Guerra Rusia-Ucrania: volátiles fronteras en el Este Europeo

Para algunos analistas, la situación bélica hubiese sido breve. Se trataba de implementar procesos tácticos contemporáneos que a toda costa tratan de evitar los pantanos de Viet Nam o bien Afganistán. Es decir, no caer en dinámicas que llegan a puntos de virtual empate donde las perdidas de vidas humanas y materiales son cuantiosas. Pero ese ha sido el escenario, exactamente ese, a casi un año de comenzar las hostilidades entre Rusia y Ucrania.

Anexiones y votaciones no reconocidas

Adicionalmente a lo anterior, y de manera desafortunada no ocurrió como algunos esperaban: que Rusia al menos bajara la presión expansionista luego de prácticamente anexarse la península de Crimea en 2014. Los sucesos se han precipitado luego de que, como se recordará –con votaciones que llegaron a tener no menos de un 80 por ciento de participación en las principales ciudades- un 97 por ciento de la población de Crimea se pronunció a favor de ser parte del territorio ruso.

Esto de las votaciones locales es un mecanismo que Rusia y otros países han buscado con el fin de legitimar las anexiones en los territorios al oriente de Kiev. Se reconocen esos resultados por parte de países y gobiernos que tienen una relación coordinada con Moscú, pero Occidente descarta esos procedimientos y con base en la negación de estos, arrecia la ofensiva bélica.

Ahora Rusia con anuencia de la población local, buscaría partir a la mitad el territorio ucraniano. Quedarían en posesión de Moscú –además de Crimea, al sur y la región nororiental de esta península- el territorio al oriente del río Dniéper. Así lo demuestran las movilizaciones pro-rusas que se están haciendo muy intensas en las ciudades de Járkov, Lugansk y Donetsk. A partir de los movimientos de este último centro urbano, se está hablando ya de proclamar de la República de Donetsk.

Tanto Rusia como Europa saben que se trata de un territorio estratégico. El mismo permite la salida al sur europeo de Rusia, desembocando y permitiendo un control pleno con el mar de Azov y el mar Negro, los que a su vez conforman el corredor marítimo hacia el Mediterráneo. El río Dniéper constituyó el frente sur oriental de ataque del ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial. Todo el frente oriental alemán contra la ex–Unión Soviética se conformaba por una continua línea de fuego desde Leningrado, frente a Finlandia, hasta Yalta y Sebastopol en Crimea. El frente alemán del río Dniéper, duró básicamente, desde el 26 de agosto al 6 de noviembre de 1943.

A mediados de la segunda década del Siglo XXI, el jefe provisional del Gobierno de Ucrania, Alexander Turchinov, en un intento por legitimar el traspaso de poder, luego de su nombramiento como interino y de la remoción del cargo de Victor Yanukóvich, había convocado a elecciones presidenciales.

La táctica rusa

El juego de posiciones rusas parece ser muy claro: evitar que zonas de influencia de la anterior Unión Soviética tengan mayores nexos con la Unión Europea. Vladimir Putin habría aprendido la lección. No va a permitir que Ucrania se “escape” como lo hicieron Letonia, Estonia y Lituania, naciones estas últimas que son parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) con mayores nexos con Europa.

En el caso ucraniano existen elementos culturales para “retener” buena parte del territorio con la influencia de Moscú. Toda la región oriental es ruso-parlante y en la actualidad los dirigentes que tratan de anexarse a Rusia puntualizan que existe el peligro de un “genocidio” orquestado por Kiev. Si esta última ciudad intenta controlar militarmente los territorios del este ucraniano, se puede tener el pretexto para que abiertamente las tropas rusas pueden entrar intensificar -como lo hacen- sus niveles de ataque.

En la interpretación de esto, los teóricos de las relaciones internacionales identificados como neo-realistas, señalan que existen zonas de influencia que deben ser respetadas a fin de buscar un equilibrio mundial de poderes y el mantenimiento de escenarios, si no de paz, al menos con ausencia de conflictos entre países. El respeto recíproco en el reconocimiento de estas áreas “intocables” por las potencias foráneas sería uno de los pilares fundamentales del equilibrio internacional.

Desde esta perspectiva, Europa no puede avanzar dentro de la zona de influencia rusa. El caso de la unión de las repúblicas bálticas – Letonia, Estonia y Lituania- a la OTAN en 2004 habría ocurrido en una fase de debilidad institucional interna de Rusia. Putin no desea cometer el mismo error, según declaraciones de analistas como Vadim Karassyov. Victor Yanukovich era la garantía de la influencia rusa, pero haberlo quitado del poder contribuyó a los acontecimientos que ahora presenciamos.

Sanciones y recursos energéticos

Estados Unidos y Europa han ido estableciendo sanciones en general sobre el manejo de fondos rusos en Occidente, pero Moscú parece estar convencido de dos cosas. Primer aspecto: esos castigos no son ni demasiados ni pueden ser muy duraderos. En la balanza estaría pesando más el conjunto de beneficios que proporciona la práctica anexión del oriente y sur de Ucrania. Segundo componente: Europa depende de los energéticos de Rusia que pasan por el territorio ucraniano.

La dependencia del gas ruso estaría afectando más a Alemania, que lo importa en un 36 por ciento; también estaría repercutiendo en Italia y a Francia, con importaciones de gas de 27 y 23 por ciento respectivamente. Esos al menos fueron los datos iniciales del conflicto, allá por marzo de 2022.

En todo caso, se espera que el gas para Europa pueda llegar desde Turquía, utilizando las vías del Mar Negro. De allí que Rusia ha aprovechado esta coyuntura para anexarse la península de Crimea. De esa forma continuaría controlando el abastecimiento de energéticos a los mercados europeos. Ciertamente, los acontecimientos en Ucrania constituyen un juego de cuchillos en la garganta de Europa.

La solución del conflicto pasa por las vías de lo político y las negociaciones regionales. Como se resiente en diferentes regiones del mundo, el conflicto en mayor o menor grado ha contribuido a las condiciones con las cuales se inaugura este año nuevo de 2023: inflación, presiones a las devaluaciones de monedas, carestías, problemas en las cadenas de suministros. El sueño de Putín de constituir un “Báltico Ruso”, está demostrando tener un alto costo. Son sacrificios a pagar por los “recuerdos del futuro” de lo que una vez fuera la ex Unión Soviética y todo su poderío.

Autor

  • Giovanni E. Reyes

    Giovanni Efrain Reyes Ortiz, Ph.D. en Economía para el Desarrollo y Relaciones Internacionales, de la Universidad de Pittsburgh, con post-grados de la Escuela de Altos Estudios Comerciales -HEC- en París, Francia, y de la Universidad de Harvard. Ha sido Director de Integración Latinoamericana y del Caribe en el Sistema Económico Latinoamericano y Director de Informe en Naciones Unidas.

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