Cuadernos de la Pandemia / Grafiteando los rascacielos fallidos: un grito contra la crisis de vivienda

El bombardeo grafitero ha permitido retomar el debate sobre la presencia cada vez visible del grafiti en los espacios públicos, y a la vez poner la mirada tanto de las autoridades como de la población angelina sobre esta monstruosa ruina que es actualmente el Oceanwide Plaza, un megaproyecto que quedó paralizado desde 2019

El poeta no cumple su palabra
Si no cambia los nombres de las cosas.
—Nicanor Parra

Una mañana de principios de febrero pasado, los madrugadores del vecindario de South Park, en pleno centro de Los Ángeles, fueron sorprendidos por la masiva pintada de grafiti que inundaba las paredes y ventanas de las tres enormes torres incompletas y abandonadas del Oceanwide Plaza. En los días siguientes vieron nuevos grafitis en los edificios, mientras los medios masivos y medios sociales describían el repentino bombardeo de imágenes y letras coloridas en noticias y comentarios que iban desde la criminalización hasta la defensa del grafiti como una forma de arte. Independientemente de la postura de las voces divergentes, lo cierto es que este bombardeo grafitero ha permitido retomar el debate sobre la presencia cada vez más visible del grafiti en los espacios públicos, y a la vez poner la mirada tanto de las autoridades como de la población angelina sobre esta monstruosa ruina que es actualmente el Oceanwide Plaza, un megaproyecto que quedó paralizado desde 2019 por falta de fondos.

La enorme mole está justo al frente de la Crypto.com Arena, la casa del equipo de baloncesto Los Lakers y al lado del Convención Center, dos sitios icónicos en una de las áreas más concurridas de la ciudad. Los grafitis fueron pintados en lo que se conoce en su jerga como un bombing: la creación del mayor número de piezas individuales y continuas de grafiti en el menor tiempo posible en un mismo espacio. Numerosos muros de cemento y ventanas de vidrio de 27 pisos de cada edificio fueron cubiertas de “tags” (etiquetas o firmas), “throw-ups” (vómitos o expulsiones) y “bubble letters” (letras con forma de burbuja).

Grafiti en edificios de Oceanwide Plaza, Los Angeles. Foto: Valentín González-Bohórquez

Una toma semejante, aunque de menor escala, había sido hecha por un equipo de grafiteros el pasado diciembre en los 20 pisos del Hospital Vitas Healthcare, un edificio abandonado desde hace más de 30 años en Miami Beach, Florida. La gigantesca grafiteada se ejecutó durante la Exposición de Arte Basel que se celebra en esa ciudad todos los años. Es probable que el bombing de las torres del Oceanwide Plaza de Los Ángeles pocas semanas después haya sido realizada, al menos en parte, por algunos de los mismos artistas que participaron en el bombing del edificio de Miami Beach. Lo que sí es cierto es que la dimensión de esta última intervención ha sido una de las más espectaculares y mediáticas en la historia del grafiti, añadido el riesgo de escalar esta tortuosa estructura de fierros retorcidos y escombros, y los arrestos que hizo la policía de una veintena de grafiteros dentro del edificio.

La construcción es propiedad de la compañía china Oceanwide Holdings y pretendía ser una elegante construcción de tres edificios, dos de ellos de 40 pisos con 340 condominios de lujo y el otro de 49 pisos con 183 habitaciones para el Hotel Park Hyatt y 164 residencias también del Park Hyatt. El complejo, de un costo de más de un billón de dólares, incluiría salas de eventos, restaurantes, tiendas y espacios verdes para la recreación. En total, los tres edificios tendrían 504 condominios. La construcción empezó en 2015, pero se detuvo en 2019 por falta de fondos y el ahondamiento de las disputas de comercio e inversión entre Estados Unidos y China. La compañía constructora Lendlease de Los Ángeles, comisionada por Oceanwide Holdings (OH) para administrar el proyecto, dijo después de la grafiteada que los propietarios les adeudan cerca de 200 millones de dólares desde 2019 y han radicado una demanda ante un tribunal federal para exigir a OH que se declare en bancarrota involuntaria. El plan de Lendlease es forzar la venta del Oceanwide Plaza, cobrar las deudas y quizá continuar el proyecto con nuevos propietarios.

