Ángel Juárez: la muerte de su madre por el coronavirus y en soledad

El presidente de la Fundación Mare Terra, cuya madre falleció de COVID-19, denuncia que se deje morir a los ancianos en la soledad y angustia más absoluta

Ángel Juárez es mi hermano, amigo y compañero de caminos de las artes y justicias. Es español y preside la Mare Terra Fundació Mediterràniaque también patrocina la Red Internacional de Escritores por la Tierra, y que entre otras acciones, en 2010  promovió un encuentro en Santa Tecla, con un inolvidable homenaje a Roque Dalton.

Ángel está adolorido y también rabioso: su madre falleció de coronavirus, pero no pudo despedirse de ella, como tampoco lo hizo el resto de su familia; excepto uno de sus hermanos.

El escribió esto el 15 de abril y me encogió el corazón, por estos días más sensible que nunca:
«Hace unos minutos que mi madre nos ha dejado, estaba sedada y tranquila y muy agotada de tanto luchar; este maldito virus ha podido con ella al final; mi hermano ha podido estar una hora con ella acompañándola y despidiéndose esta tarde en nombre de todos, eso si, con máxima protección. Desde aquí quiero dar las gracias en nombre de la familia, al equipo médico y sanitario por la comprensión y sensibilidad que han demostrado con mi madre y los demás allí ingresados. También a todos vosotros/as que habéis seguido desde las redes sociales todo, desde que ingreso.
Muchas gracias de corazón
Un abrazo fuerte a todos/as
Ángel Juárez».

¿Qué podemos decir? Con un nudo en el alma le envié mis condolencias, un fuerte abrazo…

Video de Ángel Juárez

Una persona con la sensibilidad de mi amigo, que además es amigo de medio mundo, publicó dos días después de la muerte de su madre en soledad, el video en el que denuncia los protocolos insensibles que se están usando para los  ancianos (en las residencias u hogares especiales para ellos), así como los que se tienen a la hora de fallecer una persona.

Es real que esta pandemia ha puesto al mundo patas arriba, pero también esto es un llamado a no perder la sensibilidad.  La Humanidad no puede dejar de ser humana (y valga mil o un millón de veces la redundancia). La Humanidad inhumana es -parafraseando al colega de CNN, José Levy- el horror extremo (Levy se refería al Holocausto).

Comparto mi pesar y mi dolor en estas horas tristes con los padres salvadoreños que recién supieron, en el centro de contención donde permanecen, de la muerte de su hijito de cuatro años de edad; así como con las miles, decenas de miles de familias en el mundo que han tenido pérdidas y de quienes no se han podido despedir ni darles sepultura. Es desgarrador. Paradójicamente pero… dichosos aquellos que han tenido la oportunidad de despedirse de sus seres queridos a través de una tablet o de un celular o móvil. Debe de ser tan terrible esa hora, que no la imaginamos.

He sabido de inmigrantes, muchos de ellos hispanos, entre los que de seguro hay un montón de salvadoreños, que han sido sepultados como XXX, en fosas comunes en EE.UU; en cajas y bolsas plásticas sin sus nombres, puesto que no hubo nadie que los reclamara y/o notificara sus identidades.

¡No! ¡Todo podemos hacer para salvar a la Humanidad! ¡Todo, menos deshumanizarnos! ¿Qué razón tendríamos?

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Juan Jose Dalton

Juan José Dalton es el director de la revista digital Contrapunto (http://contrapunto.com.sv)

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