Crónicas desde el Hipódromo | Marcha Nacional por la Paz
Eran las 15:02 horas en el cruce de Eje Central Lázaro Cárdenas y la calle de Madero. Cada espacio de la vía pública que tenía a la vista estaba tomado por hombres y mujeres; en su mayoría vestían alguna prenda de color blanco.
Caminé hacia el norte del Eje Central y un par de hombres trepados en zancos de madera representaban al capitalismo. Uno con disfraz de cerdo millonario y el otro de tío Sam enarbolando una bandera estadounidense. No entendía la relación del par de personajes con el motivo de la concentración.
“En Sinaloa, miles y miles de muertos” se leía en una cartulina que traía pegada un hombre a la espalda y me recordaba la violencia con la que hemos vivido desde que tenemos uso de la razón muchos sinaloenses.
Un hombre me da un volante.
El Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación se manifestaba en un pequeño desplegado a favor de la marcha, convocando a una Magna Asamblea Nacional del Pueblo de México.
Continúo caminando y leo «Genocidio económico neoliberal» mientras los famosos “goyas” de la UNAM suenan con fuerza desde algún punto cercano.
Fotógrafos van y vienen intentando descubrir perspectivas únicas de la masa humana que se ha concentrado en el corazón de la capital.
Sentí que en ese punto del país se estaba concentrando el todo y la nada de lo que representamos como sociedad civil.
De nuevo salimos a la calle pero no veo hacia donde se va a canalizar de verdad toda esta fuerza.
A las 15:40 Javier Sicilia y la comitiva que lo acompaña desde Cuernavaca pasa frente a mí. La gente que lo espera comienza a gritar “no están solos” repitiendo en varias ocasiones.
Las 15:26 y me muevo hacia la fuente del Palacio de Bellas Artes teniendo de telón de fondo la voz de una soprano que rompe el silencio.
El agua teñida de rojo me resulta contraproducente en esta especie de cultura de sangre que a veces nos cargamos los mexicanos.
Una fila zigzagueante de origamis con figuras de aves rompe con el golpe visual de la fuente.
Me aborda un grupo de jóvenes con volantes. Sus palabras son más concisas y claras, pero me pregunto quién los toma en cuenta a ellos.
Camino hacia el sur y el contingente se observa más cerca. Grandes palomas de papel cruzan la calle. Carmen Aristegui en solitario camina y saluda a la gente que se acerca a ella.
De repente otro grupo comienza a gritar “fuera Calderón” y uno más “muera Calderón”. Volteo desconcertado a ver sus caras llenas de rabia.
Aparecen mantas donde se lee “Zapata sigue viviendo” mezcladas con imágenes de la Virgen de Guadalupe.
Observo que a la comitiva de Sicilia la delimita una valla humana que no permite el paso hacia el interior de la misma, además de estar rodeados de un contingente de agentes policiacos excesivo que parece no tomarse muy en serio su trabajo entre sonrisas y refrescos en las manos.
Me enfilo por Cinco de Mayo a las 16:03 siguiendo una pancarta que decía “nuestro silencio grita” y un chelo rompe el silencio desde el cruce con Simón Bolívar.
A contraflujo turistas y gente que vino a disfrutar del centro, se retiran observándonos con cara de raros.
Me pregunto cuántos de los participantes serán profesionales de las marchas al escuchar que una joven les comenta a sus amigos que «otras han estado más chidas».
A las 16:31 ya estoy en la plancha del Zócalo. Me genera muchas dudas observar a gente del Sindicato Mexicano de Electricistas y del movimiento “Morena” de Andrés Manuel López Obrador.
Desde el templete que se encuentra en la esquina noreste de la plancha, a un lado de la Catedral Metropolitana, comienzan a tomar la palabra hombres y mujeres que han sufrido la pérdida de algún familiar desde que inicio la llamada “guerra contra el narco” emprendida por el Gobierno Federal.
No sé la cantidad de oradores que hubo, perdí la cuenta, pero entre un deficiente sonido a esa hora, cierta falta de organización y logística, sumado a la dispar calidad oratoria de los participantes, la asimilación de lo que se estaba percibiendo era limitada.
Ya eran las 17:00 y las campanas de Catedral comenzaron a sonar, mientras una vendedora gritaba “chicles, cigarros, chicles”, un hombre al micrófono solicitaba un servicio de ambulancia para cierto sector del Zócalo y se percibía cierta desesperación de la gente.
Al enumerar a los muertos civiles, comienzan los gritos de “son cuarenta mil”, “justicia para todos”
La mujer al micrófono comienza a nombrar a cada uno de los caídos y al terminar cada nombre, el grito de “no debieron morir” resuena con fuerza, para rematar al final de la lista con un “fuera Calderón” que se extienden por varios minutos.
Se escuchan una serie de propuestas generadas por lo que ellos denominan exigencias de la sociedad civil, que deberán canalizarse a través de un pacto de la sociedad con los diferentes niveles de gobierno. Un largo listado de propuestas que siempre se han planteado desde diferentes trincheras.
Cuando terminaron eran las 17:35. Aplausos y gritos de todo tipo. Los cercanos a mi eran de “Calderón es más peligroso que Bin Laden”, “perro fascista”.
Por fin aparecía Javier Sicilia para tranquilizar a la gente.
Inicia pidiendo “no más odio ni más violencia”, que él no puede pedir que se vaya Calderón pero si el Secretario de Seguridad Pública, ya que sería una señal de que el Presidente sí escuchaba lo que estaban diciendo. La gente estalló en gritos.
Mencionó que todavía podemos rescatar desde el tejido social a las estructuras que sostienen al país.
Habló de los políticos ligados al crimen organizado de todos los partidos políticos y de los diferentes niveles de gobierno, quienes actuaban como una partidocracia que tenía secuestrada a la sociedad civil.
Enfatizó que el narcotráfico se debe atacar como un problema de sociología urbana y salud pública y que debemos voltear hacia el consumo y la política de armamentismo de los Estados Unidos, para entender de manera integral las causas de nuestra propia guerra.
Remató diciendo que nos encontramos en una encrucijada sin salidas fáciles y que es necesario refundar a la nación desde la sociedad, para lo cual convocó a reunirse de nuevo en Ciudad Juárez para darle seguimiento al pacto civil necesario para encauzar sus demandas.
Cerca de las 18:00 terminaba Javier Sicilia pidiendo cinco minutos de silencio en memoria de los miles de muertos de los últimos años a causa de la lucha contra el narco.
Al finalizar como una especie de señal comenzaron a sonar las campanas de la Catedral Metropolitana, al momento que uno de los oradores iba a tomar la palabra, lo cual fue interpretado como una interrupción deliberada que generó una rechifla dirigida a quienes se encontraban en las torres del templo.
La gente comenzó a dispersarse para salir del Zócalo mientras continuaba tomando el micrófono más gente que quería ser escuchada, como los representantes de Copala y Topilejo.
Poco a poco el Zócalo se fue vaciando con caras de satisfacción pero también de dudas, mientras el sol comenzaba a caer a espaldas de la Torre Latinoamericana.
Había sido la culminación de lo que viví en la Marcha Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad.
Fotos: Ricardo Trapero.