Pocos días después del bombing en Oceanwide, el Concejo Municipal de Los Ángeles votó a favor de destinar $3,8 millones de dólares, de los cuales 1,1 millones serán para poner vallas alrededor del edificio y bloquear el acceso a las primeras plantas, y los restantes 2,7 millones se dedicarán a borrar el grafiti, mejorar el sistema de protección contra incendios y otras medidas de seguridad. El Concejo indicó que la ciudad le cobrará eventualmente a Oceanwide Holdings for estos gastos. Sin embargo, no hay ninguna seguridad de que este dinero, que proviene de los impuestos de la población, se pueda recuperar.

Marty Goldberg and Debra Shrout, miembros de la Asociación de Vecinos de South Park, donde se localiza el proyecto, cuestionaron que el Concejo Municipal de Los Ángeles haya reaccionado tan rápido para hacer un gasto millonario de limpieza de este grafiti cuando hay tantas comunidades de Los Ángeles con urgencias más grandes donde se podrían usar mejor esos fondos. “Reúnan a los funcionarios electos de Los Ángeles y hagan una fracción de las cosas que prometieron que harían: el grafiti es el menor de sus problemas”, argumentan Goldberg y Shrout. Y añaden, “Las fuertes voces y opiniones con respecto al proyecto Oceanwide y el grafiti expusieron sentimientos aún más fuertes que estaban hirviendo debajo de la superficie y que ahora expuestos no disminuirán en el corto plazo” (1).

Otra de las voces que se han expresado es la de Evan Pricco, editor de la revista de arte y cultura Juxtapoz. “Lo que podemos ver”, dice Pricco, “es que debido a que otro monstruoso rascacielos residencial universalmente no deseado se está apoderando de nuestras ciudades, los artistas están tomando el espacio y haciéndolo suyo. Los artistas en general… han encontrado una nueva salida y energía colectiva para recordarle a la ciudad y a sus líderes que estas torres residenciales vacías, impulsadas por corporaciones que construyen sin preocuparse por la ciudad o sus residentes, van a comenzar a convertirse en el lienzo de estas importantes intervenciones… los artistas del grafiti están recuperando las calles y la voz de la ciudad” (2).

Por su parte el People’s City Council (Concejo Municipal del Pueblo), un movimiento social de base de Los Ángeles con más de 60 mil seguidores, critica en su cuenta de Instagram que las autoridades consideren un delito hacer grafiti sobre “un edificio desocupado de 40 pisos, y sin embargo no consideren un delito dejar un edificio de lujo de 40 pisos sin terminar mientras más de 50 mil personas viven en las calles… Nadie sale perjudicado por los grafitis. Mientras tanto, cinco personas sin hogar mueren cada día en las calles de Los Ángeles junto a edificios vacíos”.

Las autoridades políticas y administrativas de Los Ángeles han estado tratando de solventar la crisis de vivienda que padece la ciudad desde hace años. Los resultados han sido ineficaces y desastrosos hasta ahora. El caso reciente más sonado fue el escándalo que estalló a fines del año pasado debido al mal manejo de 140 millones de dólares de fondos públicos de la ciudad, el condado, el estado y el gobierno federal, otorgados a HOPICS, una organización local sin ánimo de lucro, para reubicar y pagar el alquiler de personas sin hogar en diferentes edificios y dúplex de la ciudad durante la pandemia del Covid-19. CalMatters, una organización dedicada a investigar cómo las decisiones del gobierno del estado impactan a las personas que viven en California, informó en enero de este año que HOPICS no pagó el alquiler de cientos de personas sin techo que habían sido albergadas bajo esta organización y que terminaron desalojadas por los propietarios de esos edificios. HOPICS indicó que el problema ocurrió porque los intermediarios que usaron para conseguir los alojamientos no pagaron los alquileres. Hasta el momento es un drama de ineficacia, improvisación y posible malversación de fondos, que solo ahonda la crisis de vivienda que padece la ciudad (3).

