Esperando a Godot en EE.UU. o una democracia en vilo

Enfrentamos como nunca estas elecciones y defendemos el respeto al voto, la dignidad de cada ciudadano, los procesos democráticos, el dirimir las diferencias a través del diálogo y no de las armas

Las lágrimas del mundo son inmutables.
Por cada uno que empieza a llorar,
en otra parte hay otro que cesa de hacerlo.
Esperando a Godot, Samuel Beckett

El recuento de los logros

Antes que nada, de nuevo, unas elecciones atípicas que se extendieron por 87 días, bajo una pandemia con altos costos humanos, exigen paciencia para que un sistema electoral fragmentario, atomizado y descentralizado procese los votos.

Las elecciones aún no terminan de ser procesadas. No tenemos aún un declarado presidente. Tomará tiempo para saberlo. A pesar de la aparente incertidumbre, el conteo y las tendencias arrojan ya algunos resultados a partir de los cuales podemos reflexionar.

Referéndum democrático

Hemos acudido a la cita, eso es todo.
No somos santos, pero hemos acudido a la cita.
¿Cuántas personas podrían decir lo mismo?
Esperando a Godot, Samuel Beckett

En qué medida los datos duros y fríos sostienen que estas elecciones refrendaron la democracia en su médula constitutiva y se negó la autocracia trumpista. Iniciemos el análisis con base en los resultados electorales que son la expresión directa y contundente del deseo político de la ciudadanía.

El voto individual, directo y secreto

Al 3 de noviembre, sin que se terminaran de contabilizar aún todos los votos, se estima que votaron más de 159,582,000 ciudadanos. Según los votos computados hasta ahora, Joe Biden tiene 51.02% y Trump cuenta con 48.97%— una diferencia de 2,839,396.

Joe Biden ganó el voto popular.

¿Qué nos dice este número comparado con elecciones anteriores? ¿En qué punto de inflexión se encuentra la participación política en edad y capacidad de votar en EE.UU.?

En una tabla comparativa que he creado[1] y que puedes consultar al final de este artículo, a partir de datos del Buró de Censos, el United States Election Project y otras fuentes confiables, la contienda atrajo a un 66.7% de votantes.

Desde una perspectiva histórico-política, en estas elecciones votaron 3.9% más de ciudadanos que en la contienda que llevó a la cúspide a uno de los presidentes más populares de la historia de los EE.UU., John F. Kennedy, en torno a cuyas elecciones se movilizó el 62.8% de la población. Su elección mantenía el récord máximo de participación política ciudadana en una contienda electoral.

Le seguían las elecciones que llevaron a Lyndon B. Johnson con un 61.4% de la población superándolas por un margen aún mayor de participación de un 5.3% de votantes.

La interpretación de los datos nos permite afirmar que más de dos terceras partes de la población mayor de 18 años y que es elegible para votar, ha optado por legitimar las reglas del sistema político y su democracia que el gobierno autocrático de Trump ha puesto en tela de juicio durante los pasados cinco años.

Siguiendo a D. Beetham [2] sobre cómo se legitima el poder político en un estado, los estadounidenses han legitimado el proceso electoral en cuanto a la validez legal, la aceptación en conformidad de las reglas de las elecciones en cuanto a creencias compartidas y han manifestado expresamente ese consentimiento mediante su voto.

El 3 de noviembre del 2020, la ciudadanía justificó las reglas electorales porque comparten la creencia de que esta es la mejor manera de llevar a cabo el proceso político representativo. Un proceso que a la vez organizará el poder en sus tres esferas —legislativa, ejecutiva y judicial— y las estructuras gubernamentales que les han de servir para mantener la paz y su calidad de vida.

Por último, esta masiva votación se interpreta desde la dimensión de la legitimación por medio del consentimiento expreso como un contundente referéndum a la democracia.

Aquí el pueblo manda

VLADIMIR: Di: estoy contento. ESTRAGON: Estoy contento.
VLADIMIR: Yo también. ESTRAGON: Yo también.
VLADIMIR: Estamos contentos. ESTRAGON: Estamos contentos.
¿Y qué hacemos ahora que estamos contentos?
VLADIMIR: Esperamos a Godot. ESTRAGON: Es cierto.
Esperando a Godot, Samuel Beckett

Esta interpretación no puede ser mejor ilustrada que por medio de la declaración expresa de Joe Biden en un discurso, el 4 de noviembre, el día después del fin de la temporada de votación. En éste sintetiza el referéndum por la democracia que ha emitido el pueblo estadounidense cuyo mandato entiende y está obligado a cumplir en caso de que al fin de estas complicadas elecciones resulte ser el presidente electo.

