Domingo de Resurreccion: Esperanza en los tiempos del COVID-19

Esta ha sido la semana santa más atípica para millones de cristianos ortodoxos, católicos romanos, protestantes y evangélicos en el mundo entero.

muchos líderes cristianos han tratado de mantener a los creyentes conectados a las liturgias y los cultos con homilías, sermones, predicaciones, cantos y oraciones de una manera virtual. Para ello, utilizaron los medios tecnológicos disponibles. Sin embargo, no hay nada que pueda suplantar la presencia física y la comunión.

Después de todo la religión cristiana se basa en el contacto físico y directo con la gente. No se puede hacer un servicio de lavamientos de pies, o una procesión del Vía Crucis por Zoom. No puedo imaginar la escena de la Ultima Cena con un Jesús solitario en una mesa sin sus discípulos. El cristianismo es sinónimo de comunidad.

No me refiero a la necesidad de los templos o santuarios de concreto. Después de todo el cristianismo tiene sus raíces en una pequeña comunidad de doce discípulos. Juntos, compartieron con Jesús por tres años de forma itinerante. Pasaron por diferentes regiones de Palestina, hasta que entraron en la fatídica semana final del ministerio de Jesús. Esta  inicia con la entrada triunfal a Jerusalén (Domingo de Ramos), pasando por la ultima cena, el arresto, juicio y crucifixión.

Al pequeño círculo de discípulos luego se le agregaron mujeres y otros amigos que apoyaban al maestro con asuntos logísticos y financieros. Después de todo necesitaban dónde dormir y con qué alimentarse.

Hay evidencias históricas y bíblicas que muestran que no solo eran doce, sino una comunidad de seguidores más amplia los que acompañaron a Jesús en esos tres años, sin embargo aún seguían siendo un pequeño grupo casi insignificante frente al judaísmo y el politeísmo grecoromano.

Las últimas 24 horas de la vida de Jesucristo transcurrieron entre el arresto a la medianoche mientras oraba en jardín de los olivos. Luego, el juicio nocturno y casi clandestino ante los líderes religiosos judíos, (para aclarar, no fueron los judíos quienes crucificaron a Jesús sino los romanos). Y el espurio juicio ante Poncio Pilatos en la que la multitud prefirió liberar a Barrabas.

Ahí, los discípulos (hombres y mujeres), vivieron las horas más oscuras de esos tres años, tiempo en el cual se había despertado entre ellos y el pueblo la esperanza de un nuevo mundo, de una nueva era mesiánica encarnada en la persona del Jesús histórico de Nazaret.

Hoy las condiciones de nuestro mundo han hecho que muchos sientan angustia y ansiedad por el porvenir. El #COVID19 ha socavado los cimientos de la humanidad.

Más allá de las consideraciones científicas, políticas y económicas, millones de personas están llenas de pesimismo. Tal como aquellos discípulos que vieron a su mesías milagroso, convertirse en fragilidad, juzgado, torturado, derrotado, cargando su cruz caminando al Gólgota.

Muchos hoy han perdido la esperanza, el optimismo, al ver como su mundo se derrumba por los efectos de una partícula microbiológica imperceptible al ojo humano. El sentido de seguridad ficticio de fronteras, barreras, poderío militar y económico, de nada sirve. El mundo ha tenido que vivir su propio Viernes de Crucifixión en el Gólgota de la microbiología.

En palabras de la pastora y teóloga cubana Edna Ruedas:

“Y así un día se llenó el mundo con la nefasta promesa de un apocalipsis viral. De pronto las fronteras que se defendieron con guerras se quebraron con gotitas de saliva. Hubo equidad en el contagio se repartía igual para ricos y pobres. Las potencias que se sentían infalibles vieron como se puede caer ante un beso, ante un abrazo. Y nos dimos cuenta de lo que era y no era importante.