En ese contexto, Colette Gaiter, una investigadora de las relaciones entre grafiti y activismo indica, “Veo estas obras como hitos importantes, y no solo porque las etiquetas de los artistas del grafiti quizás sean más prominentes que nunca, en lo alto de los edificios y visibles desde cuadras de distancia. Nos hablan también de cómo el dinero y la política pueden hacer que las personas se sientan impotentes, y cómo el arte puede reclamar parte de ese poder”. Gaiter comenta que durante sus investigaciones conversó con una artista de grafiti de Nueva York quien le explicó “que su escritura no tenía mensajes políticos explícitos, [pero añadió que] el acto de escribir grafiti siempre es político”.

Gaiter menciona que a lo largo de su estudio llegó “a entender que escribir grafiti en los muros, billboards y los vagones de los trenes es una manera de comunicar ideas disruptivas de la propiedad privada en lugares públicos y abiertos.  Involucraba a tres grupos diferentes de jugadores. Estaban los grafiteros, que representaban a personas que desafiaban el status quo. Estaban los propietarios públicos y privados de los espacios. Y estaba el gobierno municipal, que limpiaba periódicamente los grafitis de las superficies exteriores y trataba de arrestar a los grafiteros. En las ciudades de Estados Unidos, entonces y ahora, es fácil ver qué intereses son la prioridad, qué errores los gobiernos están dispuestos a pasar por alto y a qué personas vigilan y penalizan agresivamente” (4).

Grafiti en edificios de Oceanwide Plaza, Los Angeles. Foto: Valentín González-Bohórquez

Está claro que el grafiti es una de las expresiones artísticas más controversiales, no solo por su contenido estético y sus funciones como medio de protesta social, sino también porque nos fuerza a repensar la pertenencia y manejo del orden social de los espacios públicos y privados. El grafiti es tan antiguo como el arte rupestre o el dedo de Dios escribiendo un mensaje de juicio político en una pared del palacio del rey de Babilonia. O en las pintadas halladas bajo los escombros de Pompeya o en los edificios del antiguo Egipto. En nuestros días, ha estado cada vez más presente al menos desde la década de los 60 cuando el grafiti fue usado de manera directa o indirecta en consignas políticas.

El grafiti, en el que participan artistas hombres y mujeres de todos los transfondos étnicos, culturales y lingüísticos, es seguramente también la forma de arte más polarizada. En la mayoría de los Estados Unidos es penalizado con cárcel, multas, restitución y la suspensión de la licencia de conducir, entre otros posibles castigos. En otros lugares se ha regularizado su uso y se han creado espacios llamados “muros de grafiti” o “muros legales”, donde se anima a estos artistas a realizar sus obras. A la vez, y como un modo de descriminalizarlo, ya en los Estados Unidos existen dos museos dedicados enteramente a este tipo de arte. El primero de ellos, el Museum of Graffiti, inaugurado por un grupo de artistas de Miami en diciembre de 2019. Menos de un año después, en plena pandemia, 20 artistas de Washington D.C. abrieron las puertas del 14th Street Graffiti Museum. Ambos museos enfocan en celebrar esta expresión artística y en generar ingresos al comercializar piezas transportables.

El historiador y curador de grafiti, Roger Gastman, dice, “Hemos visto, a través de la pandemia, a través de estos enormes proyectos de torres en Miami y Los Ángeles, cómo cada década tiene sus figuras y estilos clave. El grafiti sigue siendo muy vital. Y vital no sólo como forma de arte, sino como voz de la ciudad. Social, política y artísticamente” (5). Los grafiteros son la voz de los que han sido silenciados y excluídos por la voz del grupo dominante.

Antes que nada, por encima de los métodos para llamar la atención, la grafiteada del incompleto Oceanwide Plaza es un símbolo de un problema al que los Estados Unidos, y de un modo particular California, no ha podido encontrar solución: la escasez y el alto costo de la vivienda. La falta de soluciones gubernamentales fuerza a decenas de miles de personas a vivir en la calle, con pocas esperanzas de salir de esta crisis, mientras el gobierno local se siente impotente para manejar el fiasco de una empresa extranjera al tratar de construir un complejo arquitectónico con más de 500 condominios de lujo que se pudren sin uso alguno. Como lo proponía el poeta chileno Nicanor Parra, la función de la poesía es alterar el nombre de las cosas y de esa manera darles una nueva significación. Cuando se trata de la crisis de una sociedad, el grafiti es un poema. Un grito en las paredes y las ventanas de obras suntuosas fracasadas que llama a revertir el orden de una sociedad deshumanizada, metalizada y sin alma.

