El Salvador: el Moncada y la Revolución Cubana
Los lazos de amistad entre los pueblos de El Salvador y Cuba han tejido una solidaridad perdurable que viene desde las guerras independentistas del siglo XIX, las luchas contra las tiranías y las políticas injerencistas de Estados Unidos en la isla y el Pulgarcito de América.
El Salvador, amparo de los refugiados
Incluso ocurrieron episodios en los vínculos entre las dos naciones que vistos desde la fría lógica y la realidad de las dictaduras militares salvadoreñas resultan contradictorios, y uno de ellos es el amparo de uno de esos regímenes de los años 50 a perseguidos políticos de la cruel tiranía del general Fulgencio Batista.
Varios revolucionarios cubanos encontraron refugio en el país a finales de esa década, mientras buscaban alternativas para poder regresar a su patria y continuar en la gesta por la libertad, la democracia y la justicia social.
Uno de ellos fue Francisco González, familiarmente llamado Panchito, quien estuvo entre los atacantes al cuartel Moncada, la segunda fortaleza militar de su país y ubicada en la ciudad de Santiago de Cuba, ocurrido el 26 de julio de 1953 liderado por el joven abogado Fidel Castro y que marcó el inicio de las luchas que culminaron con la victoria de la revolución el 1 de enero de 1959.
González sobrevivió a la matanza ordenada por Batista contra los jóvenes rebeldes, fue capturado y condenado a 12 años de cárcel en el presidio de la Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud), y debió salir del país rumbo a México después de una amnistía ganada por la presión popular.
Los revolucionarios de El Salvador en Cuba
En la gran nación norteña formó parte de los 82 revolucionarios que retornaron a Cuba en el yate Granma, que desembarcó el 2 de diciembre de 1956 en la costa sur del oriente de la isla para reiniciar la lucha armada contra la tiranía batistiana. Fue uno de los 12 sobrevivientes del cerco tendido por las fuerzas armadas y del primer enfrentamiento con estas, conocido como la sorpresa de Alegría del Pío, lugar donde ocurrió.
Logró reunirse con el líder de la revolución en la Sierra Maestra y participó en los primeros combates, pero debido a graves quebrantos de su salud Fidel le ordenó bajar a las ciudades por la imposibilidad de darle los cuidados necesarios en las precarias condiciones de las montañas.
Panchito, del municipio habanero de Marianao, fue el segundo de los revolucionarios cubanos en llegar a San Salvador, el 14 de julio de 1957, cuando tenía 32 años. El primero, el 5 de julio, fue un adolescente de 17 años, Roberto Bienvenido de Jesús García Benítez, de la ciudad de Colón, provincia Matanzas.
García Benítez, hoy coronel en retiro, se sumó a la lucha clandestina en su ciudad natal inspirado en el ejemplo de Fidel y sus compañeros, y luego de varias acciones se convirtió en objetivo de los cuerpos represivos, lo que condujo a que sus jefes le sugirieron a la familia sacarlo temporalmente del país para preservarle la vida, con el afortunado hecho que su padre, el abogado y notario Luis García Galbraith, era amigo y ex compañero de estudios del cónsul honorario de El Salvador en Cuba, Domingo Romeo Jaime.
Roberto relató para el libro Comandante Feliciano: una historia de amor y revolución, publicado recientemente en El Salvador, los detalles de aquellos tiempos azarosos y durante los cuales Panchito fue su compañero más cercano y por quien siente una profunda admiración y simpatía.
“Panchito es combatiente del Moncada, estuvo preso en Isla de Pinos, luego viene en el Granma, es de los 12 supervivientes de Alegría de Pío, pero estando en la Sierra Maestra se enfermó gravemente y Fidel lo mandó que saliera a ver como podía curarse”, explicó.
La resistencia a la dictadura de Batista
Los perseguidos políticos cubanos encontraron cariño y simpatías de la población salvadoreña y sus organizaciones progresistas, además de juntarse con víctimas de otras dictaduras como las de Nicaragua y Guatemala.
“Aquí lo que más nos une a nosotros es cuando el gobierno le entrega la Orden Nacional José Matías Delgado a Batista. Todos estos estudiantes nos buscaron y nosotros los buscamos a ellos y se hicieron los grandes actos de masa, de repudio… Tú conoces al salvadoreño, eso fue tremendo, manifestaciones por el medio de San Salvador, de verdad que fue un acto solidario con la Revolución cubana, por eso yo digo la solidaridad no es de ahora, es desde aquella época, yo la conocí”, recordó Roberto.
A finales de los años 50 el régimen militar, encabezado por el teniente coronel José María Lemus, mantenía una reducida representación de tres personas en Cuba y el embajador era Rafael Eguizabal Tobías, quien llevó personalmente en su auto a los perseguidos políticos hasta la escalerilla del avión.
Contradictoriamente al refugio brindado a varios perseguidos políticos, el gobierno que representaba el embajador mantenía excelentes relaciones con la dictadura del general Batista.
El propio Eguizabal Tobías fue en extremo duro con la naciente Revolución como canciller del Directorio Cívico Militar que derrocó el 25 de enero de 1961 a la Junta de Gobierno que antes había depuesto al teniente coronel Lemus, el 26 de octubre de 1960, en un golpe llamado en la época “el madrugón de los compadres”.
La relaciones diplomáticas y la solidaridad
Una de las primeras decisiones del Directorio Cívico Militar fue la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba el 1 de marzo de 1961, menos de dos meses después de una decisión similar de Estados Unidos.
Como ministro de Relaciones Exteriores Eguizabal Tobías representó a El Salvador en la reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA) de Punta del Este, Uruguay, a fines de enero de 1962, en la cual Cuba fue separada de ese organismo.
El gobierno de El Salvador fue uno de los más alineados con las posiciones anticubanas de Estados Unidos y su canciller de entonces calificó a la naciente Revolución Cubana de “foco de penetración comunista” y demandó sanciones contra la isla “mientras se niegue a someterse a la disciplina del Sistema Interamericano”.
En medio de sus luchas contra la dictadura militar las fuerzas progresistas salvadoreñas y la mayoría de la población mantuvieron su activa solidaridad con los perseguidos políticos que viajaron al país, quienes hicieron constantes gestiones para regresar a Cuba y continuar la lucha.
Y así lo hicieron. La noche del 5 abril de 1958 cinco de ellos, Panchito, Julio O´Burque, Carlos Merille Acosta, Rafael Batista Castezana y Roberto García, cruzaron en un cayuco el golfo de Fonseca y se adentraron clandestinamente en Honduras con la idea fija de viajar a Cuba desde alguno de los puertos en el Caribe.
Meses antes García Benítez se había casado con la joven salvadoreña Ada Rosario Vargas, de cuya unión nació, el 23 de julio de 1958 Tomás Roberto García Vargas, quien con apenas 22 años se convirtió en el comandante Feliciano, el único de la guerrilla con sangre cubana y quien cayó en combate el 30 de abril de 1981.
Ya habían partido cuando llegó a El Salvador otro revolucionario cubano, el célebre cineasta Santiago Álvarez.
Cuba y El Salvador establecieron relaciones diplomáticas el 11 de noviembre de 1902 y tras la ruptura de 1961 fueron reanudadas el 1 de junio de 2009, el mismo día que tomó posesión el primer gobierno de Frente Farabundo Martí para Liberación Nacional (FMLN), ganador de las elecciones de ese año.