Joe Biden ratifica el referéndum a la democracia rescatando la tradición histórico-política del país, lo hace rescatando la frase populista usada por el expresidente republicano Gerald R. Ford, quien enfrentó – al igual que Biden lo hará a partir del 20 de enero del 2021 – el inicio de la más profunda recesión económica en EE.UU. después de la Gran Depresión.

Ford dijo, ”Our great Republic is a government of laws and not of men. Here, the people rule.» Biden recupera la expresión en el volátil contexto en el que el autocratismo trumpiano quiere poner en jaque la legitimidad del proceso electoral y anular el poder político e independiente de los mecanismos electorales. Trata de deslegitimar el proceso y trasplantar el poder del pueblo de decidir quiénes serán sus representantes políticos al poder judicial, que tiene cooptado.

Negarse a ratificar la legitimidad del proceso electoral, a aceptar la derrota y conceder las elecciones a Joe Biden y trasladar el poder de forma pacífica, estaría creando una crisis político-constitucional sin precedentes en la historia política del país.

Imperfectas y mediadas por el Colegio Electoral, el pueblo, con una participación histórica excepcional, refrenda las elecciones como un proceso democrático que sustenta la estructura organizativa de su sistema político.

Ante el ataque de Trump, Biden responde: «A government of, by, and for the people is very much alive, very much alive in America. Here, the people rule. Power can’t be taken or asserted. It flows from the people. And it is their will that determines who will be the president of the U.S. and their will alone.»

(La idea de un gobierno de, por y para el pueblo está muy viva. Muy viva en América. Aquí el pueblo manda. El poder no puede ser tomado o proclamado. Fluye del pueblo. Y es su mandato el que determina quién será el presidente de EE.UU. El pueblo y solo el el mandato del pueblo.)

El Colegio Electoral destruye la democracia

El 5 de noviembre,  se adjudicaron casi al final de la contienda electoral 253 VE a Biden y 213 VE a Trump. Los expertos pronostican numerosas rutas posibles a la presidencia para Biden y unas escasas para Trump.

Estaban en juego todavía Nevada y Arizona por el suroeste del país. Por el sureste se contendían en una muy cerrada batalla Georgia y luego Carolina del Norte. De los estados del noroeste sólo quedaba pendiente Pennsylvania.

No por intensidad en la competencia, si no por lentitud del procesamiento de los votos, Alaska (3VE) aún no había sido adjudicado. Se asume que los VE serán para Trump.

Si las tendencias electorales persisten, Joe Biden podría confirmar su victoria por la vía más rápida en cuanto al conteo de votos, 11 Votos Electorales (VE) al sumar Arizona y 6 VE de Nevada con lo que alcanzaría 270 votos electorales conquistados con apretadas competencias. Podría también triunfar como presidente electo si le da vuelta a Georgia (16 VE) o Pennsylvania donde compite arduamente por superar la ventaja de Trump.

Cabe señalar que una decisión de la corte impidió que se pudieran contabilizar en Pennsylvania los votos por correo o depositados por adelantado en los buzones debido a la pandemia. Una medida, de nuevo estatal, que desunifica el proceso electoral e impide entenderlo de forma fluida cuando se trata de un fenómeno de elección a nivel nacional.

Los procesos electorales son fraccionarios y locales, pero el impacto es a nivel nacional, federal, para elegir al ejecutivo. Esta incongruencia de una regulación nacional para decidir y ejecutar procesos nacionales y dar libertad estatal atomizada complica mucho la eficacia de las elecciones.

La representación política directa

La población de ciudadanos elegibles para votar en EE.UU. que suma 239,247,182 ha representado los derechos del total de adultos en edad de votar que suma 257,605,088. Entre los que están en edad pero no lo hicieron se encuentran más de 20 millones de personas sin ciudadanía, por lo tanto, sin derecho constitucional a votar. Los que votaron también representaron a 1,461,074 presos, 1,962,811 de personas bajo probatoria y 616,440 ciudadanos en libertad bajo palabra.

