La trampa de Quédate en México
En vez de apostar a que los refugiados desistan de su esperanza de sobrevivir aquí, o que el gobierno mexicano se canse de proporcionar justificación para estos actos, el gobierno de Estados Unidos debe concluir el procesamiento de los casos y ahorrar sufrimientos a los miles que aún esperan, esperanzados. Y debe aprobar la mayoría de los casos, que son realmente de quienes huyen de la violencia y llegan, como han llegado desde hace doscientos años, a Estados Unidos para ser libres
Lamentablemente tenemos que referirnos una vez más al monumental engaño en que se convirtió el programa llamado Quédate en México.
Nuevos datos nos obligan a hacerlo.
Tres focos municipales
Se trata, por supuesto, de un acuerdo entre EEUU y México alcanzado en 2018, por el cual solicitantes de asilo en Estados Unidos, independientemente de su país de origen, son enviados al país vecino para allí esperar la audiencia judicial que determine su destino.
Funciona en la frontera entre San Diego-Tijuana, Calexico-Mexicali y El Paso-Ciudad Juárez. En Tijuana hay diez mil personas esperando en estos momentos.
Son oriundos especialmente de El Salvador y Guatemala. Familias, mujeres y niños. Sin embargo, muchos provienen de distintos puntos de la República Mexicana, y todos ellos llegan huyendo. Es decir, no están allí por su gusto ni preferencia ni para desfalcar a Estados Unidos, sino por desesperación y para no morir víctimas de la violencia en su país o de inanición y pobreza.
Esto es contrario a las palabras de Donald Trump: «They’re bringing drugs. They’re bringing crime. They’re rapists. And some, I assume, are good people».
Pero Trump los sigue tildando de criminales. Como enemigos del país. Los ha descrito como peligrosos cuando no son distintos al resto de quienes huyen de sus países buscando salvar la vida.
Mano durísima
Y sin embargo, nuestro gobierno ha mostrado mano dura en el trato a los inmigrantes indocumentados en general, separando familias, encarcelando niños y generando una imagen pública de terror, crueldad y rechazo para disuadir a los migrantes. Para que no vengan más. En el proceso desaparecieron niños y todavía están en algún lugar del país, perdidos quizás para siempre. Algunos murieron bajo custodia.
El gobierno se defiende, empeorando la situación, alegando que se trata de criminales o al menos, que violan las leyes migratorias.
Pero los solicitantes de asilo no violan ninguna ley, sino que se acogen a estas. Su estatus está protegido por el derecho internacional y la ley estadounidense.
Pero desde hace casi un año han sido rechazados y enviados a las ciudades mexicanas fronterizas. Allí, les dijeron, deben esperar mientras presentaban sus expedientes y se decidía su suerte.
Casi un año después, el engaño detrás de este método sale a la luz.
En realidad no pasarán
Solo once personas recibieron la aprobación tan anhelada. Una décima del 1%.
De los 47,000 que se acogieron al programa Quédate en México, menos de 10,000 completaron la presentación de sus casos, teniendo que cumplir requisitos cada vez más estrictos y difíciles de cumplir.
De éstos, el gobierno rechazó 5,085, y 4,471 fueron desestimados por razones de procedimiento, es decir, algún documento faltante o insuficiente.
La casi nula cantidad de solicitantes aprobados contrasta con el proceso regular de procesamiento de solicitudes de asilo, donde la tasa de aprobación es del 20%.
Que se aprobaron solamente once de 10,000 es el resultado de que el gobierno de Trump decidió que estos solicitantes no pasarán.
Un nuevo informe publicado la semana pasada, identificó 636 casos de “secuestro, tortura y violencia” contra solicitantes de asilo del programa Quédate en México, de ellos 138 casos de secuestro o intentos de secuestro de niños, escribe el periodista Gustavo Solís.
Dejen entrar
Nuestro gobierno debe dejar de jugar con las vidas de estas miles de personas.
Atrapado en una ideología extraña a nuestra historia y ajena a nuestros intereses, insiste en mostrar una imagen de crueldad e intransigencia.
En vez de apostar a que los refugiados desistan de su esperanza de sobrevivir aquí, o que el gobierno mexicano se canse de proporcionar justificación para estos actos, el gobierno de Estados Unidos debe concluir el procesamiento de los casos y ahorrar sufrimientos a los miles que aún esperan, esperanzados.
Y debe aprobar la mayoría de los casos, que son realmente de quienes huyen de la violencia y llegan, como han llegado desde hace doscientos años, a Estados Unidos para ser libres.
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