Una enfermera se volvió más indispensable que un futbolista. Un hospital se hizo más urgente que un misil. Se apagaron luces en estadios, se detuvieron los conciertos, los rodajes de las películas, las misas y los encuentros masivos. Entonces en el mundo hubo tiempo para la reflexión a solas, y para esperar en casa que lleguen todos. Para reunirse en fogatas, mesas, mecedoras, hamacas, y contar cuentos que estaban a punto de ser olvidados.

Tres gotitas de mocos en el aire, nos ha puesto a cuidar ancianos, a valorar la ciencia por encima de la economía. Nos ha dicho que no solo los indigentes traen pestes, que nuestra pirámide de valores estaba invertida, que la vida siempre fue primero y que las otras cosas eran accesorios”.

A mí me parece insólito y contradictorio que hoy en el siglo XXI a las primeras testigos de la Resurrección, que son las mujeres, la Iglesia Católica Romana y las ortodoxas continúan negándoles el derecho a ser ordenadas sacerdotes o diáconos. Y que en las protestantes, aunque sí las ordenan al santo ministerio, a una gran mayoría de ellas las relegan al rol de pastoras asociadas, con un pastor como jefe.

Es contradictorio tener un ministerio dominado por hombres cuando fueron las mujeres valientes las que quedaron fieles hasta el final al pie de la Cruz. Las que se encargaron del cuerpo torturado de Jesús.

Tanto, que en el primer día de la semana fueron a la tumba para continuar los rituales de la limpieza del cuerpo, según instruían las tradiciones judías. Y se encontraron con la tumba vacía, y las buenas nuevas de que su maestro había resucitado. Mientras, los discípulos, sus amigos más cercanos, estaban escondidos, desesperanzados y paralizados por el temor.

Es cierto, el #COVID19 ha socavado las bases de lo que asumíamos como normal. Muchos gobiernos han sido desbordados en su capacidad de responder apropiadamente. Algunos como Trump por negligencia, orgullo y hasta ignorancia. Otros por dedicar más dinero a otras áreas de los presupuestos nacionales que a los de la salud. Y algunos países mas pobres, por falta de recursos apropiados.

El coronavirus nos sorprendió a todos.

Todavía tenemos más preguntas que respuestas. Incluso muchas iglesias han tratado de dar respuestas teológicamente inapropiadas, utilizando pasajes de escatológicos de las escrituras que no son muy claros o se prestan para distintas interpretaciones.

En esto algunos líderes cristianos están creando más confusión y ansiedad, en un tiempo donde la Fe cristiana debería dar más seguridad y tranquilidad. Algunas iglesias están casi paralizadas.

Es que no todo en este mundo tiene respuesta. Hay situaciones que escapan al entendimiento humano. Es apropiado decir que la Biblia no es un manual especifico para cada situación en la vida. Hay momentos donde debemos aprender a dejar de hacer ruido con palabras. Dejar que la Fe y la Esperanza sean la base de nuestro sustento en tiempos de oscuridad.

Afortunadamente muchas iglesias lo han entendido, y aunque ha suspendido misas y cultos religiosos, continúan con el servicio a la comunidad, atendiendo a los desamparados, ayudando al hambriento y proclamando acciones concretas. Que Jesucristo ha resucitado, en palabras de San Francisco de Asís: “Vayan y prediquen el Evangelio; si es necesario utilicen palabras”.  “Lo que haces puede ser el único sermón que algunas personas escuchen hoy”.

¡Hoy es Domingo de Resurrección, de Nuevas Esperanzas!

El #COVID19 será un mal recuerdo que muchos contaran a sus hijas y nietos. De seguro los científicos encontrarán una vacuna. Los países buscaran las formas de recuperarse. La vida continuara.

Espero que todos hayamos aprendido la lección en relación a que es lo verdaderamente valioso e importante, y no volvamos al viejo mundo, donde el ego y los intereses económicos, militares y políticos prevalecen por encima de los intereses de las grandes mayorías más vulnerables.