En términos generales, ese 62,8% de ciudadanos que votaron, de una población total de estadounidenses de 328.2 millones, terminaron decidiendo el destino de 168.7 millones de desilusionados, apáticos, gente excluida del sistema por su estatus migratorio, por su historial penal. Votaron sobre todo por los hijos, adolescentes y niños, cuyo futuro y calidad de vida depende de las decisiones que sus padres tomen en su nombre.

La representación política indirecta

Si ya se encuentra reducida la representación del total de la población -por cuestiones de estatus legal, penal o por apatía e incredulidad en el sistema electoral- el papel del Colegio Electoral, como mediador último del voto ciudadano directo es aún más problemática y erosionante de la democracia. Su carácter antidemocrático se evidencia, con más gravedad, en estas elecciones donde el camino hacia la restauración democrática está en vilo.

Si Estados Unidos tuviese un sistema auténticamente democrático donde se eligiera al presidente por voto único, secreto y directo, a estas alturas, tendríamos prontos resultados, como ocurre a nivel estatal, de quién es el representante del ejecutivo a nivel nacional. Y ese presidente sería, indiscutiblemente Joe Biden que se llevó ya aproximadamente el 51.02% del voto popular.

Sin embargo, el país entero se vale del Colegio Electoral [3] para elegir selectivamente, de entre todos los cargos ejecutivos, al presidente, al jefe de la esfera ejecutiva del poder.

El Colegio Electoral está constituido por una subdivisión política territorial amanañada por una demarcación de grandes sectores de la población creando bolsones ultra concentrados de representación a la que le asignan electores, subrepresentando así a un gran número de ciudadanos.

También se subdividen zonas con poblaciones de menor densidad y minoritarias —en su mayoría de corte ideológico conservador o aliadas tradicionalmente al partido republicano— dotándoles mayor número de electores, que las ultra representa a nivel nacional.

Por lo que el Colegio Electoral es una institución política, caduca y antidemocrática, que constituye un sistema de representación indirecta ineficaz. Es éste el que en última instancia elige al representante del nivel ejecutivo. Esta lógica a nivel de las entidades políticas estatales que rige la representación del Colegio Electoral, es la misma que se usa para la división de distritos para elegir a los representantes del congreso. Que también es ineficiente y cuya delimitación geográfica está altamente politizada.

En el Colegio Electoral, se adjudican 538 votos en todo el país a cada uno de los estados de la nación de forma inequitativa. Veamos el caso de California que cuenta con 55 votos electorales con una población de 39.51 millones de habitantes. Comparada con Dakota del Norte que tiene una población de 762,062 ciudadanos y cuenta con 3 votos electorales. En Dakota del Norte, cada elector cuenta con una hiper-representación conteniendo la voluntad política de 254,020 ciudadanos. En California cada elector sub-representa a 718,363 habitantes. De lo que se deduce que cada elector del estado de Dakota del Norte tiene un 282.79% más poder y representatividad política en el Colegio Electoral que un elector de California.

Si fuera equitativa la representación en cada estado de manera proporcional, California debería tener por lo menos 155 votos en el Colegio Electoral. Y no los tiene. Cuenta sólo con un 35% de representatividad con respecto a la de Dakota del Norte en las elecciones presidenciales. Con un déficit político de un 56% de representación política.

Esto sucede a pesar de que, de acuerdo al Bureau of Economic Analysis, California contribuyó con el 14.6% al Producto Interno Bruto en 2018, en tanto que el promedio de los demás estados contribuyó con un promedio del 2%. Hay una contribución sólida y mayor per cápita por parte de los californianos que constituyen el 12% de la población total del país.

Sin embargo, el inmenso poder económico de California no se traduce en poder político y representacional, el cual en última instancia se traduce en leyes que regulan la vida de los californianos.

Cuando reflexionamos en el carácter antidemocrático del Colegio Electoral vemos que ocurre lo mismo con los otros cinco estados más poblados de EEUU: Texas, Florida, Nueva York, Illinois y Pennsylvania.

Estos estados a su vez son los que más contribuyen al PIB nacional. Nueva York contribuye con 8.1%, tiene el 6% de la población y 8.399 millones de habitantes representados con 29 VE. Cada elector en Nueva York representa a 289,620 ciudadanos. De nuevo, existe un significativo déficit representacional político con respecto a otros estados.

