Cancelar la ciudadanía por derecho de nacimiento sería el fin de EE.UU. como nación de inmigrantes
De todas las advertencias de Donald Trump durante su campaña electoral y desde su contundente victoria, el inicio de deportaciones masivas de inmigrantes indocumentados conlleva un riesgo especial de caos, crisis económica, política y moral en caso de llevarse a cabo.
Las amenazas de Trump
No menos que ello es su amenaza de que en el primer día de su presidencia y por medio de una orden ejecutiva, anulará la ciudadanía por derecho de nacimiento (birthright citizenship). Es de hecho un símbolo de cómo difieren los lemas y pretensiones del caudillo republicano de la realidad.
Se trata de un derecho profundamente arraigado tanto en el espíritu nacional como en nuestras leyes, porque está garantizado por la 14ª Enmienda a la Constitución, la cual fue promulgada en 1868.
Dice: “todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados Unidos, y sujetas a su jurisdicción, son ciudadanos de los Estados Unidos”.
En 1898, en una decisión de 6 a 2, la Corte Suprema aprobo la actual aplicación de la cláusula de ciudadanía por derecho de nacimiento de la 14ª Enmienda y echó por tierra el argumento de que la enmienda sólo se refería a los hijos de los antiguos esclavos.
Un paréntesis
La Suprema Corte reafirmó el hecho de que somos un país de inmigrantes. De hecho, la Enmienda 14 define este aspecto de la esencia de Estados Unidos. Es como un símbolo del espíritu que llevó al país a abrir sus puertas y convertirse en una potencia próspera y poderosa. La apertura del país a la inmigración ha sido también el motor de nuestra forma de gobierno, que es por un lado notoriamente democrática y por el otro exclusivista, con un conjunto de leyes básicas y generales que pone trabas a todo el proceso democrático tal como lo entiende el sentido común.
Ejemplo de ello es la división en dos cámaras legislativas en donde el Senado tiene la primacía – aprobación de nombramientos ejecutivos, de declaraciones de guerra, de acuerdos internacionales, etc. – y sin embargo es la personificación de la antidemocracia, al reservar dos puestos para cada uno de los estados independientemente del tamaño de su población.
Otra instancia es el tema de la votación. No alcanza con ser ciudadano para votar; debemos también registrarnos. No recibimos día de asueto y el voto es siempre un día de semana – martes y no un fin de semana. Así se reduce el caudal electoral y se desanima a aquellos en condiciones económicas penosas de ejercer su derecho ciudadano.
Otra, por supuesto, es la Suprema Corte y los jueces que ejercen hasta el día de su muerte.
Lo contrario de una institución como la Cámara Baja, que representa el caudal de la población y que además limita el período de ejercicio a dos años, con derecho a la reelección.
Consecuencias del fallo
En consecuencia, todos los nacidos en territorio estadounidense son de manera automática ciudadanos del país, aunque sus padres no lo sean.
Se trata de millones de ciudadanos, hijos de inmigrantes indocumentados, contra quienes se dirige ahora la furia del anterior y próximo presidente.
Para enmendar, derogar o violar este derecho se requiere el voto de ⅔ del Congreso y la ratificación de ¾ de las legislaturas estatales, algo imposible de lograr en las condiciones actuales. Trump no irá por ese camino, sino por el de la orden ejecutiva.
“Definitivamente se puede hacer con una ley del Congreso, pero ahora dicen que se puede hacer simplemente con una orden ejecutiva”, dijo recientemente. “Tenemos que darle fin a eso, es absolutamente ridículo”.
Trump ordenaría a la Administración del Seguro Social que se niegue a otorgar un documento de identificación a quien no pueda demostrar que sus padres eran ciudadanos estadounidenses.
Tom Homan, la eminencia gris
Esto se agrega a las amenazas de quien será su “Zar” de la frontera, Tom Homan. Para “solucionar” el problema de la separación de familias, dijo, se deportarán familias enteras, incluyendo a cónyuges e hijos ciudadanos.
Según su descripción, las responsabilidades de Homan incluirán tanto las deportaciones masivas como la seguridad fronteriza; su oficina será parte de la Casa Blanca, lo cual lo exime de la necesidad de aprobación de su cargo por parte del Senado.
Es inconcebible que por un lado Trump apoye correctamente a los beneficiarios de DACA, que nacieron en el extranjero y llegaron ilegalmente cuando eran menores, pero cree que los niños nacidos en Estados Unidos de padres indocumentados deberían ser deportados. Es evidencia de lo poco que a pocos días de tener la suma del poder aún no han pensado en cómo llevar a cabo sus declaraciones de campaña. .
Y Trump ignora el hecho que no tiene derecho alguno a reformar, enmendar o agregar ni una coma a la Constitución. Cualquier acción que tome en ese sentido será ilegal.
Esperan que una vez promulgada la orden, pasarán inmediatamente a llevarla a cabo, mientras las demandas judiciales hacen su lento camino hasta la Corte Suprema, en donde él tiene una absoluta mayoría conservadora.
Faltando solo 40 días para el inicio de la presidencia de Trump, es necesario estar listos para iniciar de inmediato el proceso de apelaciones, solicitar que se detengan las deportaciones hasta el fin de las deliberaciones judiciales y no permitir esa violación de la Constitución.
Porque cancelar el derecho a la ciudadanía por nacimiento es propiciar el fin de Estados Unidos como nación de inmigrantes. El país es posible cuando los hijos de los inmigrantes son ciudadanos y no una subclase de menos derechos y dudosa legalidad. Esto promueve la asimilación e integración al país y agrega sus talentos, su acervo cultural, sus ambiciones y sentido de la solidaridad, a lo que ya existe.