Osama Bin Laden y Los Angeles

La noche que mataron a Osama Bin Laden en Pakistán, centenares festejaron frente a la Casa Blanca en Washington. Muchos eran estudiantes de la cercana universidad Georgetown; algunos, vecinos del área, pero otros salieron de sus casas en medio de la noche y viajaron a la Plaza Lafayette. Allí se mezclaron y abrazaron, en un mar de banderas y gritos de victoria.

Lo mismo sucedió en Nueva York. Desde el discurso del presidente Obama a medianoche y durante horas, centenares se aglomeraron en el lugar más natural para la celebración: la Zona Cero, el sitio donde estaban las Torres Gemelas hasta el 11 de septiembre de 2001.

¿Y en Los Angeles, la segunda ciudad más grande del país?

Quienes salieron a las calles fueron periodistas y reporteros, micrófonos en mano, en tropel, para inquirir las opiniones populares.

Hubo fuegos artificiales poco después del anuncio presidencial desde casas en ciudades como Pacoima, Long Beach y Lakewood. Unos estudiantes reunidos en una sinagoga aplaudieron. Comensales en un restaurante se felicitaron mutuamente.

No mucho más, y eso que aquí eran solamente las nueve.

¿Por qué?

“Es que aquí la gente lo siente de manera personal”, dice mi hijo desde Washington.

¿Y aquí, al parecer, no?

Pero en un ámbito hubo una inmediata reacción. Por todas partes surgieron señales de un elevado estado de alerta. Policías uniformados revisaron los automóviles que llegaban a los aeropuertos internacionales LAX y de Ontario. Se resguardaron centros de transporte, religiosos y deportivos. El alcalde y el jefe de policía, así como el sheriff del condado, llamaron a la población a estar alertas.

Temían una represalia, precisamente, en Los Angeles.

El llamado y el sentido común llevaron a que se desocupara un tren en el condado de Riverside porque los pasajeros divisaron un bolso abandonado.

Es que el sur de California ha sido desde hace más de una década uno de los objetivos más importantes del terrorismo internacional.

El 1 de enero de 2000 el argelino Ahmed Ressam iba a detonar una bomba gigantesca en LAX, que llevaba en su auto desde Canadá. Fue arrestado el 14 de diciembre.

En 2002 se frustró un intento de secuestrar un avión con “zapatos-bomba” y estrellarlo contra el edificio más alto de Los Angeles.

El mismo año un egipcio abrió fuego en LAX, matando a dos israelíes antes de ser liquidado por agentes de seguridad de la aerolínea El Al.

En 2005 se arrestó a un grupo de exconvictos islámicos que iba a bombardear bases militares, sinagogas y el consulado de Israel en Los Angeles.

Luego los intentos fueron mermando.

Por todo ello, uno de los centros de prevención antiterroristas más importantes se hallan aquí en el llamado Operativo Arcángel. La policía metropolitana tiene su oficina de Operaciones Especiales y Contra Terrorismo (CTSOB), que identificó no menos de 600 blancos potenciales de ataques.

Los ataques del 11 de septiembre organizados por Bin Laden catalizaron un proceso controversial. En octubre de 2001 el entonces presidente Bush firmó la Ley Patriota y en 2010 el actual mandatario Obama extendió sus poderes. La lucha antiterrorista implicó prisiones secretas, Guantánamo, envío de presos a otros países para su tortura, listas inflexibles de prohibición de viajes…

El temor — justificado — facilitó a racistas y xenófobos ampliar su ideario antiinmigrante e imponer su discurso en la agenda política.

No tenía que haber sido así. El país más codiciado del mundo por el terrorismo, Israel, ha hallado maneras de convivir con el temor y la ansiedad manteniendo al mismo tiempo tanto la seguridad como el mismo grado de democracia.

Algunas de las medidas de precaución, como la revisión corporal en el aeropuerto, toparon con resistencia e incomprensible protesta por los mismos que invocan el peligro de terrorismo para justificar la separación de familias migrantes y demandar deportaciones en masa.

La muerte de Bin Laden renovó paradójicamente la percepción del peligro terrorista en nuestras ciudades. Para sobreponerse a éste, ninguna medida del gobierno será suficiente si no existe el interés y la cooperación de la población.

Y ese interés se logra con la solidaridad, no con la exclusión; con el apoyo mutuo, no con la recriminación y sospecha.

Porque en esto, estamos todos juntos.

Autor

  • Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito. Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio. -- Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then. Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

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