Los votantes latinos en California

Esperamos. Nos aburrimos. No, no protestes,
nos aburrimos como ostras, es indudable.
Bueno. Se nos presenta un motivo de diversión,
¿Y qué hacemos? Dejamos que se pudra.
Vamos, manos a la obra.
Dentro de unos instantes todo habrá terminado,
volveremos a estar solos, en medio de tanta soledad.
Esperando a Godot, Samuel Beckett

De acuerdo al Public Policy Institute of California, los latinos—que constituyen el grupo étnico racial más grande en California—representan el 35% de la población adulta de votantes. Pero sólo aproximadamente el 21% tiende a votar.

En el 2020 en California, 25.1 millones de adultos se registraron para votar, representando un 83% del total de la población adulta que podría hacerlo.

Salieron a votar sólo 16.230 millones de personas, equivalente a un 62.5%. De estos, 5.6 millones de latinos podrían votar; sin embargo su poder político se tradujo a sólo 1.78 millones de votos.

Los latinos en California y en el país entero vivimos con un déficit de representación de poder político en el sistema. Esto nos afecta profundamente, no sólo por el engranaje antidemocrático del Colegio Electoral, sino además por la propia apatia política que traiciona nuestros intereses.

Sabemos que muchas de las políticas en favor o en contra de los inmigrantes pueden depender de una orden ejecutiva que beneficie o perjudique a nuestra población, a la que no tiene voto en el sistema.

Sin embargo, no actuamos en consecuencia y solidaridad con nuestra comunidad ejerciendo el voto. Tampoco votamos a favor de muchas de las condiciones de vida que se deciden por nuestros representantes y que son cruciales para regir y beneficiar nuestra calidad de vida, como un sistema de salud universal, políticas de beneficios de retiro, laborales, educativas, ambientales por nombrar sólo algunas. Siguen siendo los latinos un gigante dormido y solitario que no exige al ejecutivo y su gobierno sus derechos.

A pesar de su ineficiencia y carácter antidemocrático, el mecanismo de elección presidencial nos ha obligado a prestar atención dinámica y contextual de las transformaciones económicas, políticas y étnicas a un macro nivel para seguir el rastro de los votos al nivel de los condados con la intención de poder predecir y contabilizar la adjudicación de los votos electorales que adjudican la victoria al presidente.

En estas elecciones estaban en contención nueve estados, debido a la posibilidad de que cambiaran su filiación tradicional partidista. Estos son Ohio, Georgia, Florida, Texas, Iowa, Carolina del Norte, Arizona, Pensilvania y Nevada. Se muestran en la imagen. De estos quedaron en una contienda muy cerrada sólo Georgia, Carolina del Norte, Arizona, Pensilvania y Nevada. Ni la campaña demócrata, ni los cambios demográficos alcanzaron para poner en disputa Florida, Ohio y Texas que continuaron aliándose al partido Republicano.

Lo que interesa mencionar con respecto a estos estados es que en la mayoría de ellos hubo un cambio clave con respecto a su composición étnico-racial. Los votantes blancos han disminuido dramáticamente en tanto que los hispanos, los afroamericanos y otros grupos étnicos han incrementado sustancialmente su presencia ahí.

Si observamos la imagen, no debe sorprender que el primer estado que fortaleció el camino hacia la presidencia de Biden fue Arizona. Aquí hubo un cambio realmente drástico del 12% de incremento de otros grupos que no son blancos. Por ello, aumentó la participación de las minorías raciales del 25% al 37%, y contrajo la participación de los blancos del 75% al 63%.

El estado que sufrió una mayor contracción en la participación de los blancos fue Florida con un 13% menos de blancos votando y un incremento del 26% al 39% de otros grupos raciales aumentando su poder político.

Esto refleja una tendencia que se visualizará claramente en todo el país, en términos generales, el poder político de los blancos ha disminuido en forma directamente proporcional a la disminución de su población y la expansión de otras minorías entre las que predominan la de latinos y asiáticos.

En la gráfica de abajo se presenta una distribución de la participación del voto latino por pa de origen denotando la compleja afiliación política. Habrá que hacer un estudio más detallado que rastree con mayor precisión no sólo los países de origen, sino también otras variables de género y socio-económicas. Pero esta gráfica nos ayuda, en primera instancia a entender la complejidad del mal llamado voto ‘latino’. Que en mi opinión se simplifica en una categoría de manera despectiva y racista sin entender que dentro de estas comunidades hay diferencias culturales, raciales, económicas y políticas que no pueden desatenderse.

El Senado: déficit representacional, partido por mitad

Los expertos pronostican un empate técnico en el Senado. El programa político de los Demócratas no les alcanzó para convencer al 50% más uno de la población en donde las senadurías se disputaron.

