Marchas en El Salvador: la tradición continúa
El gobierno salvadoreño debe cuestionarse por qué estas grandes marchas no se suscitaban en los gobiernos anteriores y si en el discurso gubernamental va por el camino correcto hacia el desarrollo
Una de las expresiones de lucha popular en todo el mundo son las marchas, en donde los individuos expresan su aceptación o descontento con los poderes establecidos.
En El Salvador, nuestro país, contamos con una amplia tradición en esta expresión de poder popular.
Una de las primeras manifestaciones se desarrolló en 1922 y fue reprimida brutalmente por el gobierno de Jorge Meléndez. Es importante rescatar que en esta oportunidad Don Alberto Masferrer acudió a auxiliar a las víctimas de la represión ejercida por los cuerpos armados.
En épocas mas recientes recordamos la masacre de estudiantes en 1975, la gran marcha celebrando la visita del Ingeniero José Napoleón Duarte. Me imagino se dio por presiones de la Embajada de Estados Unidos. Esto se debe a que Duarte se encontraba exilado en Venezuela, producto de la convulsión social provocada por el fraude en las elecciones de 1972. Propició un intento de golpe de estado por las fuerzas progresistas en el Ejercito de El Salvador.
Quizá la más grande marcha suscitada en El Salvador fue la que movilizó a más de 300,000 personas promovidas por la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM). En la marcha y posterior concentración diferentes sectores de la vida nacional rindieron el último adiós a nuestro querido Arzobispo Óscar Arnulfo Romero.
Como muchas otras fue brutalmente reprimida por el gobierno militar, provocando una estampida con disparos de fusilería de francotiradores aportados en los edificios aledaños a la hoy bautizada Plaza Cívica.
En tiempos de posguerra, las marchas más numerosas han tenido que ver con la resistencia de la población en contra de la privatización del agua, y la gran marcha blanca en contra de la privatización de la salud.
Estos eventos ponen nerviosos a los gobiernos debido a que se les cae su discurso. Este consiste en que en el país nos encontramos entusiasmados porque nos conducimos por caminos firmes hacia el progreso social. Que un gran porcentaje de la población apoya las políticas gubernamentales. Que El Salvador avanza en un clima de paz y tranquilidad.
En este contexto se establece un decreto legislativo desfasado en el tiempo, en donde se prohíben las concentraciones si no se guardan las medidas de seguridad pertinentes, mientras se permiten otras con mayores riesgos.
El ministro de Salud dice que esto se hace para proteger a los adultos mayores que son llevados a la marcha sin saber en qué andan. Esta retórica gubernamental lo único que hace es ofender a las personas que tienen suficientes causas para expresar su descontento, debido a que se está promoviendo en el gobierno una «gerontofobia», en donde como la palabra indica se les tiene miedo a los viejos, excluyéndolos de participar en la vida laboral.
Se les margina como el caso de los jueces y fiscales acusados por funcionarios de gobierno de incapaces y corruptos.
El gobierno no ha comprendido que las sociedades se componen de jóvenes y viejos, que cada uno ofrece sus aportes, los jóvenes tienen toda la energía, gran creatividad, sueños y desafíos. Los viejos, mucha experiencia y sabiduría. Lo uno complementa lo otro. No es buena receta querer conformar mi empresa sólo con jóvenes o sólo con viejos.
La conformación de la guerrilla en El Salvador es buen ejemplo de esto, ya que se construyó en la diversidad. Allí cabían viejos, jóvenes, cristianos y no cristianos, comunistas y no comunistas, ricos, pobres, intelectuales, analfabetos, mujeres y hombres. No se excluía a nadie, acuñando la frase: “La revolución es para todo aquel que quiera ser revolucionario”.
En una conversación me decía mi interlocutor: “en este gobierno mandamos los jóvenes”. Muy bien, y si mandan los jóvenes ¿por qué se tiene uno de los presupuestos más bajos de la región para la Universidad estatal? Pasó de 1.6% a 1.4%, cuando en Guatemala se dedica un 6% y en Honduras un 5%.
Si los jóvenes están esperanzados con el futuro del país, ¿por qué se ha cuadruplicado la migración de salvadoreños hacia Estados Unidos?
El gobierno debería de cuestionarse por qué estas grandes marchas no se suscitaban en los gobiernos anteriores, y si en el discurso gubernamental se transita por el camino correcto hacia el desarrollo. Porque observamos el franco deterioro de las vías públicas debido a la falta de mantenimiento, el grave deterioro en la inversión social, el creciente número de desaparecidos que afecta en primer lugar a los jóvenes, el aumento de pacientes de la red de hospitales que se quejan de la falta de medicamentos, la postergación de los servicios de cirugía y consultas.
Como lo podemos ver, las marchas no son producto de un grupo de gente sin oficio que no tienen otra cosa mejor para gastar el tiempo transitando por las calles de las ciudades. Ni son promovidas «por entes extranjeras» como sugirió el Presidente.
En épocas anteriores los grupos de derecha lanzaban un llamamiento a los periodistas que cubrían las protestas: “Periodista, entrega tu país no el nuestro”. En la lógica del ejercicio de poder significaba: no denuncien la injusticia social, no expongan la miseria y la pobreza, no cubran la lucha social, déjenos que apresemos opositores, que exiliemos, que torturemos, que asesinemos a todo aquel que desafíe nuestro poder.
Tomemos en cuenta una consigna que se repite nuevamente: “La calles se conquistan con lucha organizada”.