La Inteligencia Artificial (IA) da más rédito que ir a Marte

Si la IA hace cuentos y dibuja mejor que los Humanos de Carne y Hueso (HCH), ¿será que los HCH son prescindibles?

Se podría alegar que la inconclusa Décima Sinfonía de Beethoven la terminó una IA de forma muy convincente. Eso sí, le quitó la gracia de “desconocerse el final”, porque sinfonías acabadas el compositor ya tenía nueve.

Habrán oído de estos nuevos artilugios como el ChatGPT de OpenAI, que te permiten tener conversaciones “inteligentes” hasta con los muertos, siempre y cuando contengan la información preceptiva.

Antes lo hacían las pitonisas con una inteligencia de cristal. En clases de escritura hay educadores que piden a los estudiantes que redacten un correo a alguien célebre ya fallecido. El propósito es hurgar entre los entresijos de autor y su obra para relacionarse con él, o ella. Sus trabajos serían selecta carnaza para la insaciable base de la IA.

Para apuntalar lo anterior, se le podría preguntar a la IA correspondiente: “¿Eres Dios?”. La respuesta, en principio, no se haría esperar: “dime qué es “ser dios” y te diré si lo soy”. Esto es, tú fijas los parámetros de lo divino o aceptas los que te den a partir de la borrachera de datos almacenados.

Si mejorar un carro se contamina con proponer transformaciones que aseguren el futuro de los humanos (HCH), la IA podría sugerirnos desguazar media humanidad en un cruce de algoritmos inoportuno.

Hay un componente personalizado nada desdeñable. Obsérvese que, si tomamos nuestra poesía favorita, y atiborramos a la IA con información más compleja y completa, esta inteligencia podría fácilmente opacar el original. Seríamos cómplices de post-fabricar poesía, y sin el consentimiento del autor. ¿Sería un delito intelectual con el agravante de usar “inteligencia profesionalizada”?

Ya se ha prohibido el uso de esta IA en los colegios de Nueva York.

La IA no hace milagros. No puede acabar con la pobreza, por ejemplo. Hay modelos para dotarla de mayor albedrío, aunque todo tiene consecuencias. Recuerden 2001 Una odisea en el espacio (Kubrick, 1968; Arthur C. Clarke, 1948).

¿Quién impediría que, una vez que se demuestre que los irresponsables HCH maltratamos y superpoblamos el planeta, no se opte por “desconectarnos”?
La IA, para nuestra tranquilidad, carece de inteligencia para sentir el ridículo. Aprendamos a valorar lo que nos hace más humanos.
Para terminar, si le preguntamos a nuestra IA de cabecera cómo poder superar a nuestro vecino y a este se le ocurre lo mismo: ¿terminaríamos, por ejemplo, la guerra de Ucrania en empate o en destrucción masiva? Sospechamos que esto solo nos va a volver más pend… (léase: ineptos).

Ya se ha dicho que Elon Musk pierde el tiempo yendo a Marte, que lo inteligente es invertir en “Inteligencia”.

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