El sistema político en su esfera legislativa se sostiene precariamente y exige una inmediata transformación. Pero con un Senado dividido en fuerzas justamente por mitad, y una Suprema Corte de Justicia inclinada en dos terceras partes hacia el ultraconservadurismo, la lucha se presenta ardua.

Quizás lo que complica más esta transformación es la decadencia misma de los partidos políticos. El ultraconservadurismo, el cinismo y la corrupción del Partido Republicano está seguido de cerca por el Partido Demócrata de centro, que a raíz de la contienda en las primarias contra el social-demócrata Bernie Sander tuvo que adoptar una agenta un poco mas progresista para poder consolidar la candidatura de su candidato de centro derecha Joe Biden.

Parte de la agenda que se impone al ejecutivo es la restauración de la democracia. Para ello, se requiere de la voluntad y cooperación del Legislativo. Asuntos prioritarios en la agenda residen en la restauración del balance en la Suprema Corte de justicia.

Sin un Senado mayoritariamente democrático, las posibles transformaciones de la corte se tornan sórdidas y sumidas en una posible lucha partidista que no ceda a la posibilidad de aumentar la Corte a 13 jueces en lugar de nueve, asignando cuatro jueces más apegados al sentido de correspondencia de los jueces con las Supremas Cortes de circuito.

No será imposible, pero los demócratas tienen un déficit político en el Senado que les hará la tarea cuesta arriba.

La enmienda constitucional de transformar el Colegio Electoral para hacerlo representativamente proporcional como actualmente se adjudican los votos en Maine y Nebraska también es una batalla epopéyica.

Otros asuntos urgentes en la tarea de un legislativo que debe negociar de inmediato es la respuesta a la crisis de salud con respecto a la pandemia, el seguro de salud y evidentemente las políticas urgentes de una reforma migratoria abarcadora y humana que detenga los horrores de la política de Trump.

Lo que rechaza el referéndum de la autocracia trumpista

ESTRAGON: ¿Y si primero le pidiéramos los huesos?
Si se niega, lo dejamos en el suelo.
VLADIMIR: ¿Quieres decir que tenemos la sartén por el mango?
ESTRAGON: Sí.
VLADIMIR: ¿Y qué debemos poner condiciones a nuestros servicios?
ESTRAGON: Sí.
VLADIMIR: Parece una buena idea, es cierto.
Esperando a Godot, Samuel Beckett

Si el pueblo estadounidense afirma la democracia, y despide del puesto a Donald Trump, como suponemos sucederá, al presidente en turno para reelegirse, está rechazando la integridad del gobierno en todas sus dimensiones.

Un rechazo histórico, de un presidente en turno que busca reelección, que sólo ha ocurrido tres veces en la historia estadounidense.

En primera instancia, expresa su rechazo al mal manejo de la crisis sanitaria, con más de 230,000 muertos y se teme que pronto alcance la cifra catastrófica del medio millón para finales del 2020.

Rechaza la crisis democrática que evidencia un presidencialismo autocrático que ha concentrado el poder judicial y legislativo en el poder autocrático y errático de Trump.

Rechaza la crisis social que vive el país acentuada por la violación de derechos civiles y humanos contra afroamericanos, latinos, discapacitados, mujeres y niños.

Rechaza la imposición de una ideología eugenecista, que avala las visiones de superioridad racial desde la cimiente de los EEUU donde los colonos fundaron un sistema de esclavitud inhumana y darwiniana que permea verticalmente desde el Presidente hasta su base de seguidores. Se trata, en estas votaciones, de al menos 67.5 millones de personas, que representan al 49% de la población adulta. Esto es una catástrofe moral y humana en el país.

Trump ha hecho manifiesta su noción de que la raza blanca es superior a todas. Y al salir ‘ileso’ del COVID-19 dio ejemplo, según él, en cuerpo propio, no sólo de que la raza blanca es capaz de vencer al virus, sino de esta visión darwinista de que esta pandemia la sobrevivirá el más fuerte.

Trump abandonó así la posibilidad de crear una política sanitaria en la que el gobierno está obligado a proteger a todos sus ciudadanos; a los más débiles, las personas de edad mayor, las personas con condiciones de salud que las ponen en mayor riesgo.

