas no se quedará tranquila. Bolivia era un país estable con los mejores indicadores económicos de América del Sur. Debe haber sensatez también del lado de la minoría blanca que no toda es racista y entenderán que hay que dialogar con miras a que pronto se celebren elecciones observadas por organismos internacionales verdaderamente independientes y no la OEA es el peor ejemplo de ello.
Brasil
Es un país continente. Tiene frontera con todos los países de Sudamérica salvo con Ecuador y Chile. La Amazonia brasileña es el pulmón del planeta.
El país comenzó como colonia de Portugal desde el año de 1534. En 1808, la familia real portuguesa se vio obligada a salir de Portugal debido a la invasión Napoleónica a la península Ibérica y se refugió en Río de Janeiro. Pasada la amenaza de las tropas de Napoleón, vencido el General Riego y abolida la Constitución liberal de Cádiz, en 1821, el Rey Juan IV regresa a Portugal y deja a su hijo Pedro de Alcántara como príncipe regente de Brasil.
Portugal pretende recolonizar a Brasil despojándola de ventajas concedidas mientras era Sede Real, pero los brasileños se niegan a aceptarlo y el príncipe regente Pedro se adhiere a la causa. Brasil se declara independiente el 7 de septiembre de 1822, el príncipe regente es coronado como Pedro I y como Emperador del Brasil el 1 de diciembre del mismo año.
Nueve años después, el 7 de abril de 1831, Pedro I abdicó a favor de su hijo Pedro II y se marcha a Portugal para recuperar el trono. Pedro II tiene sólo 5 años y requiere de una regencia mientras dura su minoridad. Reina por 59 años, hasta 1889, cuando es derrocado para fundar la república. Sigue una sucesión de gobiernos electos mediante el voto directo.
Se abolió el voto censitario (personas con renta) pero se mantuvo la restricción por la que sólo se le permitía votar a los alfabetizados que eran muy pocos.
De esta llamada Primera República que va desde 1890 hasta 1944 vale la pena destacar que fue interrumpida por el golpe de estado en 1930 de Getulio Vargas que estuvo 14 años en el poder “luchando contra la amenaza comunista”.
Vargas es derrocado, se restablece la democracia y, en 1946, es electo presidente el General Eurico Gaspar Dutra que a su vez es sucedido por Vargas que vuelve a ser presidente en 1950 pero esta vez por elecciones. Afectado por una crisis política, Vargas se suicida en el año 1954.
Lo demás es historia más reciente.
En 1956 resulta electo Juscelino Kubitschek, el constructor de Brasilia. Lo siguió Janio Quadros en 1960, quien renunció en menos de un año y fue sucedido por su Vicepresidente Joao Goulart que fue derrocado por los militares en 1964.
Tres gobiernos militares gobernaron, uno detrás del otro, con suspensión de garantías y amplia represión hasta 1984. Al año siguiente, fallece Tancredo Neves, presidente electo y es substituido por su Vicepresidente José Sarney quien realiza una pésima administración que permite a un desconocido como Fernando Collor de Melo ganar las elecciones de 1989 para tres años después renunciar tras un escándalo de corrupción. Lo sucedió su Vicepresidente, Itamar Franco, y lo siguió Fernando Henrique Cardoso, electo en 1995.
Desde aquí vamos a tomarnos una licencia para saltar hacia adelante y hablar un poco de Jair Bolsonaro, presidente de Brasil desde enero de 2019.
Un capitán del ejército que sólo tiene formación militar pues no ha pasado por aulas universitarias, de manera que es comprensible su defensa de la larga dictadura militar brasileña. Lo que no podemos entender es cómo pudo alcanzar la primera magistratura un político de derecha cavernaria, que aboga por la tortura y reclama por insuficientes los fusilamientos realizados por la dictadura militar que han debido incluir a Fernando Enrique Cardozo, un político y profesor universitario socialdemócrata que fue presidente de Brasil (1995-1998 y 1999-2002) y realizó un magnífico gobierno.
Durante su campaña, Bolsonaro habló mucho contra la “injerencia china” y su afán de comprar Brasil. No obstante, recientemente tuvo que ser el anfitrión de la reunión de los países del BRICS que incluyen a China como economía líder, lo que no deja de ser contradictorio.
Suponemos que el empresariado brasileño lo empapó con explicaciones y cifras importantes sobre el intercambio comercial con China y su tamaño que es superior a los US$60.000 millones. Se presentarán más contradicciones y diferencias entre el mundo del capitalismo salvaje con las exclusiones sociales que derivan de él, por una parte, y, por la otra, las demandas que se ventilan en una sociedad abierta al debate democrático y enfrentada con un Presidente lleno de prejuicios y de carácter difícil por no decir violento.
¡Atención! El pueblo brasileño ya conoció gobiernos progresistas como los de Lula y Dilma entre 2003 y 2016, y si bien es cierto que se cometieron errores derivados de la tendencia a corromperse de los políticos brasileños a la que no escapó el Partido de los Trabajadores, lo que le costó la pérdida de las elecciones, no es menos cierto que ahora los obreros, campesinos y la clase media tienen término de comparación para juzgar con quien se vive mejor: sin con Lula o con Bolsonaro.
El futuro no pinta bien para la derecha fundamentalista brasileña que a lo mejor tiene que quitarse la máscara para promover un golpe militar. La derecha la tiene difícil porque para nadie es un secreto que tuvieron que poner preso a Lula sin tener prueba alguna en su contra para poder ganar las elecciones.
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