Huelga victoriosa: la clase obrera en Estados Unidos está despertando

El salario de la Presidenta (CEO) de General Motors es de 29 millones de dólares anuales o $13,942 la hora. Gana 580 veces el salario de $50,000 anuales que recibe un jefe de línea o 191 veces los $151,320 que gana un gerente. Gana 1,161 veces más por hora que los 12.00 por hora de un empleado de atención al cliente, o 453 veces los $30.72 por hora que gana un operador de montacargas.

Tal vez esta desigualdad explique en parte que la funcionaria prefirió perder 200 millones de dólares semanales antes que ceder ante las demandas de aumento de salario o prestaciones de jubilación de sus trabajadores, cuya huelga que duró seis semanas finalizó el 30 de octubre con un acuerdo paritario. Inicialmente, a los obreros les ofreció hasta 20% de aumento mientras que ella ha recibido 34% de aumento en los últimos cuatro años. La patronal aceptó el grueso de las demandas laborales del sindicato United Auto Workers (UAW).

Acaso la presidenta del gigante automotriz simplemente se rehúsa a que se rebaje la gran desigualdad salarial? O, ¿está en su mente el rechazo a los sindicatos como muchos ejecutivos estadounidenses, que creen que cualquier organización obrera es señal de comunismo?

El primer domingo de septiembre se celebra el Día del Trabajo en Estados Unidos, usualmente los sindicatos organizan días de campo o carnes asadas. Es, para ellos, un momento de socialización y convivencia. No hay marchas ni manifestaciones.

Estados Unidos separó la celebración del día del trabajo del resto del mundo para quitarle a la fecha la ocasión de ser el recuerdo de la masacre ante la lucha obrera (los mártires de Chicago). En EE.UU. se trabaja duro y con tesón en la lucha contra la ideología, para que se preserve la ideología. Este galimatías quiere decir que todo aquello que huela a progresista es ideología y por lo tanto hay que luchar contra ella, mientras que el conservadurismo no es nada y debe preservarse.

Mucho se ha escrito sobre el fin de la ideología o el fin de la historia que son sinónimos, así que no insistiré, aunque en nombre de esta lucha se derroque gobiernos, se promueva golpes de Estado y se masacre a la parte de la sociedad que lucha por sus derechos.

En el estudio que hice sobre la industria maquiladora en México, encontré que muchas empresas llegaban con la demanda de no tener sindicato. El líder sindical en Ciudad Juárez, muy pragmático y acomedido me dijo que ellos aceptaban las empresas que no quisieran sindicato y las que lo quisieran eran bienvenidas, a ellos a final de cuentas lo único que les interesaba eran las cuotas.

La postura anti sindical recorre Estados Unidos. Empresas como Amazon o Starbucks no escatiman esfuerzos para cerrarle la puerta a los sindicatos.

En México, el grupo Monterrey generalizó la formación y mantenimiento de sindicatos blancos, o sindicatos de empresa, o sea controlados por la patronal. Ese modelo se basaba en el principio de no tener que tratar con todos y cada uno de los empleados, cuestión problemática con empresas con cientos o miles de obreros. Preferían una sola voz para negociar y cuanto mejor si ésta estaba comprada.

La CTM, aliada incondicional del PRI entendió que había un negocio de por medio. Un alto ejecutivo de una empresa en Toluca me dijo que el líder local de la CTM vendía el contrato colectivo y cada año cobraba su iguala para que hubiera armonía.

El líder del sindicato de PEMEX elevó la corrupción a niveles inusitados y hasta fue parte de un donativo de más de 1,000 millones de pesos para la candidatura presidencial del PRI.

Esta corrupción sindical se generalizaba para oprimir a los obreros e imponerles un congelamiento salarial real, para que el salario fuera competitivo a nivel mundial; para atraer inversiones. MIentras, había islas de rebelión y constante organización sindical, en unos casos más exitosos que en otros. Una parte hoy cobra la cuota con un puesto en el gabinete de López Obrador.

Uno pensaría que en el mundo de los negocios todo es racional, que para cada decisión se hace un cálculo de costo-beneficio. Si es así, no queda claro para qué  asumir grandes pérdidas en las huelgas cuando estas finalmente se presentan, lo que en Estados Unidos no es frecuente. Y es el cálculo político que busca derrotar a los obreros para tratar de imponerles condiciones de trabajo desventajosas.

Muchas empresas se van a otros países donde se evaden las leyes de protección laboral, ya sea largas jornadas de trabajo o hasta trabajo infantil, pero no es para beneficiar al consumidor final, sino a los grandes ejecutivos como la presidenta de GM.

La presidenta de GM justifica su mega salario en que la empresa funciona bien. Pero lo hace justamente por los obreros a los que quiere seguir oprimiendo.

La clase obrera está despertando aunque se usen eufemismos para denominarlos (operarios, asesores, o cualquier denominación ideológica), los sindicatos en Estados Unidos se movilizan y logran victorias inéditas. Llegó la hora de empezar a igualar.

Samuel Schmidt

Investigador visitante en UT Austin. Chair, International Advisory Board for Immigration Studies. U.S.-Mexico Research Program. UCLA. Director asociado de la revista Araucaria. Director del semanario El Reto. Testigo experto en juicios de asilo político y para frenar deportación de mexicanos en Estados Unidos. Posdoctorado en Historia, University of California, Los Angeles. Doctor en Ciencias Política (UNAM). 35 libros publicados y más de 1,000 artículos. Traducido al inglés, francés e italiano. Pionero en varias áreas de investigación: análisis de redes políticas, estudios sobre humor político, democratización en México, temas fronterizos (agua, migración y seguridad) y sobre Crimen Autorizado.

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