La lucha electoral en El Salvador: trascendental para América Latina

SAN SALVADOR – El 10 de octubre  de este año, el Frente Farabundo Martí para La Liberación Nacional (FMLN) cumplió 38 años de existencia.

Luego de 10 años de gobiernos del FMLN, este próximo 3 de febrero, El Salvador enfrentará elecciones presidenciales de enorme trascendencia no solo para el país sino que para el Continente.

El partido en el gobierno es una fuerza política que desde los tiempos en que surgió como potente organización político-militar ha señalado un rumbo revolucionario, respondiendo a cada desafío de la forma más creativa y eficaz posible. Ha representado un ejemplo de lucha y perseverancia para los pueblos de Nuestra América. Al mismo tiempo, para las fuerzas reaccionarias de El Salvador y el Continente, ha sido un mal ejemplo al cual han intentado destruir desde cada rincón de los centros de poder mundial.

Destacamos, entre muchos aspectos de la lucha, el papel de la solidaridad internacional y el trabajo abnegado de compañeros y compañeras  que supieron dar a conocer en los más alejados rincones del planeta la justicia de nuestra lucha. Así se construyó la inmensa red de apoyo solidario a la que tanto debe el pueblo salvadoreño y que hizo que ese “mal ejemplo” que las oligarquías querían erradicar, se fortaleciera y difundiera por el mundo.

Gobiernos progresistas en América Latina

Como en aquellos años en que el autoritarismo se fue apoderando de la mayoría de países de América Latina, hoy nos encontramos en medio de una arremetida brutal de las derechas oligárquicas y pro-imperialistas en el continente, empeñadas en borrar de la faz de la tierra, y hasta del recuerdo de la gente, el hecho indiscutible que durante los primeros 15 años del siglo XXI las fuerzas populares de América Latina fueron extremadamente exitosas en constituir gobiernos de corte progresista y revolucionario, nacionalistas en el sentido mas noble del término, solidarios con sus hermanos, y con un paradigma distintivo, que se centraba en la unidad y la autodeterminación de los pueblos de Nuestra América.

Ese fenómeno liberador y popular se había ido gestando desde finales del siglo XX, en un acumulado de resistencia popular a los gobiernos dictatoriales o autoritarios en lo político, entreguistas a los grandes capitales multinacionales, y con un común denominador en el impulso del neoliberalismo a ultranza.

La resistencia popular se basaba crecientemente en el reconocimiento identitario de las luchas comunes que llevaban adelante nuestros pueblos. Aquel proceso fue llevando gradualmente al gobierno a líderes de la talla de Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales, Lula, Néstor Kirchner, por nombrar solo algunos. A ellos siguieron experiencias como las de Cristina Kirchner, Dilma Rousseff, Fernando Lugo, Manuel Zelaya, Nicolás Maduro. Todas ellas venían a sumarse a las experiencias de las revoluciones Cubana y Sandinista.

El FMLN y El Salvador

Precisamente cuando ese proceso se consolidaba a nivel continental, el pueblo salvadoreño fue capaz de romper con 20 años de oscuridad neoliberal y llevar por primera vez al gobierno al FMLN, con la fórmula Mauricio Funes – Salvador Sánchez Cerén. Le sucedió el actual gobierno, con Sánchez Cerén y Oscar Ortiz, y estamos a las puertas de librar la batalla decisiva por la continuidad de un proyecto profundamente transformador y revolucionario que, sin embargo, chocó desde el primer día de instalado en el Ejecutivo con la férrea decisión de la oligarquía de impedir a la izquierda gobernar y mucho menos ejecutar transformaciones estructurales al sistema político y económico nacional.

Del mismo modo que sucedió en el resto de países de Nuestra América, donde las ideas progresistas pudieron avanzar hacia controles superiores de las estructuras estatales, los medios de prensa hegemónicos, concentrados en manos de los grandes capitales locales e internacionales, han ido tratando de apropiarse de palabras clave y conceptos que han sido banderas históricas de las luchas populares.

De pronto, en El Salvador y en el resto de países donde sectores progresistas llegaron al gobierno, una derecha en la oposición  y sus instrumentos de desinformación masiva “descubrieron” la corrupción que jamás detectaron en décadas de neoliberalismo salvaje.

A partir de entonces, la lucha anti corrupción, la insistencia en la transparencia en la administración del Estado, presentar a los gobiernos progresistas como autoritarios y violadores de la libertad de expresión, corruptos o malos administradores de los bienes públicos, fueron conceptos convertidos en matrices de opinión repetidos hasta el cansancio por los medios de comunicación hegemónicos para organizar líneas de ataque contra la izquierda gobernante.

Han constituido, además, insumos para las líneas argumentales, tanto en los parlamentos como en los órganos de justicia, para ir conformando las bases de los llamados golpes blandos, con la configuración de gobiernos paralelos de los jueces o de los parlamentos.