Con este mandato electoral, la mayoría rechaza la misoginia manifiesta que excluye, degrada y disminuye a la mujer. Rechaza el machismo que propone que el hombre es un ser superior a la mujer.

Rechaza una política migratoria racista, abusiva y de crueldad inimaginable que ha dejado huérfanos a 545 niños, o más, y separado a miles de familias cuyas vidas quedarán destrozadas irreparablemente.

Rechaza la trampa, la manipulación, la mentira, la indecencia, el abuso, el acoso físico, sexual, emocional y psicológico como forma de conducta y de vida.

Rechaza la ignorancia y el arribismo, la negación de la ciencia, el desarrollo intelectual y artístico de la humanidad.

El pueblo estadounidense rechaza las políticas capitalistas más descarnadas que benefician a una élite ultraminoritaria al costo del empobrecimiento de la mayoría y destrucción del medio ambiente.

Rechaza el acoso de las minorías al ejercer sus derechos al voto.

Rechaza la represión de las libertades esenciales garantizadas en la Carta de Derechos básicos y la constitución.

Rechaza a Donald Trump, un hombre y su cargo político en el ejecutivo de carácter despótico, autoritario, vulgar, grotesco, exhibicionista, obsceno, nihilista, egocéntrico, extremadamente ignorante, represivo, inepto e incapaz de ejercer sus funciones presidenciales.

El equilibrio de los tres poderes

En la medida en la que el ejecutivo expande su poder fortificando su mandato autocrático, avalado por el legislativo republicano cooptado por el presidente, se anula el equilibrio montesquiano de los tres poderes que gobiernan la sociedad.

El judicial esta cooptado por el ejecutivo y ahora la estructura democrática toda del gobierno, con sus instituciones, dependencias, agencias y departamentos de gestión se ven amenazadas si se logra consolidar un segundo mandato de Trump.

Para muchos demócratas, progresistas y gente de bien, el que poco menos de la mitad de los adultos que ejercieron su derecho a votar apoye justo lo que ellos rechazan y que he puntualizado antes, representa una derrota moral. Ganar apenas rascando votos, bajo una tensión inigualable, es también casi una derrota política. No hubo una avalancha de ciudadanos que votaran por la ‘decencia’ por una política pública y económica, ambiental, etc. que elevara a los EEUU y pusiera al país a la altura de las circunstancias para enfrentar todas las crisis interconectadas que enfrenta.

En realidad, una entidad partida justa por la mitad tiene tanta cantidad de podredumbre que de cualidad buena.

Si nos ceñimos estrictamente a un análisis cuantitativo, basado en los números fríos hay —según los votos computados hasta ahora, Joe Biden= 51.02% y Trump = 48.97— una diferencia de 2,839,396 más de progresistas, de gente que se opone a cada una de las políticas, ideología y formas de ser que sostiene Trump y sus seguidores.

Tres millones de personas pueden ser muy poco lo que incline apenas la balanza de este país hacia un camino de restauración y unificación.

Pero en el agrandamiento de esta diferencia se nos va el futuro económico, político, judicial y la posibilidad de sobrevivir esta pandemia del COVID-19, de racismo, de injusticia y de deterioro moral.

La crisis de justicia social

Aquí algunas de las puntualizaciones que constituyen la crisis de justicia social en las elecciones.

El rostro mercantil del capitalismo se resguarda de una posible avalancha de masas descontentas. Las tiendas se amurallan para prevenir los posibles daños a su propiedad debido a los posibles brotes de violencia y disturbios. Muchos han estado protestando el abuso policial.

La polarización y el racismo, las milicias de supremacistas blancos agitados por el Presidente a la violencia armada han creado un eminente ambiente de temor colectivo y tensión. Hay un grupo armado de milicias trumpistas que se plantó el 4 de noviembre en el centro de conteos de votos en Arizona amedrentado el trabajo de los servidores públicos y seguía allí.

Trump ha hablado con el gobernador de Arizona, pero ante la desesperación de la posible pérdida de las elecciones ha desplegado sus tácticas de acoso y violencia con sus milicias armadas para amedrentar y de ser posible alterar el resultado desfavorable de los comicios.

La Casa Blanca se amuralla con bloques sólidos de cemento y vallas para impedir la cercanía de la gente

Los excluidos buscan la vía pacífica para transformar las condiciones y ‘defraudan’ con su cuota de cero violencia al mercado. En general, durante las elecciones y el primer día postelectoral no ha habido sino mínimos incidentes aislados en Beverly Hills, CA, Los Ángeles, y el estado de Michigan.