Fuentes citadas:

1) “Oceanwide Graffiti: The Voices Are Deafening”, por Marty Goldberg and Debra Shrout. South Park Neighborhood Assoc., 22 febrero, 2024.
2) “Los Angeles Skyscraper Development Covered in Graffiti and Changes the Landscape”, por Evan Pricco. Juxtapoz, 5 de febrero, 2024.
3) “Una organización de Los Ángeles ayudó a albergar a cientos de personas sin hogar pero muchos fueron desplazados. ¿Qué salió mal?”, por Byrhonda Lyons y Jeanne Kuang. CalMatters, 19 enero, 2024.
4) “For graffiti artists, an abandoned skyscraper in Miami becomes a canvas for regular people to be seen and heard”, por Colette Gaiter. The Conversation, 28 de febrero, 2024.
5) “Interview with Beyond the Streets Founder Roger Gastman”, por Lee Sharrock. FAD Magazine, 13 de marzo, 2024.

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Este artículo está respaldado en su totalidad o en parte por fondos proporcionados por el Estado de California, administrado por la Biblioteca del Estado de California en asociación con el Departamento de Servicios Sociales de California y la Comisión de California sobre Asuntos Estadounidenses Asiáticos e Isleños del Pacífico como parte del programa Stop the Hate. Para denunciar un incidente de odio o un delito de odio y obtener apoyo, vaya a CA vs Hate.

This article is supported in whole or in part by funding provided by the State of California, administered by the California State Library in partnership with the California Department of Social Services and the California Commission on Asian and Pacific Islander American Affairs as part of the Stop the Hate program. To report a hate incident or hate crime and get support, go to CA vs Hate.

Autor

  • Valentín González-Bohórquez

    Valentin González-Bohórquez es columnista de HispanicLA. Es un periodista cultural, poeta y profesor colombiano radicado en Los Ángeles, California. En su país natal escribió sobre temas culturales (literatura, arte, teatro, música) en el diario El Espectador, de Bogotá. Fue editor en Barcelona, España, de la revista literaria Página Abierta. Es autor, entre otros libros, de Exilio en Babilonia y otros cuentos; Historia de un rechazo; la colección de poemas Árbol temprano; La palabra en el camino; Patricio Symes, vida y obra de un pionero; y Una audiencia con el rey, publicados por distintas editoriales de Colombia, España y los Estados Unidos. Ha publicado numerosos ensayos sobre literatura y es co-autor, entre otros libros, de Otras voces. Nuevas identidades en la frontera sur de California (Editorial A Contracorriente, North Carolina State University, 2011), The Reptant Eagle. Essays on Carlos Fuentes and the Art of the Novel (Cambridge Scholars Publishing, 2015) y A History of Colombian Literature (Cambridge University Press, 2017). Es profesor de lengua y literaturas hispánicas en Pasadena City College, Calif.

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Un comentario

  1. GRACIAS POR TU APOLOGIA HACIA LOS MAS VULNERABLES, Totalmente de acuerdo y, pensaria sin ser negativa, ni vidente, que, algún multimillonario comprará el predio y lo convierte en la ciudadela graffi de California de gran atracción turistica y probablemente se convierta en la urbanización más autosuficiente, porque plata llama plata y la sociedad más indiferente llama a más deshumanización a más desigualdad, como paradojicamente pasa en Colombia, que, desde el año 2006, el tener vivienda digna (art. 51 Constitución CPC) se convirtió en una utopía, por el cartel de las licencias urbanisticas, negocio lucrativo de fascinerosos que han estado fungiendo como servidores públicos que ya saben como apoderarse de las tierras y los más vulnerables terminan viviendo como invasiones a cientos de kilómetros de las ciudades, a donde sólo llega la malaria, pero hay una esperanza con el gobierno del cambio, posiblemente, si algunos opositores dejan de sé tan corruptos y se da la justicia
    sin impunidad, pueda ser, que mejore la condiciones de muchos habitantes.

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