Chile y su Bicentenario
Las carnicerías y botillerías chilenas llevan días abarrotadas. Largas filas de personas esperan su turno para llenar sus despensas hogareñas de carne y licor. Es que no puede faltar nada para dar comienzo a esta larga cueca de cuatro días feriados.
Las mayoría de las casas de la república se han engalanado con guirnaldas, banderas y ramadas. Desde los poderosos parlantes de cada hogar brotan tonadas y payas que compiten y se confunden con las del resto de los vecinos. El olor a asado emana desde todos lados, se cuela por las rendijas, se introduce en los jardines, en las habitaciones y hasta se impregna en la ropa. Todos aprovechamos de brindar por algo, independientemente que nos importe mucho o poco el motivo principal de la celebración. Una copa de buen vino nunca se puede desdeñar y es más bien el pasaporte a una buena conversación.
Ha llegado el gran día del festejo. Chile cumple este 18 de septiembre, 200 años de vida independiente.
Los preparativos empezaron hace años, bajo el gobierno del socialista Ricardo Lagos. Prosiguieron afinándose durante la era Bachelet, y han concluido a buen recaudo bajo el gobierno derechista de Sebastián Piñera. A lo largo de una década, se pretendieron construir numerosas obras conmemorativas. Cada gobierno delineó su propia idea de celebración, pero al final pocas llegaron a buen puerto. El terremoto y el cambio de coalición gobernante hicieron trizas o retardaron la implementación de muchas de esas ideas.
¿Hay paz y alegría generalizada en el Chile bicentenario? Definitivamente no. La tregua del festejo no alcanza a esconder las heridas y desencuentros sociales. La oposición no se ha recuperado de su derrota electoral y sigue dando tumbos políticos. Los grupos mapuches más radicalizados tienen al gobierno de las verijas con sus huelgas de hambre y sus irrupciones en los actos públicos. Los mineros atrapados comerán empanadas a 700 metros bajo tierra y decenas de miles de chilenos sin hogar contemplarán las festividades desde el pórtico de sus mediaguas de emergencia.
¿Qué es lo que somos hoy como país? Diría que más bien una idea exitosa. Económicamente, seguimos dependiendo de la venta de materias primas. En 200 años no hemos sido capaces de agregarle valor a las riquezas que se extraen de nuestra tierra. Carecemos, salvo casos singulares, de innovadores tecnológicos. Nuestro sistema de enseñanza pública es un deplorable molinillo de mano de obra barata, y nuestro sistema de salud es un pesado elefante que se hunde en el propio fango de su inoperancia. Pero lo que es aún más vergonzoso es que seguimos encabezando la desigual distribución de la riqueza, a nivel mundial.
Tenemos, eso sí, buenos especuladores financieros que construyen imperios económicos afirmados en columnas de naipes. Basta mirar a nuestro presidente. Nuestras empresas del retail han tenido un éxito objetivo en América Latina. Arriban de país en país con su arrogancia seductora y destrozan las microeconomías comerciales. ¿Qué es mejor? Cada uno tiene su pequeña y muy válida respuesta.
Los festejos seguirán hasta el lunes 20 en la noche. Hay fiesta para rato y un circo muy bien operado para que las personas disfruten al máximo de sus propias grandezas y miserias.
Por mi parte, seguiré haciendo brindis de chicha y vino tinto, y degustando anticuchos y sabrosas empanadas de horno rellenas con carne, cebolla, aceitunas, pasas, huevos y mucho ají.
El Bicentenario Argentino… fue un festejo patrio más, que perdurará en el recuerdo tan solo por la evocación persistente del evento en el discurso político, que lo supo usar como caballito de batalla en todos los actos políticos agendados desde mayo de 2009 a diciembre de 2010; pero que no tuvo eco social real y concreto porque no propició un espectáculo digno de atesorar en la memoria.