Como dice Edna Ruedas:
“Si todo sale bien, todo cambiará para siempre. Las miradas serán nuestro saludo y reservaremos el beso solo para quien ya tenga nuestro corazón. Cuando todos los mapas se tiñan de rojo con la presencia del que corona, las fronteras no serán necesarias.

El tránsito de quienes vienen a dar esperanzas será bien recibido bajo cualquier idioma. Y debajo de cualquier color de piel dejará de importar si no entendía tu forma de vida, si tu fe no era la mía. Bastará que te anime a extender tu mano cuando nadie más lo quiera hacer.

Puede ser, solo es una posibilidad, que este virus nos haga más humanos y de un diluvio atroz surja un pacto nuevo, con una rama de olivo desde donde se empezará de cero”.

En un mundo donde el #COVID19 está causando tantas muertes, dolor y sufrimiento, podemos entender mejor la resurrección en el contexto de una semana previa llena de dolor y de angustia, de soledad, de traición. La gran poeta y teóloga guatemalteca Laura Esquivel, reconocida por su activismo a favor de los Derechos Humanos, lo resumió de una forma magistral en su libro: “Amenazado de Resurrección” en el poema que titulo Esperanza:

“En los más oscuro y sórdido, en lo más hostil y áspero,
en lo más corrupto y asqueante, allí obras Tú. Por eso tu Hijo bajó a los infiernos, para transformar lo que NO ES y para depurar LO QUE CREE SER. ¡Esto es esperanza!»

Hoy, Domingo de Resurrección, aun en tiempos de #COVID19 los cristianos seguimos proclamando que ¡El Señor Jesucristo ha resucitado!

La tumba está vacía. Creemos en la esperanza que irrumpe en nuestro mundo. Después de todo nunca la muerte ha tenido la última palabra, como dice la breve declaración de Fe de la Iglesia Presbiteriana en Estados Unidos:

“En la vida y en la muerte pertenecemos a Dios.

En un mundo quebrantado y temeroso el Espíritu nos da valor para orar sin cesar, para testificar de Cristo como Señor y Salvador ante todos los pueblos, para desenmascarar idolatrías en la Iglesia y en la cultura, para oír las voces de pueblos por largo tiempo silenciados, y para laborar con otros por la justicia, la libertad y la paz. Con creyentes en todos tiempos y lugares, nos gozamos que nada en la vida o en la muerte puede separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”.

Ricardo Corzo Moreno.

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Autor

  • Ricardo Corzo Moreno

    Ricardo Corzo Moreno es originario de Venezuela, se radico en Los Ángeles en 1991. Obtuvo una Licenciatura en Teología en el Seminario Teológico Latinoamericano, en la ciudad de La Puente, California (1999), y una Maestría en Divinidades en el Seminario Teológico de San Francisco hoy Escuela Graduada de Teología de la Universidad de Reedlands en California. (2002). Corzo obtuvo un certificado en Liderazgo Cívico y fue un académico becado del centro Cecil. L. Murray del Departamento de Religión y Cultura, de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad del sur de California (2012). Obtuvo Diplomados en: Gerencia Pública y Gobernabilidad Democrática en la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas en conjunción con la Universidad de Notre Dame en Indiana y el Centro Internacional Wilson en Washington DC. (2021). Diplomacia y Relaciones Internacionales en la misma universidad (UCAB 2024). Moreno regreso en el 2015 desde Los Ángeles a su país natal Venezuela, y se radico en la ciudad capital Caracas, donde se desempeñó como Director General para América del Norte, en la cancillería venezolana hasta el 2017. Desde el 2018 Ricardo se desempeña como consultor estratégico en temas sociales, políticos y religiosos tanto de los Estados Unidos como de Venezuela. Ricardo escribe artículos de opinión para Hispanic LA y es un invitado frecuente para análisis internacionales por la cadena Unión Radio de Venezuela y la cadena televisiva IVC Internacional.

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