Las armas que da el poder y el poder que dan las armas
Todos los mayores de edad tienen derecho a portar armas; curiosamente, las exigencias legales para adquirir un fusil de asalto hoy son menos estrictas que para ir a una licorería.
Locuras y desvaríos tampoco impiden la compra de armas, aunque sí influyan en su uso. Nos dice Trump que “a un malo con armas lo enfrenta un bueno con armas”. La dificultad está en establecer quién es “el bueno” con o sin armas. De la mayoría de los asesinos no falta quien diga maravillas.
Si Salvador Ramos hirió de gravedad a su abuela y acabó con dos decenas de inocentes más, deberíamos deducir que en ese mundo simplificado de buenos y malos, su abuela tiene que ser buena de alguna manera. De acuerdo con la teoría de Trump, la abuela, por buena, tendría el derecho constitucional a armarse. Al consultar el censo, contamos 70 millones de abuelos y abuelas en Estados Unidos, así que la venta de este titipuchal de armas le daría a alguna privilegiada empresa pingües beneficios.
En cuanto a la “brillante idea” de la transformación de espacios docentes en fortalezas nos tememos que no alcanzaría para garantizarle la vida a la abuela. La lógica de Trump es inaplicable y confusa. Si a los malos armados hay que enfrentarlos con buenos armados, entonces, ¿a los malos desarmados habría que enfrentarlos con buenos armados, o desarmados?
En el colegio, a nuestro profesor de gimnasia le afloraba del saco la pistola cuando decía “brazos en cruz, arriba, abajo”. Todos nos sentíamos incómodos. Los profesores con armas pueden ser más peligrosos que sin ellas.
La venta de armas no requiere de un coeficiente intelectual específico. Faltaría más. La compra: ¡Pues tampoco! Decía muy agudamente un defensor de la venta de armas de asalto de la ANR (Asociación Nacional del Rifle) que porque alguien manejase alcoholizado un carro, nadie iba a prohibir la venta de carros. Lógica incomprensible, porque la compra y uso “consciente” de armas de asalto y el manejo “inconsciente” de un conductor pasado de copas se parecen como un huevo a una castaña.
Frente a mil malos con armas, mil buenos con armas… llegaron tarde. Con armas, la espada de Damocles estará siempre suspendida sobre nuestras cabezas.
¿Soluciones? Deberíamos seguir el ejemplo de Canadá. Nuestro vecino confiscará por ley las armas de asalto de sus ciudadanos. Se prepara con este objeto un programa legislativo de recompra de armas. Trudeau cita el (mal) ejemplo de nuestro país para justificar la valiente decisión (La Vanguardia, 1 de junio, 2022).
Repensémoslo: Habrá múltiples razones para matar indiscriminadamente, pero es en nosotros en quienes recae la responsabilidad de ponerle coto. ¿Cómo silenciará Biden la sangre derramada? Hablemos de legislación y votos.