Pretender que la ciudadanía haga un examen de conciencia sobre su verdadero significado o ensaye algún tipo de reflexión sobre el país que soñamos y el que tenemos, es un sueño. La gente está ocupada y sobre todo preocupada por otras cuestiones que juzga más importantes. Si hay fiesta es bienvenida pero lo otro genera rechazo y cansancio intelectual que se puede uno evitar evadiendo el tema… le cambian el canal a la realidad pensable como lo harían con un programa cultural en la televisón. Click… mejor ver un talkshow…
Considero que la historia argentina está construida fundamentalmente con la misma materia prima que la chilena, y que hacia finales de la época colonial adquiriera una mejor «forma» porque dejó de ser un territorio relegado cuando se creó el Virreinato del Río de la Plata, no fue lo suficientemente determinante para cambiar sustancialmente el futuro… Argentina no está mejor que el resto de los países de latinoamérica, es un país pobre y lleno corruptos sin escrúpulos que buscan colarse en la estructura del poder político para su beneficio personal en detrimento del bien común. Desde la Revolución de Mayo hasta la Independencia pasaron muchos años… muchos conflictos de por medio que resolvier. El federalismo en este extenso territorio sigue siendo relativo, perduraron en el tiempo las divisiones internas y odios, y padecemos del mismo tipo de elite terrateniente, industrial, comercial e intelectual que pone palos en la rueda constantemente para evitar acelerar hacia un futuro mejor para todos.
Hay tantas cosas que pensar, revisar frente a este bicentenario… pero tan pocas ganas de hacerlo. El silencio en consenso general es más que elocuente, hay una complicidad entre la sociedad y sus pensadores para evitarse este esfuerzo mental …
Nos quedamos con la historia oficial y a comer empanadas con un buen vino tinto.
Un momento propicio para desplegar un circo enajenante y manipulador en América Latina.
Es cierto que la mayoría de la gente andaba alegre, pero quien no anda alegre cuando hay cuatro días feriados y excusas varias para desatar un festín. Al menos ya todo pasó y sólo quedan las banderas que siguen flameando en las casas, engrasadas y desteñidas por el sol y la polución. Ya nadie se acuerda. Las billeteras quedaron medio vacías, las tarjetas de crédito reventadas, las panzas abultadas y los refrigeradores despoblados.
No sé quien fue el responsable de apurar tanto el Bicentenario chileno, pues correspondía celebrarlo recién el 2018.
Como ya no escribiré más del tema, pues para el Tricentenario estaré abonando las raíces de las malezas, dejaré pegado un texto que escribí hace más de un año y con el que esperaba darle mi cordial bienvenida a esta magna celebración:
Basurilla bajo la alfombra del Bicentenario de Chile
Respecto a lo que significa el Bicentenario de Chile, o más bien a lo que pretende hacernos creer el gobierno y los sectores oligárquicos y académicos conservadores, podemos hacer muchas lecturas, elaborar incluso discursos, dependiendo del argumento final que queramos favorecer, y todos tendrían algún matiz de verdad. No obstante, al elaborar un ejercicio de reflexión limpio, no patriotero ni encauzado por la manipulación de las ideas fuerza de nuestra enseñanza escolar, los rieles de la comprensión toman caminos muy diferentes a los acostumbrados. Sabemos que existe multicausalidad respecto a todo acontecimiento importante; cada hecho, suceso, evento o proceso está plagado de matices (Voltaire afirmaba que la verdad no es blanca ni negra sino gris). Esto nos lleva, si no nos afirmamos bien los pantalones, a un relativismo moral, no a un relativismo reflexivo y a hacer valedera la frase francesa que detestaba Hobsbawm:”tout comprendre c est tout pardonner” (comprenderlo todo es perdonarlo todo).