Los casos emblemáticos del macrismo en Argentina o del golpismo de Temer, que permitió la expansión hacia el neofascismo de Bolsonaro, muestran el proceso de profunda reversión de los avances sociales a que se abocan frenéticamente las derechas extremistas neoliberales cuando recuperan el poder alguna vez perdido. Lo hacen, además, contrarreloj, porque saben que el tiempo no está a su favor, por más que la recuperación del control casi completo del continente pueda confundir a algunos. Lo saben porque la historia de lucha y resistencia  anti-dictatorial de los pueblos de Nuestra  América así lo demuestra.

El desafío de las redes sociales

Desde el mismo surgimiento del fenómeno de las redes sociales, en diversos ámbitos de debate de la izquierda, como el Foro de Sao Paulo, se ha venido promoviendo como necesaria e imprescindible la utilización de las nuevas tecnologías para ponerlas al servicio de los intereses populares.

Sin embargo la derecha, con su importante capacidad financiera, articulación y apoyo de grandes multinacionales y centros de poder político, fue hegemonizando el uso de las redes sociales en un sentido que no siempre fue propicio para las fuerzas que representan los intereses de los pueblos.

En el sur llegamos tarde al fenómeno de las redes sociales, posiblemente porque llegamos tarde a asimilarlo como un elemento esencial en la nueva etapa de lucha que se abre ante nuestros pueblos.

Hoy hemos avanzado, hemos comprendido con bastante claridad cómo funcionan, cómo se deben administrar y hacia donde  apuntar desde las redes sociales. Pero en el camino estas fueron utilizadas contra nuestros pueblos en Brasil, en Argentina, en Chile, en Ecuador, y no solo allí sino en países que aún permanecen con gobiernos de izquierda como, por ejemplo, Nicaragua y el Salvador.

 En cada evento electoral reciente, el fenómeno del uso -adecuado o no- de las redes sociales resulta crecientemente importante. El ejemplo más cercano lo hallamos en el valor que tuvo la utilización de redes sociales en la campaña del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

Con un poco de antelación, las redes sociales jugaron un papel destacado en las últimas presidenciales colombianas. Y  ya no se diga el impacto que las mismas tienen en lo que puede denominarse “ la batalla de Venezuela”, donde la derecha internacional y local se asocian en una campaña de asedio y acoso contra el gobierno del Presidente Nicolás Maduro quien, a su vez, responde con fuerza en el mismo terreno, retomando la tradición impuesta por el Comandante Hugo Chávez de utilizar las redes como medio permanente de interacción y defensa del proceso.

El caso Bukele

En el caso de El Salvador, ha crecido drásticamente la trascendencia e influencia del fenómeno y se llega a afirmar que las elecciones del 3 de febrero de 2019 posiblemente sean los últimos comicios donde las redes sociales no sean determinantes. Con unos 3 millones de cuentas de Facebook, la red social más popular en un país de 6 millones de habitantes en el territorio nacional y otros 3 millones en el extranjero -la inmensa mayoría en los EEUU- es evidente su influencia. Así lo ha comprendido uno de los candidatos de la derecha, Nayib Bukele, del partido GANA, una escisión del ultraderechista ARENA.

Bukele, un paria de la política, expulsado del FMLN en 2017, terminó como candidato del derechista GANA luego de pasar en pocos meses por varios partidos, incluido el que él mismo fundó. Profundamente populista, incoherente  y con un discurso  que recuerda las arengas fascistas, apela a la juventud, a la falta de memoria histórica, a la negación de los profundos cambios realizados en el país pero, por sobre todo recurre a la ignorancia y a la ola que recorre el mundo con el mantra de que “los partidos políticos no sirven”.

Escudado en esos elementos, basa el peso absoluto de su campaña en redes sociales, emisiones de Facebook Live y un ejército casi ilimitado de robots digitales que construyen falsas percepciones de popularidad, a las que agrega numerosas encuestas en línea que lo colocarían en primer lugar en la contienda.

 ¿Qué está en juego en estas elecciones, no solo en El Salvador?

En estas elecciones en El Salvador no solo está en juego la continuidad de programas de apoyo a las mayorías más desprotegidas, o los avances logrados en materia social y económica en general.  Para decirlo brevemente, en El Salvador no se disputa simplemente la continuidad o el cambio de gobierno.

En El Salvador se está definiendo y defendiendo una imaginaria línea fronteriza entre el fascismo que avanza desde el sur y los procesos populares que resisten la embestida, pero que evidentemente han sufrido un debilitamiento. Garantizar la continuidad de las alternativas revolucionarias y progresistas en América Latina pasa, entonces, por el triunfo del partido FMLN el próximo 3 de febrero.