El 3 de noviembre, un 66.7% de los estadounidenses refrendó y legitimó el sistema político como mecanismo pacífico y viable para resolver las disputas de racismo, abuso policial, opresión y discriminación.

Pero la otra mitad de la población busca acrecentar su racismo supremacista blanco, excluir, oprimir o expulsar de su proyecto nacionalista neofascista de nación a cualquier grupo que no pertenezca a la raza blanca.

Una complicada crisis abrumadora que cuesta vidas por el coronavirus, por la represión policial institucional, policiaca, por la pobreza. Crisis económica, política, social, cultural, moral.

El país se desbarata y los ciudadanos estamos al borde.

Enfrentamos como nunca estas elecciones y defendemos el respeto al voto, la dignidad de cada ciudadano, los procesos democráticos, el dirimir las diferencias a través del diálogo y no de las armas.

Seguimos esperando los resultados de las elecciones, la llegada de los demócratas al poder. Los caminos para iniciar la restauración y sanar y comenzar a resolver las crisis una a una, positiva y resolutivamente, donde los intereses de la mayoría sean protegidos. Donde el bien común sea la premisa que impere en el camino a la restauración.

Si esto no ocurre, el pueblo lo exigirá.

¿Qué puedo hacer, me digo, para que el tiempo se les haga más corto? Les he dado huesos, les he hablado de una serie de cosas, les he explicado el crepúsculo, esto es evidente. Dejémoslo. Pero ¿Es suficiente? Es lo que me tortura. ¿Es suficiente?

Esperando a Godot, Samuel Beckett

 

[1] Fuentes:
The White House Historical Association. https://www.whitehousehistory.org/the-presidents-timeline
United States Election Project http://www.electproject.org/2020g
U.S. Census Bureau, Statistical Abstract of the United States: 2012U.S. Census Bureau.

1952 99,929,000 61,552,000 61.6% DWIGHT D. EISENHOWER 1953-1961
1956 104,515,000 62,027,000 59.3% DWIGHT D. EISENHOWER 1953-1961
1960 109,672,000 68,836,000 62.8% JOHN F. KENNEDY 1961-1963
1964 114,090,000 70,098,000 61.4% LYNDON B. JOHNSON | 1963-1969
1968 120,285,000 73,027,000 60.7% RICHARD M. NIXON | 1969-1974
1972 140,777,000 77,625,000 55.1% GERALD R. FORD | 1974-1977
1976 152,308,000 81,603,000 53.6% JIMMY CARTER | 1977-1981
1980 163,945,000 86,497,000 52.8% RONALD REAGAN | 1981-1989
1984 173,995,000 92,655,000 53.3% RONALD REAGAN | 1981-1989
1988 181,956,000 91,587,000 50.3% GEORGE BUSH | 1989-1993
1992 189,493,000 104,600,000 55.2% WILLIAM J. CLINTON | 1993-2001
1996 196,789,000 96,390,000 49.0% WILLIAM J. CLINTON | 1993-2001
2000 209,787,000 105,594,000 50.3% GEORGE W. BUSH | 2001-2009
2004 219,553,000 122,349,000 55.7% GEORGE W. BUSH | 2001-2009
2008 229,945,000 131,407,000 57.1% BARACK OBAMA | 2009-2017
2012 235,248,000 129,235,000 54.9% BARACK OBAMA | 2009-2017
2016 230,931,921 136,669,276 59.2% DONALD TRUMP | 2017-2020
2020 239,247,182[24] +159,582,000 66.7% Future President JOSEPH ROBINETTE BIDEN JR.

 

[2] Beetham, David. The Legitimation of Power. Houndmills, Basingstoke, Hampshire: Macmillan, 1991. Print.

[3] The Electoral College Explained. https://www.nytimes.com/article/the-electoral-college.html

[4] Public Policy Institute of California. https://www.ppic.org/publication/race-and-voting-in-california/

 

Perfil del autor

Poeta, escritora mexicana. Profesora universitaria de California State University. Egresada de la Universidad de California de Los Ángeles donde cursó las Licenciaturas de Ciencias Políticas, Estudios Latinoamericanos y Literatura Hispanoamericana. Recibió su maestría de California State University, Los Ángeles y su doctorado en Letras en la Universidad de California de Santa Bárbara. Ha impartido talleres literarios, dado conferencias y participado en la vida cultural,

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