Lo que podemos dejar en claro al menos por ahora, y haciendo una lectura adulta y hasta donde sea posible, desinteresada, es que nuestro proceso de Independencia, como la mayoría de otros conflictos similares, que hayan decantado o no en revoluciones, cismas o guerras, están lejos de obedecer solo a nobles sentimientos humanitarios o a una lucha por ideas avanzadas y libertarias. La esencia de todo conflicto casi siempre es económico. Recordemos que Chile no existía como nación entonces, sino que era el heredero de una mera delimitación instrumental cuyo objeto era aplacar la codicia parricida de los conquistadores. Chile no existía ni existió aún después de la Independencia más que para una reducida elite intelectual y económica. A la mayoría le importaba un carajo quién gobernara ni qué clase de nación se pretendía construir. Era, por tanto, urgente delinear un tipo de país que fuera plenamente asible para esta clase social, era necesario concitar adhesión, cohesión social, identificación con algo (himnos, banderas, uniformes, historia común gloriosa, mitos que fuesen funcionales al fin buscado, etc.). Necesario era también infundir temor y respeto por la autoridad, sentido y valoración de la importancia del orden en la construcción de una nación. A este respecto, conviene recordar que se prohibieron y eliminaron muchos tipos de manifestaciones populares, practicados durante la era colonial, que no iban en la línea requerida o no servían para los propósitos buscados.
Lo que pretendo plantear, es que la elite de siempre, la elite terrateniente, industrial, comercial, minera e intelectual, que era prácticamente la misma, construyó un país a su medida y a su antojo para su pleno beneficio. ¿Debemos celebrar un aniversario más de eso? Jugar con las posibilidades históricas, elucubrar sobre los hechos pasados no debiera ser delito en ninguna parte. Lamentablemente, hay demasiadas almas oscuras deambulando entre nosotros que adolecen de este espíritu lúdico y condenan con histérica arrogancia todo cuestionamiento a estas verdades estatuidas que afirman cual columnas de yeso a la frágil idea de República. Si hubiésemos vivido entonces, si hubiésemos tenido que adoptar una posición, estoy seguro que habríamos intentado formar un tercer o cuarto frente de batalla. La historia oficial nos habría adjetivado despectivamente como parte de un caudillismo remolón y afiebrado que solo quería el beneficio personal o que buscaba ilusoriamente implantar en Chile algo para lo que la sociedad de la época no estaba preparada. Es el discursivismo de siempre que peyorativiza históricamente todo lo que no vaya por el mismo carril de la conveniencia de la clase económica gobernante.
Este es el Año del Bicentenario. Luego del 25 de Mayo, parece que terminó el año. Si uno googlea de algún modo el evento apareceran muchos resultados, pero lo que se vivió fue realmente poco y nada amén del gran día. Ni siquiera el día de la Independencia adquirió una relevancia superior a lo que se observa año tras año. En este año preelectoral se usó el festejo como banderín pero sólo de la boca para afuera, se ganó menciones y plagó de artículos periodísticos en los medios gráficos tradicionales y digitales pero no ganó la calle. Tras la derrota argentina en el mundial las banderas fueron descolgadas de las ventanas y los balcones, al parecer al argentino el nacionalismo le llegó hasta la vergonzosa derrota con Alemania.
A dos meses de terminar el año ya nadie se acuerda del gran evento que se festejaría por un año, a no ser una publicidad muy bien lograda por una empresa cervecera en la que todos nuestros próceres se reunen en una mega fiesta en el Cabilde de Buenos Aires, costará olvidarse de la imagen de la esposa de San Martín, doña Remedios de Escalada siendo presentada a la modelo argentina Dolores Barreiro, a la actriz Isabel Macedo intentar hallar en camino al baño que queda al lado de más de un personaje histórico que desconoce pero que le recuerdan a las calles de la ciudad…
Queda en mi recuerdo también un reloj puesto en el palacio del Gobiernno de la Ciudad de Buenos Aires con la cuenta regresiva. Llegó el día D y se fue sin pena ni gloria, no más que dos días de asado y empanadas con la familia y la asistencia a un evento que no fue tan grande como el abultado número que figura en los gastos para la ocasión. En las provincias opositoras como en la que vivo, Corrientes sólo fue feriado y no ameritó festejo organizado por el gobierno provincial.
Juntando publicidad y alguna que otra publicación o programa de tv especial, seguramente dentro de 10 años se dirá que fue grande y que la alegría reinó en el publo argentino… guardaré esto que escribo para recordarme que no fue así.