El Salvador es hoy  nuevamente un frente de batalla. Y los ejércitos, las armas y  municiones que se utilizan son las comunicaciones, siendo –como ya todos sabemos- el cerebro de las personas el terreno donde se libra esa batalla.

Como en muchos lugares de América Latina, en El Salvador estamos enfrentando el ascenso del fascismo, que basa su  lógica y su crecimiento en la frustración de los pueblos,  en que poco a poco vaya calando la idea de que “nada sirve y que todo debe cambiar”.

Quemar todo y empezar de nuevo

Es el mismo viejo discurso en cada lugar en que la ultraderecha fue adueñándose de los Estados. Así sucedió en Alemania en los años 20 del siglo pasado, cuando un partido reclamando defender “los intereses del pueblo” (el partido Nazi se llamaba Partido Obrero Nacional Socialista), impuso una dictadura que  arrasó con todo tipo de libertades y derechos. En aquel momento, el fuego simbolizaba para los nazis la hipotética  purificación, el cambio renovador.

Explotando el sentimiento de humillación que experimentaba la deprimida y derrotada sociedad alemana (resultado del Tratado de Versalles que escenificó la derrota alemana en la I Guerra Mundial), la propuesta nazi fue quemar todo y empezar de nuevo. Quemaron el Reichtag, los libros, las librerías, los bancos de los judíos, luego sus casas, los comunistas, hasta terminar quemando o aniquilando  todo lo que se le opusiera. El nihilismo como “solución final”.

Hoy enfrentamos a un dictador neofascista en potencia, que amenaza con liquidar a los partidos, arrasar con todo y cambiar todo por… ¿qué? No lo dice. Pero eso que no dice es PURO AUTORITARISMO, y lucha sin cuartel contra todo lo que se le oponga, hasta aniquilar toda oposición.  Ese es en la actualidad el comportamiento de sus seguidores en redes sociales, y la actitud violenta y autoritaria de sus cuentas (reales o ficticias) de redes sociales, organizadas para atacar despiadadamente, acosar psicológicamente y destruir moralmente a todo aquel usuario de redes sociales que critique al mesiánico líder o alguna de sus ocurrencias.

La defensa de las libertades, de la democracia que conquistamos y construimos  desde los Acuerdos de Paz.  Eso defendemos frente al fenómeno de redes sociales llamado Bukele.

¿De Macri a Bolsonaro o de MORENA al FMLN?

 El fortalecimiento de regímenes derechistas y autoritarios ha venido generando la persecución judicial de diversos líderes políticos en América Latina. Con los golpes de Estado contra Mel Zelaya en Honduras, Fernando Lugo, en Paraguay; los procesos contra Cristina Fernández de Kirchner, en Argentina, Lula y Dilma Rousseff en Brasil, el vicepresidente Jorge Glas en Ecuador, los pueblos de Nuestra América han visto avanzar una ola gigante de revanchismo que busca aniquilar, desterrar del universo político continental a la izquierda como fuerza política potente y articulada.

Las poderosas élites se sintieron borrachas de poder a medida que fueron recuperando bastiones como Argentina (la única plaza donde llegaron por medio de elecciones legítimas) o Brasil. Aspiraban a persistir en el cerco económico y político sobre Venezuela para hacer caer uno de los bastiones  mas emblemáticas de la izquierda.

Sin embargo, apareció de pronto el fenómeno de MORENA y Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y con ello una incómoda interrogante que puede estropear las celebraciones de los ultraconservadores.

¿El triunfo de AMLO es una excepción a la regla o el inicio de un nuevo proceso de recuperación gradual de la izquierda?

El desenlace salvadoreño puede convertirse en la bisagra necesaria para fortalecer una nueva oleada con gobiernos de izquierda renovando sus mandatos y poniendo por fin una barrera infranqueable al neofascismo latinoamericano. Porque luego de El Salvador siguen otras importantes elecciones en Bolivia y Uruguay, entre otros,  en el camino hacia la reafirmación de un nuevo ciclo progresista que fortalecería al resto de países de la región, incluidos los asediados  gobiernos  Sandinista y Bolivariano.

Es entonces mucho mas que una simple elección nacional lo que se aproxima en El Salvador. La derecha nacional y continental lo sabe. Los pueblos del continente observan este proceso con expectativa. Al fin y al cabo los procesos políticos en la Patria de Farabundo Martí y Schafik Hándal suelen tener una misma característica: no siguen los guiones esperados por los grandes poderes, tal vez porque, como suele decir el candidato de la izquierda, Hugo Martínez, “ en El FMLN estamos acostumbrados a hacer posible lo que muchos nos decían que era imposible”.

Autor

  • Raúl LLarull

    Raúl Llarull (Buenos Aires, Argentina). Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Nacionalizado salvadoreño, es miembro del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, de El Salvador.

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